John Edgar Hoover, quien fuera desde 1924 y durante 48 años director de la todopoderosa Oficina Federal de Investigación Estadounidense, más conocida como FBI, fue uno de los personajes decisivos en la historia de esta institución, siendo su papel fundamental para desarrollar un modus operandi basado en el chantaje.
Durante casi medio siglo en el que mantuvo un poder paralelo, varios presidentes norteamericanos se sintieron amenazados. Sin embargo, Hoover permaneció inalterable en su puesto, siendo acusado por sus detractores por utilizar al FBI como una policía privada, con la que perpetraba todo tipo de abusos.
Además, todo el espectro político norteamericano le temía, pues era un secreto a voces que Hoover utilizaba como método de chantaje, datos sensibles que recababa sobre la vida privada de sus opositores o sus investigados, tales como su tendencia sexual o sus simpatías políticas, instalando una práctica que con los años se volvió tan común, especialmente durante los breves períodos electorales de ese país.
En el siglo XXI, cuando se pensaba que esta costumbre del FBI había declinado, un hombre de la estatura de Joe Biden, cuya sagacidad, clarividencia y coraje es bien conocida por todos, ha tomado la posta, y ha vuelto a restaurar el viejo oficio ejercido por J. E. Hoover: el escudriñar la intimidad de sus desafortunados sospechosos o adversarios para dar cumplimento al compromiso más o menos secreto con el gobierno de Venezuela.
En esa línea el esplendoroso viraje de Maduro en la escena internacional, tuvo como consecuencia un alejamiento entre Luis Almagro y Joe Biden, y seguramente eso motivó lo que ya todos sabemos: la OEA ha iniciado una comisión investigadora para esclarecer si Almagro incurrió en alguna falta contra este organismo cuando le hizo una guiñada a la politóloga mexicana que actualmente es parte del equipo periférico de la OEA.
En fin, podemos decir que con Joe Biden volvieron los tiempos de J. E. Hoover, y la vida privada de Almagro como de otros posibles sospechosos serán objeto de investigación. Entonces las palabras de Henry Kissinger cobran nuevamente sentido: “Es peligroso ser enemigo de EE.UU., pero muchas veces lo fatal es ser su amigo”.
Jacinto Pallares