A pesar de la creciente tendencia a la fragmentación del comercio internacional, los mercados financieros siguen estando fuertemente integrados. Los flujos internacionales de capital siguen en gran medida sin ser regulados y se han vuelto más volátiles que nunca. Esta es una combinación que en la actualidad está resultando letal para muchos países de renta baja y media. La liberalización de las cuentas de capital en estos países en la década de 1990 abrió las puertas a la entrada de “dinero caliente”: capital financiero privado impulsado no tanto por las perspectivas económicas de los países en desarrollo, sino por las políticas macroeconómicas de los países desarrollados. En los años posteriores a la crisis financiera mundial de 2008, los flujos de capital hacia los mercados emergentes y “fronterizos” se dispararon a medida que la prolongada expansión monetaria de los bancos centrales de los países desarrollados alimentaba las burbujas de activos. Los agentes financieros se endeudaron a bajas tasas de interés en dólares para prestar divisas a los países en desarrollo o para colocarse en los mercados de monedas locales. Estas entradas de capital provocaron la apreciación de las monedas de los países emergentes, lo que hizo que estas operaciones de “carry-trade” resultaran especialmente rentables, al menos durante un tiempo.
Pero en la actualidad, la combinación de tasas de interés más altas y los ajustes fiscales de los países desarrollados arriesga con provocar una recesión sin hacer frente a las fuerzas reales que están detrás de la creciente inflación. Como resultado de haber seguido el ejemplo de la Reserva Federal de Estados Unidos, muchos países de renta baja y media se enfrentan ya a una grave estanflación, mientras que su elevada integración con los mercados financieros mundiales empeora los problemas económicos. En lugar de imitar el enfoque ineficaz de los países desarrollados, los países en desarrollo y emergentes deben introducir políticas adaptadas a sus necesidades específicas y a sus economías políticas. Tales políticas incluyen el control de los precios de los productos básicos clave, el aumento de la producción nacional para aliviar carencias críticas y la garantía de protecciones sociales para los nuevos desempleados y los más afectados por la elevada inflación. Por encima de todo, los países en desarrollo deben mitigar los riesgos asociados a la globalización financiera, introduciendo controles de capitales más eficaces que restrinjan los flujos de inversiones volátiles, especialmente aquellos que contribuyan a la volatilidad en el tipo de cambio.
Jayati Ghosh, en Project Syndicate
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