“Si la gente supiera realmente la verdad, la guerra se terminaría mañana mismo. Pero, por supuesto, no lo saben y no pueden saberlo”. Esto le dijo David Lloyd George, primer ministro británico, al editor en jefe del Guardian en medio de la Primera Guerra Mundial. Su objetivo era contener al creciente poderío naval alemán que ponía en riesgo el control de Londres sobre un imperio que se extendía por todo el mundo. Los valores y los ideales eran secundarios respecto al objetivo de mantener las colonias y sus riquezas para disfrute de la corona británica y sus súbditos. En ese contexto la verdad pasaba a ser una categoría irrelevante, lo que convertía a los medios en un instrumento más de poder. Si los germanos poseían al Gran Berta, los británicos tenían al Mirror y al Daily Express, entre tantos otros influyentes –y manipulativos– periódicos. Desde entonces los medios se fueron convirtiendo en un arma mucho más efectiva que los cañones. Si estos últimos apuntan a la destrucción material, los primeros son mucho más efectivos si de pervertir el alma de las naciones se trata.
“Es escandaloso y preocupante que nos acostumbremos a convivir con agencias de espionaje disfrazadas de medios de comunicación, que utilizan cualquier medio para ensuciar a quien quieren ensuciar, incluso recurriendo a grabaciones de conversaciones privadas, pagándole a quienes les arrimen cuentos o grabaciones, o algo que pueda en cierta forma ensuciar a quien quieren ensuciar”, dijo el senador Manini Ríos anoche durante la sesión extraordinaria del Senado, convocada para tratar el escándalo suscitado con el descubrimiento de una red de corrupción y espionaje instalada dentro de la misma Torre Ejecutiva.
El líder de Cabildo Abierto se refería al “caso Astesiano”, una telenovela digna de Verónica Castro que diariamente viene desnudando una red criminal que falsificaba pasaportes, instruía a funcionarios del ministerio del Interior y de Relaciones Exteriores, y ahora nos enteramos, también espiaba a políticos.
Pero Manini, cauteloso por formación y temperamento, prefirió no referirse ni a la agencia de publicidad oficial ni al diario oficialista (que no es lo mismo que el Diario Oficial; eso ya nos convertiría de pleno derecho en una república bananera). Esto a pesar de que El País –también oficialista durante un proceso cívico-militar al que hoy llaman dictadura sin tapujos– en la mañana de ayer tuvo el mal gusto de colocar una nota en su página 3 sugiriendo bellacamente que Astesiano podría tener algún vínculo con Cabildo Abierto. Debemos admitir que, como el Chapulín Colorado, “lo sospechamos desde un principio”. Pero la agencia de publicidad oficial –y sus encuestadoras asociadas– no están a la altura del mítico Leo Burnett ni mucho menos. A decir verdad, van siguiendo el libreto de Durán Barba casi que al pie de la letra, conduciéndonos hacia un precipicio que percibimos cada vez más cercano. Esperemos que hayan al menos comprendido las básicas de geometría y que si planean un giro, este no sea de 360 grados.
Sin embargo, por más perspicaces que pretendamos ser, nunca imaginamos que El País cayera aún más abajo en servicio de esos mandantes cuyo poder se extiende por la política y la sociedad como tal la mítica hydra. Pero con lo de ayer parecieron caer al nivel del sótano, arriesgando terminar contaminados con sus propios efluvios.
Me pregunto, ¿qué es lo que preocupa a El País? ¿Será que ve emerger un verdadero periodismo investigativo y teme quedar al descubierto como corneta del poder de turno? ¿Qué es lo que debe proteger? Tan preocupados por ensuciar a Manini y a Cabildo Abierto, ¿no se han percatado todavía que posiblemente altas esferas de la elite uruguaya estén probablemente vinculadas con el narcotráfico? ¿Por qué en vez de hurgar por los retretes cabildantes no se preguntan la razón por la que no se hicieron cambios en la Aduana con la nueva administración, que dejó al sucesor de Canon en su lugar? ¿Será que para comprender la esencia de este matutino debemos hurgar en la obra de Lampedusa? Sigan entreteniéndonos con las desventuras de Cristina Kirchner o las zanahorias y los boniatos que faltan de las ollas populares; probablemente perciban que los ciudadanos somos un conjunto de cretinos útiles que no se dan cuenta que la hidra los ha invadido desde el sótano donde se encontraba adormecida.
Antonio Raimondi
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