Desde hace tiempo muchos expertos en materia internacional vienen señalando que Uruguay necesita avanzar en la suscripción de nuevos acuerdos comerciales preferenciales que le permitan mejorar su acceso al mercado. Es el caso de Vaillant, quien explicó en diálogo con La Mañana que “los países que más comercio regional tienen en Latinoamérica son los que más se han integrado hacia afuera”. A su vez, se refirió a la lentitud en el Tratado de Libre Comercio (TLC) con China y a las expectativas en cuanto al ingreso al Transpacífico y al acuerdo con la Unión Europea (UE).
En una entrevista con La Mañana hace ya más de un año, usted señalaba que Uruguay debía aprovechar el interés de China por nuestro país. ¿A qué atribuye que todavía no se hayan visto avances en el TLC?
Se terminó el estudio de factibilidad a mediados de año y luego se hizo un anuncio de inicio de las negociaciones que entiendo que no ha ocurrido, por lo menos no se ha hecho público. La verdad es que no sé por qué no se han visto avances. Ha habido dificultades en la comunicación con China por la política de “cero covid”, no ha habido viajes y creo que ha habido algunos intercambios de manera virtual. Es una incógnita por qué no ocurrió, si es que bajó el interés o qué pasó. No ha habido ningún anuncio del gobierno. No es una señal positiva en el sentido de que cuando se hacen anuncios y se establecen caminos, lo lógico es cumplirlos, porque cuando se anuncian cosas que no se cumplen, se erosiona la credibilidad. Espero que no sea el caso. Muchas veces ocurre que estos procesos tienen cierta lentitud, sobre todo para iniciarse. Lo que sí hubo fue un anuncio reiterado y creo que en este mes se va a concretar de que Uruguay va a mandar la carta solicitando iniciar el proceso con el Acuerdo Transpacífico.
¿Usted mantiene la misma postura con respecto a la importancia de establecer el tratado con China?
Es importante que Uruguay recupere su autonomía para poder hacer acuerdos comerciales con una canasta amplia de países que le permitan mejorar su acceso al mercado. Por otro lado, el tema que cobra importancia ahora es la relación con Brasil y cómo impactará el cambio de gobierno en términos de cómo gestionar ese bilateralismo. Este año ocurrió algo positivo que fue cierta recuperación de la relación con Brasil, que se expresa en iniciativas de integración física, la hidrovía de la Laguna Merín, y el acuerdo de complementación económica número 2, protocolo regional que se suscribió este año y que ya se ratificó. El mismo permite hacer algo que Uruguay ambicionaba desde hace décadas, que cambia las reglas de circulación, que es poder marcar origen desde zona franca y beneficiarse de la preferencia arancelaria con libre comercio en la lista de bienes liberalizados en el Mercosur. Eso es algo bien importante que Uruguay debería mantener y profundizar, una agenda bilateral con Brasil rica en temas locales, de frontera, y sacar un poco el foco de la discusión esa de las relaciones con terceros. Un nuevo liderazgo de Brasil en la región debería estar orientado a contemplar las especificidades y necesidades de sus socios de Sudamérica, y claramente una necesidad de Uruguay es avanzar en la suscripción de nuevos acuerdos comerciales preferenciales.
¿Qué se puede esperar de la presidencia de Lula en este sentido?
Todavía se tiene que revelar mucha información respecto a cómo Lula va a conformar el gobierno en el contexto de la coalición de partidos con la cual ganó y la coalición más amplia con la que tendrá que gobernar. No va a ser un gobierno fácil de leer. Se observan algunas líneas restauracionistas en materia internacional que son señales de alarma o preocupantes, que creo que no van a prosperar.
¿Por ejemplo?
Por ejemplo, reeditar esa línea que se promovió en los gobiernos del PT que tanto daño le hizo a la integración sudamericana a través de la creación de la Unasur, de cambiar la agenda de la integración, de llenarla de retórica y de debilitar todos los mecanismos de integración comercial, de la internacionalización asistida de empresas brasileras con el propio Estado brasilero, lo cual estuvo asociado a muchísimos episodios de corrupción en toda América del Sur. Toda acción de Brasil debería empezar por una autocrítica de lo que ocurrió en el período anterior.
La visión sobre la integración, en la cual Uruguay también podría colaborar en nuevas bases de relación con Brasil, es justamente innovar en los mecanismos, bajo la idea de que estos países requieren muchos más niveles de comercio y de integración de los que tienen. En ese proceso, un ingrediente importantísimo son las relaciones con terceros, entonces, hay que salir de esa confusión de la integración defensiva versus la integración con terceros.
Los mecanismos de la política comercial, ya sean los unilaterales de bajar los propios aranceles, los preferenciales de hacer acuerdos regionales o preferenciales de hacer acuerdos con terceros, tienen que estar alineados. No es uno contra el otro. Los países que más comercio regional tienen en Latinoamérica son los que más se han integrado hacia afuera; es una falsa oposición pensar que abrirse a otros mercados implica una sustitución del comercio por otro, no es lo que ha pasado ni en la región ni en términos comparados, entonces, el debate de la integración regional en los próximos años va a circular por ahí, y restaurar las antiguas líneas que llevaron los gobiernos del PT sería un error, espero que no ocurra.
¿Cuál es la relevancia que tendría para nuestro país el ingreso al Acuerdo Transpacífico?
Muchísima, porque es un acuerdo que involucra a siete economías que lo ratificaron, pero el año pasado y este ya se sumaron Malasia, Chile y Perú, queda solo Brunéi por ratificarlo. Por tanto, son 11 economías del Pacífico, de las Américas y de Asia de distintos niveles de desarrollo, y con algunas de ellas Uruguay ya tiene acuerdos de libre comercio o ha empezado negociaciones, como es el caso en América Latina de México, Perú y Chile, y también tenemos la negociación del Mercosur con Singapur e hicimos una con Canadá. A estos miembros se le agregan Japón, Nueva Zelanda, Australia, es decir, es una colección de países entre los cuales hay muchos que compran lo que nosotros vendemos y hay otros que venden lo que nosotros vendemos. Es un acuerdo moderno, hecho con una agenda amplia de temas de liberalización, de bienes, servicios, disciplinas. Es algo muy removedor y que implica muchas transformaciones para las que hay tiempo de desarrollar.
¿Las perspectivas son positivas?
No lo sé. Creo que Uruguay reúne las condiciones para ingresar, pero eso es algo que tienen que decir los países miembros. Es un acuerdo con algunas economías muy protegidas en los mercados y que a nosotros nos interesan. La ganancia en términos de comercio de corto plazo, la visión más mercantil, es más grande. El caso típico es Japón.
Por último, ¿qué se puede esperar en cuanto al TLC con la UE, sobre el cual se viene hablando desde hace décadas?
En los últimos 15 años ha habido anuncios del estilo de “vamos a avanzar y lo firmamos ahora”. Cuando eso ocurre, lo que pasa es lo que mencionaba hoy, se erosiona la credibilidad. Los anuncios ahora vuelven a estar sobre la mesa y, si Bolsonaro era un obstáculo en las relaciones con Europa, sobre todo por el tema de la defensa del ambiente, eso ya no sería un problema. De hecho, el gobierno del PT anuncia una agenda ambiental comprometida con las líneas actuales predominantes en términos multilaterales. Sin embargo, volvieron a aparecer los intereses ultraproteccionistas europeos en el sector alimentario de suscribir un acuerdo con una potencia agroalimentaria como es el Mercosur, y eso, que es más estructural, no ha cambiado. La única posibilidad de que el acuerdo con la UE prospere es que se bilateralice, o sea, que avance país por país, pero eso todavía no está en la agenda.
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