Durante décadas, la comunidad internacional abordó los problemas de deuda a través del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de un acuerdo informal entre acreedores oficiales (gobiernos) conocido como el Club de París. Cuando un país endeudado atravesaba dificultades, el FMI intervenía ofreciendo financiamiento a corto plazo, a cambio de medidas económicas diseñadas para volver a colocar la economía en una trayectoria de crecimiento sostenible. Una vez que el FMI y el gobierno del país deudor acordaban un programa de reformas, los acreedores del Club de París podían negociar una reducción de la deuda bilateral oficial existente para volverla sostenible. Este proceso llevaba implícito que los acreedores privados también debían aceptar un “recorte” similar. De lo contrario, los fondos de rescate del FMI acabarían destinándose a rescatar a los acreedores privados, en lugar de a restablecer el crecimiento económico.
Aunque este sistema de manejo de las crisis distaba mucho de ser perfecto, por lo general funcionaba. Pero la situación ha cambiado notablemente en las dos últimas décadas, durante las cuales China se ha convertido en uno de los principales acreedores de los países en desarrollo. En 2022, los 74 países con menores ingresos del mundo tenían obligaciones de servicio de la deuda por un total de US$ 35 mil millones, de los cuales US$ 13.100 millones –el 37%– era adeudado a China. Según un informe del Peterson Institute for International Economics de mayo de 2021, China representa más del 50% de toda la deuda contraída de los países pobres con acreedores oficiales. La irrupción de China como principal acreedor ha creado problemas, entre otras cosas porque ha rechazado la invitación a unirse al Club de París. Mientras que los miembros del Club de París comparten información sobre los montos que se les adeudan, China no lo hace. Tampoco se ha mostrado dispuesta a participar de forma significativa en los acuerdos multilaterales de reestructuración de deudas. En su lugar, ha funcionado como una caja negra, añadiendo acuerdos de confidencialidad a muchos de sus préstamos y canalizando el crédito a través de una gran variedad de agencias.
Anne O. Krueger, profesora de economía en la Universidad Johns Hopkins y Stanford. Execonomista en jefe del Banco Mundial y exdirectora ejecutiva del FMI. Publicado en Project Syndicate
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