Causa alarma, alarma y perplejidad la pobreza de argumentos con los que el Frente Amplio embiste a diario contra el gobierno de la Coalición Republicana.
Si se advierte que sus batallas refieren al caso Astesiano, a las ollas populares y a otras nimiedades –temas que agitan con estruendo apocalíptico, pero que son insignificantes al considerar la verdadera problemática nacional–, se concluye necesariamente en la pobreza de una discusión pública que cae en la degradación y la menudencia.
Con las ollas populares, al decir del senador Gandini, solo se pedía la información para verificar la transparencia de un manejo, sospechado de irregularidades, que se comprobaron en cuanto se procedió a su debido contralor, pues de las 159 ollas atendidas 20 no existían y otras 20 estaban proveídas por “Uruguay Adelante” ¿y el faltante? Como siempre, nadie sabe.
Con respecto al caso Astesiano, cínico artífice de ilicitudes al amparo de la confianza y el engaño, cuyas maniobras en el tema de los pasaportes comenzaron en el año 2009 –o sea, durante la presidencia de Vázquez–, pasado el mal rato de un presidente traicionado, no apareja un quiebre de su probidad ni afecta la marcha del gobierno, a pesar de la proyección que se quiere darle con enfáticos y teatrales discursos, con fútiles golpes en la mesa.
Todo desnuda una falta de atención sobre los problemas serios del país, que el gobierno de la Coalición Republicana está abordando y para los que solo encuentra en la oposición obstruccionismo y palos en la rueda.
Un ejemplo paradigmático es la lucha de Robert Silva para la reforma de la enseñanza, dando la cara y respondiendo con responsabilidad y coraje cívico en las tumultuosas convocatorias para discutir los temas, soportando gritos e insolencias, ya que no argumentos, frente a los mismos exaltados que no pasan de un par de decenas, que se repiten los mismos en todos lados, propugnando el rechazo o al menos la dilatoria hasta el año 2023, sabiendo que ese aplazamiento podría ser definitivo.
Lo mismo ocurre con la otra reforma impostergable, que es la de la seguridad social en un sistema jubilatorio desfinanciado que se acerca al colapso y que se recibe con desgano, displicencia y sin propósito de colaboración alguno, para cuya justificación sirve cualquier argumento.
Entonces, vale preguntarse: ¿cuál es la alternativa que ofrecen al país los frenteamplistas? ¿Dónde están sus proyectos sustitutivos? ¿Qué quieren hacer con el poder del que fueron desalojados, después de sus despilfarros, corruptelas y, en el mejor de los casos, gravísimos errores de gestión?
Repetir lo que hicieron, adoleciendo de los dos vicios propios de todos los gobiernos populistas que son la incapacidad en la gestión y la rapacidad burocrática.
Ahora Yamandú Orsi, hablando ya como candidato de la oposición, pontifica con tono sentenciante, que los blancos tienen ideas, pero que fracasan en la ejecución. Sorprende sobremanera su ausencia de espíritu crítico pues, si de gestión hablamos, la sola mención de Gas Sayago, Alur, Aratirí, Pluna, el puerto de Aguas Profundas y Ancap, entre otras, sobran para recordarle las “ejecuciones” costosísimas y fallidas gestionadas por el Frente Amplio.
Por eso reiteramos que su estrategia de franciscana pobreza es oponerse a todo, sin ofrecer otra alternativa, y apostar sus fichas al fracaso del actual gobierno, acentuando sus críticas.
Si tomamos el tema de la seguridad –que no es menor y por el que se le pide a diario al ministro Heber resultados inmediatos–, hay que advertir que en las administraciones frentistas se produjo el fenómeno –anteriormente inexistente– de los “territorios liberados” o sea de aquellas zonas en las que primero dejaron de ir los taxis, luego las ambulancias, después los ómnibus del transporte colectivo porque sufrían asaltos y donde solo entraba la policía, con varios móviles y recibiendo agresiones, pedradas y disparos.
Lo mismo puede decirse de una enseñanza, basada en la falsedad de un relato histórico y atentatorio de la laicidad como principio, que se debe corregir sin demoras, y en lo administrativo caótica y manejada por un gremio, que apañaba los incumplimientos y las ausencias hasta el grado de lo inadmisible en una gestión que puede merecer sanciones penales.
Ya sin sus dirigentes históricos, pero con los mismos cuadros en la base, la oposición hasta el momento no tiene otro discurso para ofrecerle a la ciudadanía que la repetición de sus limitaciones para el ejercicio del poder mientras que disimula sus carencias y la falta de propuestas constructivas.
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