La central nuclear de Almaraz se acerca a su punto de “no retorno”. El cierre de su primer reactor está programado para noviembre de 2027 (el del segundo para octubre de 2028) y las estimaciones del sector es que entre finales de este año y 2024 se entre en el límite para afrontar una supuesta marcha atrás en el desmantelamiento de la central, tres años antes de que se apague. “Nos acercamos al cierre y habrá que ver qué determina el Gobierno en su evaluación preliminar del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima ahora en marzo, el cual será remitido en junio a Bruselas. Es Red Eléctrica y el Gobierno quienes deben decidir si siguen adelante con el calendario de cierre de las centrales”, explica Ignacio Araluce, presidente del Foro Nuclear, la patronal del sector. El sector afirma que está preparado para operar hasta los 80 años de vida útil, más allá de mitad de siglo, y que las centrales son ahora más seguras que nunca. Cuando se diseñó el actual escenario de desmantelamiento, todo apuntaba a unos costes de transición relativamente asumibles para los consumidores, pero el contexto internacional y la invasión rusa de Ucrania han dado la vuelta a las políticas energéticas europeas. Ahora, la nuclear es “verde” según la taxonomía comunitaria, ya que no emite CO2, y muchos países están dando un giro a sus políticas energéticas para garantizar la seguridad del suministro. Bélgica es un claro ejemplo. El Gobierno belga acaba de aprobar un acuerdo con la eléctrica francesa Engie y su filial belga Electrabel para seguir operando los reactores Doel 4 y Tihange 3 durante diez años adicionales (hasta 2036), revisando el anterior plan para el cierre de todas sus centrales entre los años 2022 y 2025. Al margen de la firme apuesta francesa por la nuclear, Suecia, y otros países europeos vienen tomando medidas similares.
La Razón, España
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