De 1902 a 1912 la política exterior brasileña estuvo a cargo de José Maria da Silva Paranhos Júnior, barón de Rio Branco, quien tenía un sólido conocimiento sobre los países del Plata. Esto era resultado no solo de sus estudios, sino también de haber sido testigo de las gestiones diplomáticas que su padre –el vizconde de Río Branco–, llevó adelante en la región. Para cuando el barón de Río Branco asumió el cargo de canciller, Brasil se encontraba aislado en América del Sur. Las relaciones con Chile eran tibias a raíz de la visita de Campos Sales a Argentina en 1900; con Bolivia, Brasil estaba prácticamente en estado de beligerancia debido a la cuestión de Acre; Venezuela no había concluido aún los trabajos de demarcación de la frontera común, mientras que Colombia había procurado sin resultados el apoyo brasileño ante la posibilidad de la trituración de su territorio para construir el Canal de Panamá.
Por el contrario, Rio Branco concebía a Brasil en una posición destacada en Sudamérica, aunque no de modo imperativo, como resultado de su propia dimensión territorial, condición económica y situación demográfica. Con ese objetivo en la mira, instauró una política coherente, segura e innovadora respecto a los países sudamericanos, especialmente los del Río de la Plata. Los dos principios básicos de esta política pasaron a ser la no intervención en los asuntos internos de las naciones vecinas, y el favorecimiento de la estabilidad política regional, prestigiando a los gobiernos constitucionales, fueran los que fueran.
En la visión de Rio Branco, la prosperidad y la estabilidad política de los países sudamericanos no ofrecerían un flanco para la intervención de potencias extraregionales. Estas intervenciones eran vistas como contrarias al interés de Brasil, ya sea porque constituirían un precedente que podría llegar a utilizarse contra un país que venía de sufrir conflictos internos, o porque harían inviable el proyecto de Rio Branco. El proyecto consistía en construir en Sudamérica un espacio geopolítico bajo el liderazgo brasileño, consensuado con Argentina, logrado en forma no imperativa y desprovisto de cualquier carácter expansionista o intervencionista. Además, Brasil aceptaría un equilibrio de poder con la Argentina en la región de La Plata, como quedó demostrado con su aceptación del triunfo de la revolución liberal en Paraguay. Mientras tanto, la habilidad política de Rio Branco logró mantener a Uruguay cerca de Brasil, lo que quedó de manifiesto con la concesión en 1909 del condominio sobre la Laguna Merín en 1909 (ndr: el Gral. Juan Domingo Perón haría un gesto similar con la firma del Tratado del Río de la Plata el 19 de noviembre de 1973, abandonando para siempre la “doctrina Zeballos”, según la cual Uruguay no tenía derechos sobre el Río de la Plata)
Francisco F. Monteoliva Doriatoto, en “La política del Barón de Rio Branco sobre el Río de la Plata”, Revista Brasileña de Política Internacional (2000). Monteoliva es doctor en Historia de las Relaciones Internacionales por la Universidad de Brasilia y profesor de Historia de las Relaciones Internacionales de Brasil en el Instituto Rio Branco y de Historia de Brasil en las Facultades Integradas UPIS/DF.
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