Con más de seis décadas en los medios, es uno de los periodistas deportivos de más extensa trayectoria en Uruguay. De hecho, fue reconocido en el último Mundial por ser uno de los que más campeonatos del mundo ha presenciado. Entrevistado por La Mañana, el destacado relator de fútbol recordó sus inicios en el rubro y contó cómo fue la crisis vocacional que atravesó al estudiar abogacía, carrera de la que se recibió a pesar de saber que no se dedicaría a eso. También habló sobre su presente y contó por qué no le gustan las redes sociales.
Como uno de los periodistas que vio más mundiales, ¿cómo evalúa el desarrollo del último Mundial?
Yo empecé en el Mundial de Inglaterra en el 66, el último fue el número 15. Fuimos invitados Macaya y yo a ver el partido de Uruguay-Portugal con el presidente de la FIFA y el presidente de la Asociación Internacional de Prensa. Yo me vine antes de Catar por pedido de mis hijas, porque por un tema de salud estuve internado allá cuatro días. Estando acá me llamaron de parte del presidente de la FIFA para invitarme a ver la final con él, pero ya estaba en Montevideo. Todo fue muy emotivo, muy lindo, me dieron la copa. Yo tengo dos nietos divinos, Milagros, de nueve años, y Luca, de siete, y les dije: “Este fue el regalo más lindo que recibió el abuelo y quiero que sea de ustedes”, y Milagros dijo: “Vos querés que esta copa sea nuestra, es nuestra, pero la vas a tener vos”. Pasamos muy bien. Fue extraordinario desde el punto de vista futbolístico, con partidos fenomenales.
¿Y la participación de Uruguay?
Deplorable.
¿Lo decepcionó?
Absolutamente. Todos los elogios que prodigué para Diego Alonso en las Eliminatorias cuando nos clasificó, los transformé en críticas muy duras. No sé qué le pasó, hizo todo mal. Es algo muy difícil de entender, pero tienen que haber pasado cosas feas, porque yo nunca vi dos jugadores que dijeran que el técnico había planteado mal el partido. Además, en el caso de Josema, siempre fue un muchacho de mucho temperamento, mucho carácter, pero Cavani es un tipo excepcional, un lujo como persona, y cuando dijo lo que dijo, ¡caray! Aparte, todo lo que se había hablado de Ortega, lo bien que se había manejado, nadie sabe lo que pasó con él. Entonces, son cosas muy tristes, muy feas, porque además teníamos mucha ilusión y teníamos todo para que nos fuera bien; por lo menos, pasar la serie, y si hubiéramos salido primeros en la serie, lo que era muy factible, habríamos jugado con Suiza y era una posibilidad muy buena de seguir adelante.
¿Cómo vio la final y el triunfo de Argentina?
Yo, siempre que juega Uruguay, hincho por Uruguay, y si no juega Uruguay, por Argentina. A mí la gente de Argentina me ha tratado mejor que la de Uruguay.
¿Por qué?
No sé, siempre fue así, todos los tipos importantes del fútbol argentino a mí me dieron muchísima pelota. Empezamos en el año 69. En aquel tiempo me faltaban tres materias para recibirme de abogado y había hecho una gran relación con (Osvaldo) Zubeldía, que era el técnico de Estudiantes de la Plata que fue campeón de América tres veces. Un día, en febrero del 69, nos fuimos a cenar al Hermitage. Él estaba con el dueño de Radio Rivadavia, Fernández Cortés, que recién había comprado la radio y había decidido hacer de ella la radio deportiva de la Argentina. Había contratado a José María Muñoz como relator, y Zubeldía le dijo: “Antes de contratar al comentarista quiero que conozcas a un amigo mío en Uruguay”. Fue una cena de cuatro horas, fantástica, y me dijo: “Osvaldo me había hablado de usted, se viene conmigo”. Yo le dije que era consciente de que ese tren pasaba una sola vez, pero que, si me iba con él, les fallaba a las dos personas a las que más les debo en la vida. Una era mi madre, que antes de irse —se fue muy joven, yo tenía 15 años cuando murió— me pidió que terminara la carrera. Y si yo quería darle un disgusto a mi padre, le decía que dejaba de estudiar. Tenía una crisis vocacional tremenda, ya sabía que iba a ser mucho más periodista que abogado, entonces, lo que hice fue cumplir con lo que creía que era un mandato de conciencia, decir que no a la oportunidad más grande de mi vida, que lo fue.
Entonces, siempre Argentina conmigo fue fantástica, los periodistas, los principales técnicos… Yo empecé con Zubeldía, después seguí con Menotti, con Bilardo, Pizzuti, Bianchi, todos tipos que me brindaron las mejores posibilidades, me trataron excepcionalmente, y los periodistas argentinos, con quienes tengo una notable relación. Ellos saben que yo soy pro-Argentina. Antes de la final, dije que quería que ganara Argentina, y alguna puteada me llegó, pero uno dice lo que siente.
¿Qué expectativas tiene a futuro con la selección uruguaya?
Es una situación muy compleja. Hay que ver qué va a resolver la AUF. Hay que tomarlo con calma, porque de estas situaciones se sale con mucha cabeza y con planes muy concretos que se tienen que llevar adelante. Se está yendo una generación de futbolistas que fueron muy importantes para nosotros. Si me preguntabas quién iba a ser la figura uruguaya del Mundial, yo decía Valverde, pero fue una gran decepción. El mejor jugador lejos fue Bentancur. En el primer partido, Diego Alonso lo puso a jugar atrás de Josema, cuando estaba jugando notablemente en el Tottenham y podría haber sido un socio magnífico de Valverde. Se cometieron errores graves en la lista, en la formación del equipo, en el posicionamiento de los jugadores en la cancha, en la forma de plantear los partidos y en los cambios. Mi opinión personal es que Diego Alonso no debe seguir.
¿Cómo se despertó su vocación por el periodismo deportivo?
Yo tenía 13 años cuando mi madre se enfermó de cáncer, y tuve que dedicarme a una cantidad de cosas relacionadas a su enfermedad y empecé a manejar. Mi padre tenía tres trabajos, era profesor de Historia, fue la máxima autoridad del Museo Zorrilla de San Martín, después fue director de liceo. Cuando murió mi madre, mi padre me dijo: “Ya no usás más el auto”. Yo le dije que quería trabajar, y él tenía terror de que dejara de estudiar por trabajar. Yo nunca perdí un examen, tenía muy buen promedio. Fue mi padre el que me indujo a esto, porque me dijo: “Te encanta el deporte, te expresás correctamente, ¿por qué no te buscás un trabajito en una radio deportiva, que no te demande mucho tiempo?”. Y así fue.
¿Cómo llegó su primera experiencia?
Don Carmelo Imperio, papá de Óscar Imperio, que era compañero mío, era un gran hombre del carnaval y del mundo publicitario, y me hizo un par de entrevistas. A los días me llamó para decirme que había una vacante de comentarista de fútbol de reserva en radio Sarandí. Fui, hice una prueba y entré en junio del 61. De entrada, me encantó. Además, tuve la suerte de que trabajé con un fenómeno, Carlos Solé, que era el relator de América, y una gran persona. A los 21 años, en marzo del 65, me dijo que quería que fuera su comentarista de primera división, y me fue fantástico. A partir del 65, tres meses estaba fuera del país, viajando. En el 66 fui dos veces a Europa. Estiraba el pasaje que me daba la radio porque yo era un pelado y la única manera que tenía de conocer Europa era esa. Siempre tuve la sensación de que yo iba a ser mucho más periodista que abogado.
¿Y por qué decidió estudiar abogacía si no era lo suyo?
Mis profesores me decían en el liceo Zorrilla que yo iba a ser un abogado bárbaro porque era el defensor de todos los reos que había en la clase. Nunca me cuestioné si realmente quería ser abogado, era un tipo con mucha facilidad para estudiar y salvar los exámenes, pero jamás pensé que iba a ser abogado más que periodista. Cuando vino Zubeldía con Fernández Cortés, a mí me faltaban tres materias para recibirme, y ese mismo año me recibí. Si yo me hubiera recibido antes, me habría ido a Argentina. La única duda que tenía era mi viejo, porque siempre fuimos muy compinches. Yo pensaba: “Si me voy, dejo al viejo solo acá”. Un día, charlando, me dijo: “Si vos te hubieras ido, yo me habría ido a vivir al garaje de tu casa”. En el 80 vino Menotti y me dijo: “Necesito un comentarista como vos”. Trabajé allí un año y fue extraordinario. Siempre creí que era un lugar ideal para mí y lo corroboré. Me tenía que haber ido a vivir al año siguiente, pero me quedé… la familia, mi esposa, mi viejo, mis hermanas, por algo no me fui. Adoro Argentina, es un lugar donde me hubiera ido sensacionalmente bien, y las veces que fui me fue muy bien.
Usted escribió en La Mañana también.
Sí, escribí en La Mañana y en un proyecto que hizo en El Diario de la Noche César Reyes, pero además hay una relación de familia: mi papá era muy amigo de don Carlos Manini Ríos. Empecé a trabajar en El País en el 76 por iniciativa de don Carlos Scheck, y me enseñaron un oficio. Después, cuando surgió El Observador, formé parte del proyecto inicial, que fue una maravilla. Yo iba, escribía, y me quedaba dos horas para hablar con los especialistas de las diferentes ramas de actividad, para aprender y desarrollar mis conocimientos.
Un día me llamó el Dr. Daniel Scheck, con el Arq. Scheck, y me dijeron: “Queremos que vuelvas a casa”. Yo volví con mucho dolor, porque no quería irme de El Observador, pero había un proyecto familiar: estaba pendiente el futuro de mi hijo, entonces, para mí no había nada más importante que eso. Durante 13 años a mi esposa y a mí el tratamiento nos costó US$ 2.000 por mes. Mi hijo llegó a este mundo sin el debido desarrollo intrauterino, entonces, se pensaba que iba a ser un chico con limitaciones muy importantes, y fue un proyecto familiar fantástico. Mi esposa fue una leona y mis hijas siempre adoraron a su hermano y colaboraron enormemente, y entre todos conseguimos que mi hijo lleve hoy una vida independiente; conduce el auto mejor que nadie en la familia, es un gurí muy querible. Fue una de las mayores pruebas que la vida nos puso, unirnos todos en función de un objetivo.
Nosotros nunca tuvimos dinero. Hoy me cuesta llegar a fin de mes, no tengo ningún empacho en decirlo, no me da vergüenza. Para tener plata hay que estar preparado, y querer tenerla. Para mí hay cosas mucho más importantes. Lo más importante que tenemos los hombres públicos es que ningún hijo nuestro tenga vergüenza de decir quién es el padre. Yo tengo unos hijos maravillosos, me han respaldado a muerte en todo lo que decidí. Y estoy en una etapa de mi vida en la que la gente me dice: “¿Y por qué seguís trabajando?”. Yo sigo trabajando porque me hace bien, soy feliz trabajando. Además, creo que mentalmente me ayuda muchísimo a sobrellevar todo, por eso, me encantaría que Dios me diera salud para morir trabajando.
Yo en julio fui al médico y me enteré de que tenía un cáncer, y tomé las cosas con mucha naturalidad. ¿Cuánto voy a vivir? No sé, yo creo que un rato más. Lo más importante es vivir bien, no es un tema de tiempo, sino de calidad de vida. Yo tengo en este momento la gran preocupación que es acompañar a mi hijo lo más que pueda, hasta donde sea. Tengo la suerte de que mis hijas son unas fenómenas con él. Tengo dos nietos divinos y ahora Manuela está esperando familia. Lo único que pido es que pueda vivir de la mejor manera posible lo que me queda para que los que me rodean no sufran. A mí el sufrimiento no me genera ningún tipo de tormento, al contrario, soy fuertísimo física y mentalmente.
Pertenece a una generación que dio grandes personalidades del relato futbolístico. ¿Cómo ve a las nuevas generaciones de periodistas deportivos?
Yo empecé con Carlos Solé. Si no hubiera empezado con él, no estaría acá contigo. Tuve la suerte de trabajar con el mejor relator de América. Y hoy hay grandes periodistas. Yo tengo una estupenda relación con Alberto Kesman, vivimos cosas muy lindas. En el 2010 yo era el comentarista exclusivo de Canal 10, y se turnaban un partido cada uno Rodrigo Romano y Roberto Moar. Y les fue muy bien. Hay muy buenos profesionales. De las alegrías más grandes de este Mundial fue el trabajo de Diego Jokas, que fue extraordinario. Me hace feliz ver que hay gente que aparte de condiciones periodísticas tiene dotes desde el punto de vista humano que hacen que merezcan que les vaya muy bien. Tienen una cantidad de cosas que yo no tenía.
¿Por ejemplo?
Yo, cuando empecé en esto, era un paria que me revolvía como podía y trataba de hacer las cosas de la mejor manera posible, pero hoy hay elementos, escuelas de periodismo. Nosotros no teníamos nada, fue duro imponerse, además yo trabajaba simultáneamente con grandes personalidades del comentario de fútbol como Luis Víctor Semino, Adolfo Oldoine, gente importantísima. Uno tiene que estar profundamente agradecido. Yo tengo una muy buena relación con los periodistas, sobre todo, aquellos que tienen la condición de ser humildes, cambiar ideas, preguntar cosas. He tenido compañeros con los que he tenido una relación formidable durante años, que hoy los veo triunfar. No hay cosa más linda para uno que ver que gente que empezó con uno, teniendo ya un montón de años en esto, triunfe y le vaya mucho mejor. Lejos de molestarme, me encanta. En la vida cada uno recibe lo que merece y hay gente que está trabajando muy bien. El trabajo que hicieron en el Mundial fue realmente formidable.
¿Cómo lo recibe la gente?
Tengo la suerte de que la gente me trata con mucho respeto. Por supuesto que hay muchos que no estarán de acuerdo con lo que yo digo, pero que la gente te respete incluso en la discrepancia, es lo más importante que hay.
La mejor calidad del trabajo y el anonimato: pros y contras de la tecnología
Para los periodistas deportivos, el avance de la tecnología cambió totalmente su trabajo. En el año 66, Da Silveira transmitió la final de Peñarol-Real Madrid, que Peñarol ganó en Madrid 2 a 0. En esa época transmitían por frecuencia radiotelefónica, y cuando caía el sol en el Ecuador tenían que parar tres minutos para hacer un cambio de frecuencia y seguir transmitiendo. “El modo de ejercer el trabajo ha cambiado de una manera sustancial. La ciencia nos ayudó enormemente para mejorar la calidad de nuestro trabajo y poder cumplir con la audiencia de mejor forma”, comentó en ese sentido.
Igualmente, admitió que no todo es bueno. No le gustan las redes sociales y no tiene, entre otras cosas, por entender que mucha gente “cobardemente” se ampara en el anonimato para decir cosas que no se anima “cara a cara”, mientras que él va “de frente” con todo el mundo, aseguró. “Yo sé que si tuviera redes sociales podría acceder a una cantidad de información, pero ese es el aspecto negativo que veo de un progreso notable que ha habido en materia de realización de nuestra profesión”, dijo el entrevistado.
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