Que Argentina esté en la final de la Copa del Mundo, debe ser un motivo de orgullo para esta región del mundo y en especial para aquellos que vivimos en este “barrio”. Para nuestros vecinos se da una oportunidad de poder demostrar su capacidad deportiva, con la ilusión intacta de ser nuevamente campeones del mundo.
Que bien le va a hacer a Argentina poder conquistar ese sueño, en un momento en el cual atraviesa una severa crisis en muchos niveles. Salir victoriosos, cuando parece que se han caído sus liderazgos, demostrará una vez más cómo, este noble deporte que es el fútbol, logra unir a aquellos que piensan de manera totalmente opuesta, ya sea en una concepción política o económica.
Y los uruguayos debemos entonces hacer una causa común con los argentinos, frente a este momento, porque es un vecino y está en el barrio.
Más allá del primer traspié con Arabia Saudita, el equipo liderado por Lionel Messi sacó la voluntad de salir adelante frente a tan tremenda adversidad. Brillaría frente a México con un triunfo contundente de 2 a 0, y algo similar sucedió cuando enfrentó a Polonia dónde obtuvo un resultado igual.
También le ganó a Australia (2-1). Y su gran momento fue con Países Bajos, dónde tras ir triunfando dos a cero, le logran empatar y cuando parecía que estaba todo perdido, da una lección en el momento de los penales. Eso se llama sobreponerse.
Ya lo decía Jorge Luis Borges en 1946 en Nuestro pobre individualismo: “Para el argentino su héroe popular es el hombre solo que pelea con la partida, ya en acto (Fierro, Moreira, Hormiga Negra), ya en potencia o en el pasado (Segundo Sombra). Otras literaturas no registran hechos análogos”. Argentina es un país de héroes solos, como Maradona, como Messi. Uruguay también supo en varias ocasiones sobreponerse y salir adelante frente a la adversidad y se hicieron causas comunes dentro de la patria. Eso lo tenemos en común. Muchas veces somos injustos con Argentina y no somos de preguntarnos que hubiera sido de Carlos Gardel o China Zorrilla, sin esa acogida que supieron recibir del otro lado del Río.
Por otro lado, este Mundial en Catar nos sigue dando sorpresas. Marruecos, un país africano con serias dificultades en su economía y estructura social, también podría llegar a la final. Mientras que Argentina logró su pasaje enfrentándose a Croacia, el desafío de Marruecos está con Francia, un poderoso equipo lleno de estrellas.
Y sería un gran motivo de alegría que dos países emergentes disputen la final. En parte, Marruecos y Argentina se parecen. Porque ambos han demostrado a lo largo del campeonato rebeldía y se han enfrentado a naciones otrora muy poderosas, las cuales se presentaron como leones confiados de derrotar a quienes se les enfrentarán.
El poderío de Inglaterra, España, Alemania, Países Bajos, quedó por el camino. Marruecos puede entonces convertirse en la gran revelación, no solo para África, sino también para los países en vías de desarrollo. Y una final entre Argentina y Marruecos sería un hecho histórico en el multimillonario e influyente mundo del fútbol, además realizado en uno de los países más ricos del mundo. Las enseñanzas que desde ya está dejando Argentina (y porque no también Marruecos), es que las esperanzas se mantienen intactas en varios aspectos para las naciones más desfavorecidas del mundo y muchas veces castigadas por quienes desean crear una nueva realidad mundial, con reglas a su medida.
El fútbol sigue siendo uno de esos lugares donde los David, en medio de su economía o su realidad social, se enfrentan a los Goliat, más poderosos en todos los sentidos. Cómo integrantes de este Mercosur, esperamos el triunfo de Argentina en la final y si se enfrenta al país africano, será sin duda un momento histórico para aquellos que aún consideran a algunas naciones como “un tercer mundo”. Sería una final de un Mundial vista por cientos de millones de personas en el denominado “primer mundo”, dónde podrán apreciar que 22 jugadores en la cancha muestran la rebeldía que aún persiste en naciones poco favorecidas, rebeldía que también servirá para enfrentar el futuro que algunos desean imponer.
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