Días pasados en este mismo espacio editorial, bajo el título de “Tiempos de incertidumbre”, expresábamos preocupación por nuestro país real, es decir, por la actividad agroindustrial que comenzaba a enfrentar a una difícil coyuntura: la caída de los precios internacionales, el stress climático, el costo abusivos del precio de los insumos para la agricultura, que se han situado en un doscientos por ciento de su valor promedio de los últimos diez años. Y al acecho, el atraso cambiario, como telón de fondo, la sempiterna calamidad, madre de todas las crisis pasadas, que cada 18 o 20 años se repiten como mueca sarcástica de una tragedia griega. Se sabe el resultado que esa tentación depara, pero igual como si se tratara de una fatalidad, no se hace nada para esquivar el sendero que nos conduce al despeñadero.
El Ing. Agr. Julio Preve Folle, entrevistado por Radio Rural, se expresa con muy duros términos sobre la política del BCU. “El Banco Central está actuando, en un contexto que en lo económico y en lo político no es igual a lo que pasa en EE.UU. o en Europa y que no permite que copiemos lo que hacen otros porque la cosa es muy distinta…”.
El reconocido académico le da paso al sentido común y a su larga experiencia como asesor en temas económicos, dejando a un lado cualquier visión teórica, y se planta con decisión en medio del camino antes que sea demasiado tarde.
“EE.UU. es un país de muy baja dependencia del comercio internacional para su crecimiento económico y Uruguay, al revés, es un país de altísima dependencia del comercio internacional para el crecimiento económico”.
“Esta política monetaria para controlar la inflación se da en un país altamente dependiente del comercio, que no es el caso de muchos otros, en un contexto de que todo lo que el país vende se está cayendo en los precios, mientras que además hay insumos que hacen la trayectoria contraria”, advierte Preve, como arrebatando la línea argumental del BCU.
Dentro de la democracia liberal se tiende a polarizar las opiniones entre gobierno y oposición.
Las cosas más nimias se les da una importancia desmedida y se entra en un juego que enraquitece los grandes temas nacionales y fomenta el descrédito de los gobernantes ante los ciudadanos. Pero que esto suceda es casi de rutina y no se le presta mayor atención.
En cambio, cuando la discordancia parte desde académicos que imaginábamos del riñón del establishment o de sujetos de cultura elevada que imaginábamos alineados con las premisas del gobierno, todo hace pensar que entonces sí se empiezan a encender las señales de alarma.
Desde estas mismas páginas, La Mañana viene advirtiendo desde hace más de un año sobre un proceso de atraso cambiario que ya se venía configurando. Nuestra visión no resultaba de sofisticados modelos econométricos sino en primer lugar de observar la realidad regional y sus efectos en las zonas fronterizas con los países vecinos, y en segundo lugar de tener la historia siempre presente en nuestro análisis.
Lamentablemente hoy vemos que destacados economistas del medio local confirman esta visión que hoy es cada vez más una realidad. Parecería que no terminamos de aprender las lecciones del pasado, y cada dos décadas aparece una generación de tecnócratas que piensa que “esta vez es diferente” y que por lo tanto, “a ellos no les va a pasar”.
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