Un viaje a cargo de tres tripulantes uruguayos en una pequeña pero fuerte embarcación. Fue así, un 31 de enero de 1960 que José Firpo, Jorge Nader y Carlos Costa, emprendieron la travesía de dar la vuelta por los mares del mundo. En 34 meses llevaron la bandera de nuestro país a cada puerto, y se volvieron los héroes al llegar al país.
Hace poco más de 60 años, un grupo de uruguayos llevó a cabo lo que se podría definir como una espectacular hazaña: un viaje por todos los mares del mundo en un pequeño barco que fue comprado a pulmón. Esa es la historia de los alféreces Jorge Nader y Carlos Costa, y el guardiamarina José Firpo, quienes navegaron a lo largo de tres años llevando la bandera de nuestro país por el mundo.
El barco con el que viajaron los marinos fue denominado “Alférez Cámpora”, en honor a otro compañero que viviría con ellos la travesía, sin embargo, días antes de partir, falleció en medio de una intervención quirúrgica, por lo que sus compañeros decidieron nombrar la embarcación en su honor.
En una publicación -“Una Epopeya Uruguaya-La Vuelta al mundo del Alférez Cámpora”-a cargo del periodista Carlos María Gutiérrez, quien viajó con los marineros desde Dakar a Uruguay en la vuelta, se relata que la embarcación no contaba con numerosos equipos y repuestos. Sé llevaron a bordo unas 3.000 latas de conserva, azúcar, aceite, combustible y kerosene. A su vez, contaban con 300 libros en donde se podían encontrar manuales de mecánica, o con temáticas de salud por si alguien enfermaba.
Pablo Firpo es el hijo del guardiamarina que realizó la hazaña; en diálogo con La Mañana, recordó diversas historias de su padre, entre las que recordó que el viaje llevó una preparación de cuatro años antes de partir.
Lo cierto es que el Alférez Cámpora no era un barco de grandes velocidades, pero sí lo destacaron como una embarcación fuerte. Es por esto que, luego de la travesía, varias universidades de los Estados Unidos se interesaron en él para poder realizar estudios, incluso ofertaron para obtenerlo.
Se trataba de un barco con casco de acero, con 14,74 metros de eslora, 4,20 de manga y 2,40 de calado. Antes de partir se cambió su motor por uno diesel. No contaba con radar ni con ecosonda para medir la profundidad, es por esto que la navegación se basaba en instrumentos clásicos y con guardias en cubierta las 24 horas.
Historias sobre la mesa
El entrevistado recordó que, en los almuerzos familiares, su padre siempre tenía diversas historias y relatos para contar. “Algunas preguntas siempre surgían, y mi padre nos contaba cosas increíbles, sobre todo cuando éramos niños con mis hermanos. La hazaña estaba presente en la familia”, comentó.
Una de las tantas historias que más recuerda Firpo, fue cuando su padre relató que estaba timoneando el barco y sintió un temblor, al mirar hacia el frente ve unas olas gigantes, “del tamaño del Panamericano”, las describió. Eran tres olas, por lo que debió realizar diversas maniobras para no quedar de frente a ellas. “Resulta que se trataba de un maremoto que cayó en Japón, pero lo supieron luego a través de la radio”, explicó el entrevistado.
Sin embargo, según los relatos del guardiamarina a su hijo, las mayores dificultades de tres años en altamar no fueron enfrentar olas de maremoto, sino la convivencia. “Estás en algo que se mueve, mucho tiempo en altamar, y como pasa en la vida, a veces uno se levanta de mal humor, pero hay que mantener la cordura para no dejarse llevar y arrebatarse descuidando el clima a bordo”, citó Firpo a su padre.
Destaca que su padre contaba con una gran cualidad para sobrellevar esa situación, y que era una persona que mantenía la calma en situaciones complicadas y siempre con alegría, “aunque crep que es algo que, en gran parte, lo adquirió en esa travesía”, indicó.
Firpo expuso que, para su padre, el viaje fue una experiencia que no la olvidó en toda su vida. “La vivió como alguien de esa edad (28) vive una experiencia de ese tipo, con historias, con momentos divertidos. Treparon las pirámides de Egipto y hay fotos de ellos arriba del todo. Siempre tenía cuentos que los bajaba a tierra y relacionaba con cosas del día a día. Algo que a veces comentaba era que se podía morir tranquilo porque ya había conocido todo lo que necesitaba”, rememoró.
Que no quede en el olvido
Firpo fue consultado acerca de si entiende que el hecho de la travesía no tiene, actualmente, difusión y reconocimiento a la altura de los hechos. Aseguró que así es, y que hace falta difundirlo en mayor medida, “porque fue una hazaña que para la época era sin precedentes”, dijo.
“El Alférez Cámpora fue un barco que tuvieron la oportunidad de comprar a pulmón, más allá de que la Armada les adelantó algunos sueldos para que hicieran el viaje. Ellos no dejaban de representar al país en cada puerto donde bajaban”, sostuvo el entrevistado.
En aquella época, el diario El País publicaba todos los días las novedades que daban radioaficionados sobre el lugar en el que se encontraban los tripulantes. “Mi abuelo llenaba un mapamundi con el recorrido del barco cada vez que iba llegando a puertos, seguía la línea del recorrido. Casualmente mi abuelo falleció cuando mi padre estaba en Egipto, y el mapamundi está marcado hasta allí”, relató Firpo.
“Tengo 44 años y sé de primera mano todo el cuento, pero sé de gente mayor que lo vivió desde otro lugar, que estaban permanentemente atentos a dónde estaban los uruguayos, y cuentan cosas que ni yo sé, sobre todo generaciones de más de 70 años”, expuso.
Comentó que en su casa tenía fotos guardadas de cuando los marineros llegaron a Uruguay después del viaje. En ellas se ve al Puerto del Buceo “como un hormiguero de gente”, en todo el tramo de la rambla. De allí fueron a la explanada de la Intendencia de Montevideo, que estaba repleta, al igual que la Av. 18 de Julio.
“Fueron a la Casa de Gobierno, parecía que venían de ganar un campeonato mundial de fútbol. Los pasearon en un jeep a los tres, las personas les tiraban flores. Sin embargo, hoy, parece que la gente se olvidó, no hay tanto recuerdo de eso. Sin duda que en ese momento fue algo que marcó, pero por cosas que no puedo explicar, no se siguió manteniendo viva esa hazaña que para la época fue increíble”, enfatizó el hijo del guardiamarina.
El padre de Firpo era el de escalafón más bajo de los tres y Cámpora era el más amigo de su padre. “Papá se enganchó con el viaje a través de él, y lo que pasó fue un mazazo. Incluso se planteó si seguir el viaje o no, pero tomó la decisión de seguir a pesar del duro momento y los mitos que manejan los marineros. Arrancar un viaje de ese estilo con ese cimbronazo fue bravo”, rememoró.
Los dueños de la historia
Jorge Nader nació el 16 de junio de 1929 en Maldonado, y egresó de la Escuela Naval el 24 de diciembre de 1953. Prestó servicios en el “Capitán Miranda”, el Destructor D E 1 “Uruguay”, el Centro de Instrucción de la Marina y en el Estado Mayor Naval.
Carlos Costa nació el 29 de abril de 1929 en Cerro Largo, y egresó de la Escuela Naval en la misma fecha que Nader, habiendo prestado servicios en las mismas unidades.
José Firpo, por su parte, nació el 10 de setiembre de 1931 en Paysandú, egresó de la Escuela Naval el 21 de diciembre de 1954. Las unidades en que prestó servicios son: Destructor DE 1 “Uruguay”, estado Mayor Naval, “Corbeta Maldonado” y nuevamente en el estado Mayor Naval hasta la fecha de la partida del Alférez Cámpora en 1960.
El Alférez de Navío Adolfo Cámpora, a quien hace honor el nombre del barco, nació en Montevideo el 27 de febrero de 1932, y falleció a los 26 años cuando se preparaba para realizar la navegación alrededor del mundo.
En el Museo Naval ubicado en el barrio Buceo, se encuentra en exhibición la proa del barco que se ve desde la rambla. Se muestra el recorrido que hizo la embarcación en un mapa de bronce que está bajo la proa. Si se ingresa al museo se puede ver una vitrina donde se muestran fotos e historias de la travesía.
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