Un punto que a menudo se pierde en los debates sobre la inflación y la política de los bancos centrales. La inflación es fundamentalmente el resultado del conflicto distributivo entre empresas, trabajadores y contribuyentes. Solo se termina cuando los distintos actores se ven obligados a aceptar el resultado. El origen del conflicto puede ser una economía demasiado recalentada. En el mercado de trabajo, los trabajadores pueden estar en una posición más fuerte para negociar salarios más altos con los precios actuales. Pero, en el mercado de bienes, las empresas también pueden encontrarse en una posición de mayor fortaleza fuerte para aumentar los precios con los salarios actuales. Y así sucesivamente. El origen del conflicto puede estar en precios demasiado elevados de las materias primas, como por ejemplo la energía. Las empresas pretenden aumentar los precios, dados los salarios, para reflejar el mayor costo de los insumos intermedios. Los trabajadores intentan resistirse a la disminución del salario real y exigen salarios más altos. Y así sucesivamente.
Para resolver el problema, el Estado puede llevar adelante varias acciones. Mediante la política fiscal, puede desacelerar la economía y acabar con el recalentamiento. Puede subvencionar el costo de la energía, limitando la disminución del salario real y la presión sobre los salarios nominales. Puede financiar las subvenciones aumentando los impuestos de algunos contribuyentes actuales, por ejemplo, aplicando impuestos extraordinarios sobre las ganancias o permitiendo un aumento del déficit, y difiriendo los impuestos para los futuros contribuyentes (que tienen poco que decir en el proceso…). Pero, al final, obligar a los agentes a aceptar el resultado, y de este modo estabilizar la inflación, suele quedar en manos del banco central. Al ralentizar la economía, puede obligar a las empresas a aceptar precios más bajos en función de los salarios y a los trabajadores a aceptar salarios más bajos en función de los precios.
Esta es una forma muy ineficaz de afrontar los conflictos distributivos. Se puede/debe soñar con una vía de negociación entre los trabajadores, las empresas y el Estado, en la que se alcance el objetivo sin que se dispare la inflación y se haga necesaria una dolorosa desaceleración. Pero, por desgracia, esto requiere más confianza de la que se puede esperar y sencillamente no ocurre. Aun así, esta forma de pensar sobre la inflación permite identificar el problema y pensar en la solución menos dolorosa.
Olivier Blanchard, en su cuenta de Twitter, jueves 30 de diciembre
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