A finales del siglo XX, un legislador bávaro planteó un proyecto de ley por el cual se prohibía la enseñanza de la Biblia en las escuelas. En la exposición de motivos se planteaba lo que resultaba casi obvio para parte de la opinión pública: había demasiada violencia explícita y subyacente en los textos bíblicos y no se evaluaba como pertinente exponer a los jóvenes a ese desborde innecesario de violencia ancestral.
Lo que estaba en debate, más que un clásico ataque laicista, es un tema fascinante. ¿Es el monoteísmo origen y causa de la violencia? ¿No es la Biblia, que relata crímenes horribles e innumerables, cómplice de la locura asesina de los hombres? ¿No se presenta en ella al mismo Yahve como un Dios guerrero y cruel con sus enemigos? ¿No es implacable y hasta brutal a veces?
Pierre Gibert, jesuita, director de la revista Recherches de science religeuse, profesor de Exégesis bíblica en Lyon y París, es autor de numerosas obras sobre la temática. Y aquí realiza un apasionante despliegue de erudición no solo bíblica.
El dios del Antiguo Testamento, de la Torah, no es como podría deducirse de una lectura ingenua de los textos, un dios vengador, implacable e incognoscible al que vendría a oponerse el dios de amor de Jesús. Al contrario, la Biblia constata, con un realismo a veces reiterativo, la naturaleza violenta del hombre y, en nombre de Yahvé, propone la prohibición del asesinato.
Pero la pregunta central permanece, en especial después de los atentados del 11 de setiembre del 2001. ¿Es el monoteísmo, con su planteo de un solo Dios y una sola Verdad, el motor de la intolerancia estructural de la humanidad? En otros términos, ¿las religiones monoteístas solo generan opresión y persecución?
Quizás un modo interesante de leer el tema sea ver qué aconteció en la historia cuando claramente no se podía adjudicar a la religión un rol preponderante. Un muy ateo sistema como el estalinista no vaciló de llenar los gulags y eliminar metódicamente todo atisbo de oposición concreta o ficta. De hecho, las persecuciones a los descendientes de los kulaks asemejan extrañamente a las peores versiones inquisitoriales propaladas una y otra vez. Claro que se puede aducir que el estalinismo… fue en algún punto un modo de entender la realidad con categorías que Bertrand Russell, entre otros, denunció como un sistema cuasireligioso de entender el mundo.
Pero los nazis, aparte de asesinar a millones, tampoco se asumían como religiosos. De hecho, para ingresar a las SS no solo era necesario no ser judío, sino incinerar de forma pública la partida bautismal que ameritaba la condición de cristiano.
De lo previo se desprende claramente que las raíces del mal, de la intolerancia y del odio hacia el otro, no pueden adjudicarse a textos sagrados que propenden a la evolución espiritual de la humanidad. Mientras haya seres humanos sobre la tierra, ¿se dejarán llevar por la envidia y los celos hacia sus semejantes, hacia sus hermanos? La afirmación fundamental de la Biblia y de Dios es que es posible terminar con ese círculo infernal y devolver la esperanza a Caín.
Un texto imprescindible, una maravillosa invitación para pensar los temas que trascienden los siglos y que nos siguen definiendo como esos seres que sienten un atisbo de luz en su interior.
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