A fines de enero, Mons. Bernardito Auza, nuncio apostólico en España, dio una conferencia sobre la Santa Sede y la Agenda 2030 en la Universitat Abat Oliba CEU de Barcelona. Según el sitio web de la universidad, Mons. Auza opinó que la Agenda 2030 es una iniciativa “cargada de buenas intenciones” pero que también tiene el riesgo de una “colonización ideológica” y que la idea de impulsar una agenda global como respuesta a los problemas más acuciantes de la humanidad es algo en lo que la Santa Sede “creía y sigue creyendo”. “Ello no significa, sin embargo, que Roma acepte íntegramente todos y cada uno de los 17 objetivos y 169 metas planteadas o que comparta todas las interpretaciones que de los mismos han hecho los Estados o las agencias internacionales”, expresó.
Mons. Auza objeta que “hay demasiados objetivos” –se corre el riesgo de “dejar de lado los más necesarios y urgentes”– y que algunos de ellos “son poco realistas”, “utópicos”. Pero, sobre todo, objeta el riesgo de la “colonización ideológica”, a partir de “soluciones preconfeccionadas” que responden más “a las prioridades del país donante que a las necesidades de los países receptores”. En palabras del diplomático, “se establece un nexo directo entre la aprobación de ayudas y la adopción de ideologías”. En palabras nuestras, se condicionan préstamos para el desarrollo –y refinanciaciones de deudas– a la imposición de ideologías y de políticas fabricadas en las oficinas de la ONU, totalmente ajenas a la idiosincrasia de los países receptores de los préstamos.
Es de agradecer la aclaración de Mons. Auza sobre este tema, pues en la web de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) figura un texto que no hace aclaraciones de este tipo. Solo dice que la JMJ se compromete a “promover y actuar sobre los objetivos de desarrollo que se sustentan en nuestros valores religiosos y éticos más profundos”; y que su “misión es construir la JMJ Lisboa 2023 teniendo en cuenta los objetivos de sostenibilidad abrazados en todo el mundo, los Laudato Si’ Goals presentados por el Vaticano y la Agenda 2030 de las Naciones Unidas (ODS)”. Todo ello, reitero, sin aclaración alguna sobre los reparos de la Santa Sede a la Agenda 2030.
Es de esperar que todos estos propósitos de la JMJ no distraigan a los jóvenes de lo único realmente importante: el encuentro personal de cada uno con nuestro Señor Jesucristo.
Ahora bien, a pesar de estar de acuerdo con los reparos manifestados por Mons. Auza respecto de la Agenda 2030, entendemos que estos son insuficientes y que la Santa Sede debería abstenerse de apoyar esta Agenda, como se abstuvo en su momento de respaldar el lema “Libertad, Igualdad y Fraternidad” que tan loables intenciones parecía alentar.
¿Por qué? Porque si bien puede haber algunos objetivos compartibles, el principal problema está en respaldar –implícitamente– los medios a utilizar para alcanzarlos.
En efecto, el punto 1753 del Catecismo de la Iglesia católica dice que “una intención buena (por ejemplo: ayudar al prójimo) no hace ni bueno ni justo un comportamiento en sí mismo desordenado (como la mentira y la maledicencia). El fin no justifica los medios. Así, no se puede justificar la condena de un inocente como un medio legítimo para salvar al pueblo”.
Es cierto que, en teoría, algunos de los objetivos y metas se podrían alcanzar sin utilizar medios reñidos con la moral. Pero en la práctica es muy difícil. Por ejemplo, sería moralmente inaceptable que, para lograr el “Fin de la pobreza” o el “Hambre cero”, se promoviera el control demográfico y, con él, la anticoncepción, el aborto y demás conductas antiprocreativas. Hay medios que son inadmisibles por bueno que sea el fin.
No faltará quien justifique el uso de esos medios desde el consecuencialismo o el proporcionalismo (los bienes obtenidos son mayores que los males producidos). El problema es que estas teorías éticas “teleológicas” ya fueron refutadas por San Juan Pablo II en su encíclica Veritatis splendor.
No dudamos de la buena intención de Mons. Auza al momento de manifestar su apoyo –con reparos– a la Agenda 2030. Pero sinceramente, a la luz de las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, creemos que la Santa Sede no debería apoyarla. No le hará bien a la Iglesia –cuyo fin es guiar a las almas a su salvación eterna–, verse mezclada en el futuro en una Agenda materialista, que no menciona para nada la religión en ninguno de sus objetivos y metas…
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