Como corresponde al momento, si de fútbol vamos a hablar, no serán consideraciones deportivas, que están muy bien cubiertas por parte del criterioso y excelente comentarista don Sergio Gorzy.
Tampoco invadiremos el espacio de la literatura, que ha estado a cargo de famosos y numerosos escritores, cuya pluma no ha escapado al sortilegio y el encanto de este deporte, pues sobre fútbol han escrito desde Borges y Bioy Casares, Augusto Roa Bastos, Parra del Riego, Javier Marías, Osvaldo Soriano, Mario Benedetti, Alfredo Bryce Echenique, Pacho O’Donell, Diego Lucero, Eduardo Galeano, Carlos Maggi, Elvio Gandolfo, Alejandro Dolina y Roberto Fontanarrosa, entre otros, hasta quienes han sido exitosos jugadores de altísimo nivel profesional, como el talentoso Jorge Valdano. De éste último, escritor, seleccionador y prologuista de “Cuentos de fútbol”, que comienza diciendo en su proemio que el fútbol tiene poco aprecio por la inteligencia y a su vez no han sido amables las opiniones de los intelectuales respecto del fútbol, le debemos reconocer que termina reconciliándolos, al recomendar que “si te gusta el fútbol, piérdele miedo a la letras y si amas la literatura no creas que el balón es un objeto siniestro”.
En el limitado espacio de esta nota, no es posible abarcar un tema que es inmenso, cualquiera sea el ángulo del que se mire.
Por lo tanto, salvo la transcripción de algunos párrafos que me sedujeron en forma especial, me tendré que limitar a sugerir o aconsejar las lecturas de aquellos relatos que me han parecido singularmente estupendos y que pueden encontrarse en internet.
Del propio Jorge Valdano es imperdible la lectura del titulado: “Creo, vieja que tu hijo la cagó”, y lo es igualmente “Puntero izquierdo” de Mario Benedetti.
Con la relatividad del juicio personal, creo que el mejor cuento que leí es el de Roberto Fontanarrosa, que describe como nadie puede hacerlo el pasional enfrentamiento en Rosario su ciudad natal, entre los partidarios de Newell’s Old Boys (“los leprosos “) y los de Rosario Central (“los canallas”) cuyos motes superlativamente ofensivos, están marcando la altísima temperatura de una contienda salvaje, que con minuciosidad incomparable e irreverente gracia relata en aquel titulado “17 de diciembre de 1971”.
Por su parte Alejandro Dolina nos recuerda que, en un partido de fútbol caben novelescos episodios, porque “allí reconocemos la fuerza, la velocidad y la destreza del futbolista. Pero también el engaño astuto del que amaga una conducta para decidirse por otra, de las sutiles intrigas que preceden al contragolpe, la nobleza y el coraje del que cincha sin renuncios, la lealtad del que socorre a un compañero en dificultades, la traición del que lo abandona, la avaricia de los que no sueltan la pelota, y en cada jugada la hidalguía, la soberbia, la inteligencia, la cobardía, la estupidez, la injusticia, la burla, la risa o el llanto”.
De los referís, que son un mundo aparte dentro del espectáculo, se ha hablado mucho y casi siempre mal. No obstante, Eduardo Galeano sostiene con toda razón que es el que corre más en la cancha, mucho más que cualquiera de los jugadores durante el partido.
O aquel Juez demasiado justo de Dolina, que no sólo evaluaba la jugada para cobrar una infracción, sino que sopesaba también las condiciones morales de los jugadores involucrados, sus historias personales, sus merecimientos deportivos y espirituales, y recién entonces decidía, procurando favorecer a los buenos y castigar a los malos, creyendo que el silbato no estaba sólo al servicio del reglamento, sino también para hacer cumplir los propósitos nobles del Universo.
Finalmente, unas simples observaciones generales sobre las enseñanzas que ha dejado el campeonato mundial que acaba de finalizar:
- El nivel de competencia europeo es superior al sudamericano, pues son más países, más equipos y mucho más alto el nivel económico;
- La alta rentabilidad del mercado europeo justifica el éxodo de los futbolistas locales, lo que explica que de todos los jugadores sudamericanos que compitieron en Catar solamente uno sólo está jugando en su país;
- Los adelantos técnicos y mejoras que permite la abundancia de recursos para la preparación y entrenamiento, significa las mayores comodidades en toda la infraestructura, la dieta alimenticia y la preparación física a cargo de especialistas, la ayuda psicológica y la enseñanza de idiomas, la rigurosa exigencia y la obediencia estricta en un régimen de disciplina casi militar;
- A cambio del sacrificio de una dedicación total, que impone la renuncia a muchas de las tentaciones y debilidades propias de la vida privada en plena juventud, las remuneraciones alcanzan hoy un nivel, que permite a los jugadores una muy sólida situación patrimonial.
La Argentina, mejorando en cada partido logró el milagro de un triunfo esforzado y vibrante, bajo la batuta de un Messi genial, en una final que fue un espectáculo cargado de emociones e incertidumbre digna para la culminación de un evento grandioso y una ceremonia de gala.
El diario La Nación dijo el domingo, horas antes del partido, que había en la gente “una expresión de felicidad que será difícil de encontrar en otros aspectos”. Y el periodista Carlos Pagni escribió que “el deporte le devolvió a la ciudadanía argentina el sentido de comunidad detrás de un mismo ideal, que no le puede dar la política”. Aludiendo, obviamente, a la grieta insidiosa que la separa.
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