Cuando Hugo Manini me invitó a hacer una columna sobre temas ganaderos en el nuevo proyecto de La Mañana, acepté de inmediato, justificado en la larga relación familiar y personal que tengo con el emprendedor, relación que hoy tengo una mínima oportunidad para homenajear.
Pesó también en mí el recuerdo de Carlos Manini Ríos, vigoroso político colorado, talentoso periodista y escritor, de pluma filosa y culta, al que la profunda fractura que dividió a los uruguayos ocultó para gran parte de la gente (otra que “grieta” la que vivió nuestra generación…), a diferencia de otros notables analistas de los partidos tradicionales, como Maneco Flores Mora y Julián Murguía, que tuvieron un rutilante reconocimiento en los tiempos finales de la dictadura e iniciales de la reconstrucción democrática.
Grandes transformaciones en el agro
En aquellos años 70 del siglo pasado, de la Mañana de Manini Ríos, el Uruguay rural y productivo era muy diferente al actual. Por lo pronto, había mucho más gente que vivía en el campo y mucho más establecimientos que en la actualidad. El censo de 1970 relevó mil 77 mil predios y más de 318 mil personas residiendo en el medio rural. La emigración de la población del campo a la ciudad, y la concentración de la superficie en menos explotaciones, era un proceso que ya estaba instalado desde fines de la década de los 50.
Según el censo del año 2000 el número de explotaciones había caído a 57 mil, y la población agrícola era de menos de 190 mil personas.
El último dato, el más reciente, es del Censo de 2011, en el que las explotaciones declaradas no llegan a 45 mil, y la población agrícola no alcanzó a las 107 mil personas.
En este sentido, este proceso no difiere demasiado de las tendencias predominantes en todo el mundo: emigración de la población rural hacia las ciudades, concentración de la superficie en menos explotaciones; en el caso uruguayo, se agrega la extranjerización de la propiedad de la tierra a niveles inimaginables hace 40 o 50 años, cuando se discutía la prohibición de permitirle a los extranjeros poseer y explotar tierras en el territorio nacional y establecer un límite a la extensión de la propiedad individual de la tierra.
Figuras de capital colectivo que no admiten una referencia individualizable con nombre y apellido, se han convertido en los grandes terratenientes del país.
Paradojalmente, este fenómeno se agudizó durante los gobiernos de izquierda, cuyos partidos tuvieron siempre un discurso de corte nacionalista, contrario a estos procesos.
Nunca hubo en el país empresas del porte de las forestales, las principales propietarias de tierra, y, por supuesto, multinacionales extranjeras, el propio monstruo que acecha desde el ropero. Gigantes sociedades anónimas que cotizan en bolsas internacionales, pero también fondos de inversión y fideicomisos, figuras de capital colectivo que no admiten una referencia individualizable con nombre y apellido, se han convertido en los grandes terratenientes del país.
Pero no solo las empresas de capital anónimo, incluso algunas personas extranjeras –brasileros y argentinos fundamentalmente, pero también de otros países -, adquirieron grandes extensiones de tierra durante la pasada década, a la salida de la crisis económica y financiera de principios de siglo.
Ese es un cambio notable en la comparación de la realidad de 1970 y la actualidad. Veamos otros.
Leche y arroz
En los 70, el país agropecuario era básicamente un país de estancias ganaderas, que producían carne y lana. A mediados de esa década comienza a desarrollarse la lechería y a volcar los excedentes de una producción creciente al mercado internacional: dejamos de ser importadores de leche en polvo europea para compensar los periódicos déficits invernales, para iniciar un camino exportador que llevó a Uruguay a ser un actor destacado en el concierto internacional, con varios productos lácteos que llegan a todo el mundo.
También el arroz encuentra por esos tiempos una senda de desarrollo vertiginoso, con aumentos notables en su productividad y expansión territorial, hasta alcanzar una posición destacada en el comercio internacional de grano de alta calidad.
Contrariamente a los avances logrados, en estos momentos ambos rubros se encuentran muy complicados financieramente y están en retroceso, a pesar de la elevada productividad que lograron, tema que merece un análisis específico en profundidad.
Árboles y soja más adelante
En una rápida mirada global, vemos que en la década de los 90 se plantan árboles, eucaliptus fundamentalmente, pero también pinos, aprovechando las promociones de la ley forestal de 1987. Las grandes compañías forestales transnacionales hacen su ingreso al escenario.
En la década siguiente, la primera del siglo actual, la gran protagonista es la agricultura. De la mano de productores argentinos y unos pocos locales, tenaces sobrevivientes de la crisis agrícola de mediados de los 90, el rubro pega un salto de gigante y revoluciona la economía y la vida del interior y del país todo.
La explotación de los árboles plantados en la década de los 90 del siglo XX y la primera de este siglo, que ocupan cerca de 1 millón de has, es llevada a cabo fundamentalmente por las grandes compañías papeleras, seguidas por otros actores relevantes. La instalación de enormes plantas elaboradoras de celulosa, que sumada a otros productos, como paneles para la construcción, madera aserrada, e incluso rolos o chips, llevaron al rubro forestal a compartir con la agricultura y la ganadería de carne vacuna el podio en el ranking de los rubros de exportación.
Cae la oveja, crece la vaca
En la década de los 90 comienza el desmantelamiento de la majada nacional y consecuentemente la producción de lana, que había sido durante un siglo el principal producto de exportación del Uruguay. Cambios en el mercado internacional de los textiles y errores propios de política económica, aceleraron el proceso destructivo. En 1991 se contabilizaron 26 millones de ovinos y actualmente quedan poco más de 6 millones. La expectativa de recuperación recae en la orientación hacia la carne ovina y las lanas finas, que le dan alta rentabilidad al rubro. Las trabas para el desarrollo del sector vienen de otro lado.
En la ganadería de carne vacuna, en todo el tramo histórico, nunca haciendo punta, pero sin pausa, se van incorporando cambios modernizadores a lo largo de toda la cadena productiva, desde los campos hasta el puerto, pasando por los frigoríficos y los sistemas logísticos. La institucionalidad pública y privada acompaña este proceso y le da sustento y confiabilidad, con el estandarte de la identificación electrónica individual de todos los animales del rodeo y la trazabilidad de la carne como garantía de control efectivo.
La ganadería de hoy produce volúmenes importantes de carne altamente valorada en los mercados del mundo, con más de 100 destinos abiertos donde coloca todo tipo de productos de acuerdo a la demanda en cada caso.
La intensificación de la producción en los campos permite obtener reses más jóvenes y mejor terminadas, que ofrecen carne de máxima calidad y precio para los mercados más exigentes, entre ellos, el abasto doméstico. Hace 30 años, el 80 % de los novillos de faena eran animales añosos, de “boca llena”; actualmente dos tercios del total de los novillos procesados son jóvenes, de dentición incompleta.
La ganadería de carne es la actividad de mayor trayectoria histórica e importancia en la economía del país, por la cantidad de gente y de recursos que involucra, por la recaudación de divisas, por el aporte del alimento vital y emblemático de la idiosincrasia nacional a la población más carnívora del mundo, junto con la argentina. Cada habitante de este país consume unos 60 kilos por año de carne equivalente con hueso, lo que lleva a que si bien más de dos tercios de la carne producida se exporta, el tercio restante se come internamente.
Interacciones positivas
La producción agropecuaria in totum ha evolucionado: apenas 15 años atrás, los rubros agrícolas y forestales no cifraban en la exportación: hoy alternan con el complejo cárnico en la punta de los rubros de exportación, pero no son actividades demasiado separadas ni necesariamente competitivas entre ellas. Más bien, que los rubros suelen interactuar sinérgicamente, en beneficio mutuo. Por ejemplo, mediante el silvopastoreo, los arrendamientos valiosos para forestación de campos de baja productividad que aportan sombra y abrigo para el ganado, las rotaciones agrícola – ganaderas para recuperar fertilidad con praderas con leguminosas, los puentes verdes para pastoreo entre siembras, y sobre todo, el desarrollo de los sistemas de suplementación o terminación con grano o subproductos agrícolas al ganado, el principal cambio en los modelos productivos, de gran impacto y potencialidad.
Buena producción, poco dinero
Esto no quiere decir que el sector agropecuario flote en aguas mansas: más bien sobrevive en la lucha, de sobresalto en sobresalto. En su inmensa mayoría, las empresas apenas sacan la nariz afuera del agua, en el mejor de los casos. El contexto económico general, en el que la voz agropecuaria tiene muy poca incidencia, se apoya en políticas generalmente adversas a la producción: la cotización del dólar, deprimido deliberadamente para contener la inflación, es el principal factor adverso, pero hay muchos más, como la postergación de inversiones en infraestructura, las elevadas tarifas de los servicios públicos, los impuestos que recaen sobre la tierra sin contemplar los resultados económicos, entre otros.
Esto no quiere decir que el sector agropecuario flote en aguas mansas: más bien sobrevive en la lucha, de sobresalto en sobresalto. En su inmensa mayoría, las empresas apenas sacan la nariz afuera del agua, en el mejor de los casos.
Actualmente, en las últimas semanas, la ganadería de carne está disfrutando de un veranillo inesperado, fruto de factores externos a su accionar: demanda externa recalentada por la catastrófica peste de los cerdos de China, que provocó un aumento generalizado de precios de la hacienda, clima favorable a la producción forrajera, cierta entonación del tipo de cambio.
Finalmente: todos estos asuntos reseñados requieren profundizar la mirada, lo que intentaremos en siguientes entregas; en esta ocasión, sólo cabe poner los temas sobre la mesa, saludar la reaparición de un órgano de prensa de larga y rica historia en el país y agradecer a sus responsables por la invitación a participar de la tarea.