De aquel final del año 1982, lo que más recuerdo, lo único que recuerdo, mejor dicho, es la muerte de Palleiro. Me enteré por el aviso en el diario: +José Pageiro – (Q.E.P.D.) Falleció en la Paz del Señor el 28 de diciembre de 1982. Sus compañeros de oficina.
Yo no lo conocía personalmente. No sabía que se llamaba José, como yo. Ni que el apellido se escribía con ge. Como todos le decían Payeiro supuse que era con ye o con elle, pero no con ge. De todos modos, me chocó que no me hubieran dicho nada, porque, es curioso, pero sin conocerlo creo que nadie sabía más de la vida de Payeiro que yo. Imagínese, cuarenta y tres años trabajando en la oficina como portero, conocía a todo el mundo.
Un día, creo que era de mañana, atiendo el teléfono:
¿Me hace el favor con Payeiro?
¿Payeiro? Aquí no trabaja nadie con ese nombre.
Mire, hace poco que entró, está en el segundo piso, en Trámites.
Yo de abajo me fijo, me fijaba bah, si está alguno de los muchachos porque los veo por el vidrio. Es como un patio cerrado y las oficinas de arriba dan al patio así que yo veo si están y de lejos los conozco a todos. Si estaban, estaban en los escritorios así que veía si estaba Raúl, el sapo Ferrés, el loco Eugenio, el gordo Saporitti y ya les contestaba. Salvo que me dijeran que no por si era un cobrador o la mujer y no querían atender. Subir no subía por el tema de la pierna. Tengo un clavo en la pierna izquierda de cuando me reventé con la moto y dos pisos por la escalera la verdad que no subía. Así que veo que está Saporitti y le digo: ¿Vos conocés a un tal Payeiro?
Me dice salió, así que le digo a la persona que salió y me dice, dígale que lo llamó el hermano. Llamo al gordo y le digo que lo llamó el hermano. El gordo me dice que no tiene hermano, salvo que la vieja hubiera hecho alguna travesura… Ya no me gustó, porque es un atrevido. Qué sabe él si Palleiro tenía un hermano y menos poner en tela de juicio la honestidad de la madre. Con la madre no se juega. ¿A ver si a él le gustaría que anduvieran hablando de su madre? Un atrevido. No le dije nada, pero no me gustó.
Otro día paso al lado del teléfono riing suena. Del Banco de Seguros. Miro para arriba, Ferrés.
Che Ferrés, mirá que llaman a Payeiro del Banco de Seguros.
¿Qué me contesta? ¡Está de licencia y él no es la niñera de Payeiro! ¿Qué tiene que ver? Yo lo único que le pregunté fue por el hombre, no si era la niñera o no era la niñera. Le dejé una carta a Payeiro y como no subo por lo de la pierna le digo al Chito: llevala al segundo piso.
No pasan veinte minutos, otra vez del Banco de Seguros que tienen urgencia. Me atiende Eugenio, justo Eugenio. No es que sea mal tipo, pero por algo le dicen el loco. Lo agarré manso. Me dice pará que lo voy a buscar y el tipo del Banco en la otra línea. Como a la media hora me cansé de esperar, llamo y me dicen que el loco salió a buscar a Payeiro. Para ese entonces el del Banco había cortado, así que agarro otra vez al Chito y lógico, se calentó. Que si yo creo que él está para calzón de no sé qué, suba al segundo piso, baje del segundo piso. La cosa que no me le quedé callado, porque no voy a tener cuarenta y tres años de oficina para que un mocoso me falte el respeto.
Estoy en plena pelea con el Chito, riing de nuevo. Una mujer me dice de parte de la novia. Y bueno, al otro día, la esposa. Fíjese qué delicado, la novia y la esposa. Pero che, era pasar al lado del teléfono y sonar el maldito aparato. El lío que se arma con la novia y la esposa. ¿Qué iba a hacer? El tipo no estaba nunca, mensajes con el Chito no le podía mandar, si llamaba me atendía alguno de los muchachos y me salía con un domingo siete. Mire qué problema si se me presentan la novia y la esposa… Le juro que al final me sentía como si el culpable fuera yo. Estaba por cumplir sesenta y cinco y tenía lío con dos mujeres. ¿Usted cree que se puede vivir así, con el Jesús en la boca?
Otro día Raúl me llama y me dice ¿Che José, Payeiro está por ahí? Y le contesto ¿dónde querés que lo tenga, abajo del mostrador? Yo soy una persona tranquila, incapaz de tratar mal a nadie, pero el tema del hombre me traía bastante nervioso. Y este Raúl que me dice: Pero José ¿por qué me contestas así?, tú que eres un hombre tan bien educado…
Le digo: Chueco, perdoname –porque le dicen Chueco– es que este Palleiro me va a enloquecer.
Yo comprendo, pero siempre te he hablado con mucho respeto y creo no merecer…
Me hizo lagrimear. Fíjese que a mi edad ya no estoy para estas cosas. Cuarenta y tres años de servicio y andar peleándome con la gente. Ahora le digo, ni que estuviera embrujado, era pasar al lado del bicho y sonar. De noche soñaba que el aparato negro se transformaba en una boca enorme que me comía. Que me acuerde, el mismo sueño lo tuve como diez veces. Otras veces soñaba que caminaba por un corredor lleno de puertas que iba golpeando y preguntaba por Payeiro y cuando por fin me iba a encontrar con él me despertaba empapado en sudor. La patrona me daba tilo y leche caliente antes de acostarme. Pero no hubo caso, volvía a soñar.
Cuando lo llamaron de la Secretaría del ministro fue terrible. No quedaba nadie, solo alguno de los muchachos y yo, haciendo extras. Había que redondear el salario… De la Secretaría del ministro, que vaya urgente por un asunto sumamente importante. Le dije que estábamos fuera del horario de oficina y que no quedaba nadie. Y el tipo me dice que por favor no comente, pero que lo querían nombrar director, y que como fuera, había que encontrarlo. Estaba Raúl y le digo que es urgente, lógicamente no le podía dar más explicaciones. Me dijo que había ido al baño. Le digo al hombre que no me corte y me subí los dos pisos por la escalera, rengo y todo. Llego hecho pedazos y me topo con la flaca Vilma. Le digo: Vilma, ¿viste a Palleiro? Es urgente le digo. Y me dice: Mirá, tiene que estar porque el saco está.
Miro y efectivamente había un saco colgado del perchero. Así que me senté a esperar que saliera del baño. Iban como veinte minutos y yo digo ¿se fue por el caño? Estoy sentado ahí a la puerta y viene Raquel con la llave del baño y se mete para dentro. Es el colmo pensé, novia, esposa y todavía Raquel en la oficina. ¡Qué tigre! Al rato sale Raquel y le digo: ¿Está Palleiro en el baño?
¡Y me da un bofetón que me deja la cara colorada! Bajé, agarro el teléfono y claro el tipo ya había cortado. A los cinco minutos de nuevo. Esta vez, el hijo. ¿Será de la esposa o de la novia? Le dije que no estaba, que lo llamara mañana. Me compré un bloc de esos rayados para apuntar las llamadas, porque eran tantas y tan seguido que no podía recordarlas. Aquí está. Mire, aquí lo tengo. ¿Ve que está todo apuntado con fecha y hora?
Pero el asunto se puso grave con lo del accidente. Una tarde llaman para avisarme que hubo un choque en la Ruta 1 y que Payeiro está mal, pero que la señora no sabe nada. Parece que la mujer sufría del corazón y una noticia como esa le podía hacer mucho daño. Como cosa del demonio, inmediatamente llama la mujer. Yo no sabía qué decirle. Me dice que no sabe nada del marido que había ido a Las Piedras por un negocio. Que tenía que haber vuelto al mediodía y que eran las cuatro de la tarde, si no estaba ahí. Le dije que se habría retrasado, que los negocios no tienen horario que dejara el teléfono que le avisaba. Me dice: después llamo, y cortó. Cacé el teléfono y les aviso a los muchachos. Me atiende el Sapo, no te preocupes, José. No te preocupes José, pero ¿qué hago?, le digo, porque esto no se puede ocultar mucho tiempo. Corto y me avisan, mire, Payeiro falleció. Al diablo, corto y otra vez la mujer y ya no me aguanto más y le canté lo del accidente y la mujer que empieza ¡ah, ah, ah, me muero, me muero! y ¡plumba! se desploma. En cierta forma me alegré, no por la muerte porque no hay que alegrarse por la muerte de nadie, pero era como si me hubiera sacado un peso de encima. No la mujer. Palleiro.
Al día siguiente me encuentro con el diario ese que le contaba al principio con la participación fúnebre. Y me entró cosa, ¿vio? porque me pareció tan frío. Uno está hoy, mañana no está… Y el mundo sigue andando, como dice Gardel.
Entonces llamo a los muchachos para ofrecerle, aunque sea una misa. Los cinco internos ocupados. Me voy por la escalera porque cuando uno toma una decisión la tiene que llevar a cabo. Me llamó la atención que desde el primero se escuchaban las risas. No somos nada, el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Yo no digo que se vistan de negro como se hacía antes, pero el mínimo de respeto por un compañero… Le juro que casi me doy vuelta, pero si había llegado al primero podía llegar al segundo. Cuatro o cinco escalones más y Raúl, creo que fue Raúl, muerto de risa. Y lo escuché bien, porque yo no soy sordo. Lo dijo clarito.
¡Qué boludo este José lo tenemos convencido de que realmente existió Palleiro!
Y las carcajadas de Raquel y la Vilma. No, pero lo del aviso fue genial. ¿A quién se le ocurrió?
Así que los tipos esos habían inventado a Payeiro para joderme a mí. ¡A mí! ¡Un pobre viejo rengo que nunca le hizo mal a nadie! Le juro que perdí la cabeza.
Bajé, agarré la pistola, una Star calibre 22 que tenía en la cartera de cuando hacía la cobranza. Ni me fijé si tenía balas. Puse como media hora en bajar y subir porque me dolía en pila la pierna.
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