«Nuestro futuro se va a jugar, se está jugando ya, entre águilas y dragones, entre un Occidente debilitado, pero todavía orgulloso y soberbio, y un Oriente que se sabe más y más poderoso y que no acabamos de entender. Pues los pilares sobre los que se ha construido el mundo occidental están siendo barridos por la historia».
Emilio Lamo de Espinoza, “Entre águilas y dragones. El declive de Occidente” (Premio Espasa 2021)
El sábado 25 de febrero culminó la reunión del G20 de ministros de Finanzas y directores de los bancos centrales con un silencio casi espectral. El motivo fue que no hubo consenso para realizar un comunicado oficial, tras dos días de reunión en Bangalore, la capital tecnológica de la India. Las razones estuvieron en que Rusia y China se opusieron terminantemente a que en el comunicado hubiese cualquier referencia a la guerra de Ucrania.
Por otra parte, la ministra de Finanzas de la India, Nirmala Sitharaman, quiso destacar los logros de la reunión. Según sus palabras, los avances significativos fueron los referidos a la resolución de la deuda de los países vulnerables, así como a la reforma de los bancos multilaterales de desarrollo. Y fundamentó que es imprescindible fortalecer la coordinación multilateral entre los acreedores oficiales bilaterales y privados para abordar el deterioro de la situación de la deuda y facilitar su tratamiento de forma coordinada en los países que presenten serias dificultades. De estas medidas se verán beneficiados Ghana, Zambia, Etiopía y Sri Lanka.
Es interesante observar que la omisión de la guerra de Ucrania en los textos de la reunión y, por otra parte, la manifestación de un interés creciente de los países del sur global que integran el G20 –como India, Sudáfrica, Indonesia y China– en promover un multilateralismo efectivo que logre abrir otros canales de financiamiento, desarrollo y crecimiento sostenible para dar solución a los países en vías de desarrollo, marcan un cambio de eje y de ética en el orden global.
Ahora, ese cambio también expresa de un modo solapado que los problemas o las prioridades de Europa y Estados Unidos no son los mismos que los del sur global. De hecho, desde que comenzaron las hostilidades en el este de Europa, desde Bruselas, Varsovia, Londres y Washington se ha producido una campaña mediática que parece una secuela de la justificación angloamericana de la guerra contra Irak, insistiendo con indisimulado proselitismo que los países del mundo se adhieran a las sanciones contra Rusia, muy a sabiendas de que el argumento de que Rusia ha sido la única “nación provocadora” es el de una opereta como aquella que trataba de las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein.
Pero, en definitiva, si algo ha dejado en claro la reunión del G20, es que el peso de Estados Unidos y Europa en el orden global es cada vez menos influyente y muestra de ello es lo que sucede en torno a la guerra en Ucrania. Según los datos que ofrecen algunas estadísticas, se estaría calculando que dos tercios de la población mundial no estaría del lado de Occidente en este conflicto armado. Esto obviamente causa sorpresa y hasta ira en el seno de la OTAN.
Los problemas de Occidente no son los problemas del resto del mundo
Arnold Toynbee decía que el gran suceso del siglo XX fue el impacto de la civilización occidental sobre todas las restantes sociedades vivientes y el mundo. Pero el siglo XXI si algo nos viene enseñando es que la influencia tanto de Europa como de EEUU se halla en declive.
El ministro de Asuntos Exteriores de la India, Subramaniam Jaishankar, declaró el 4 de junio del año pasado durante el foro internacional Globalsec 2022, en medio de la campaña de presión de Occidente para sancionar a Rusia, que: Europa debería dejar de pensar que sus problemas son los de todo el mundo y no al revés, acusándola de “guardar silencio sobre muchas cuestiones” en Asia. En aquella ocasión, el ministro indio también expuso que Europa jugó sus cartas a modo de chantaje, dejando ver claramente que, si India seguía comprando petróleo a Rusia, las opciones de que Europa ayude a India en caso de un conflicto con China iban a desvanecerse. Entonces Jaishankar con mucha altura afirmó: “Tenemos relaciones difíciles con China, somos muy capaces de gestionarlas. Pero la idea de que hago un trato y entro en un conflicto porque me ayudará en otro conflicto, no es cómo funciona el mundo”. Cabe recordar que India y China mantienen disputas abiertas sobre territorios en la zona del Himalaya y se enfrentaron en 1962 en una guerra de un mes que dejó más de 10.000 fallecidos. Sin embargo, en esta instancia, India dejó en claro tanto a Occidente como a China que no jugaría el juego de tronos pactando con Europa contra sus vecinos inmediatos, dándole una clara señal de liderazgo y autonomía al sur global.
Por otra parte, tras los efectos de la pandemia, la guerra en Ucrania no es vista por el sur global como un evento crucial para su futuro. A las dificultades económicas y sanitarias que todavía quedan por resolver en muchos países, se le debe sumar que la pandemia de Covid ha resultado un muy buen ejemplo de cómo actúa el egoísmo occidental. Porque tras repetidas súplicas de muchos países en vías de desarrollo para compartir la propiedad intelectual de las vacunas, con el objetivo de salvar vidas, ninguna nación occidental estuvo dispuesta a realizar semejante “sacrificio económico” por el bien común de la población de los países más pobres. Pero para sorpresa de muchos, la ayuda llegó de Rusia, China e India. Y así, Argelia lanzó un programa de vacunación en enero de 2021 después de recibir su primer lote de vacunas Sputnik V de Rusia. Egipto comenzó las vacunaciones después de recibir la vacuna Sinopharm de China casi al mismo tiempo. Sudáfrica adquirió un millón de dosis de AstraZeneca del Serum Institute of India.
Pero además, la historia les ha demostrado a muchos países del Sur que involucrarse en los conflictos de Europa y Estados Unidos no reporta ninguna ganancia. Y en esa línea hay que leer las palabras que pronunció recientemente el ministro de Relaciones Exteriores de Uganda, Jeje Odongo, el 18 de febrero de 2023, en la Cumbre de la Unión Africana en Addis Abeba, Etiopía: “Fuimos colonizados y perdonamos a quienes nos colonizaron. Ahora los colonizadores nos piden que seamos enemigos de Rusia, que nunca nos colonizó. ¿Es eso justo? No para nosotros. Sus enemigos son sus enemigos. Nuestros amigos son nuestros amigos”.
China, el mayor socio comercial mundial
Es claro que la economía mundial ya no está dominada por Estados Unidos. Los Brics se han convertido en los nuevos actores protagónicos del comercio mundial, y ya desde hace unos años China es el mayor socio comercial de todos los países del mundo. Por otra parte, en las últimas décadas ha perdido credibilidad la idea de un “orden internacional basado en normas”, normas que han sido elaboradas por Occidente pero que Occidente mismo ha quebrantado en innumerables oportunidades. Un ejemplo de ello, fue el reciente sabotaje a los gasoductos de Nord Stream que fue planificado y ejecutado con total impunidad por EE.UU.
“Estados Unidos ha puesto su seguridad por encima del ‘rule of law’, y puede que con ello haya conseguido más seguridad en el corto plazo, aunque incluso eso es discutible. Pero al arrojar por la borda más de sesenta años de construcción del orden internacional ha debilitado su seguridad a largo plazo, y con ello la del mundo entero”. (Emilio Lamo de Espinoza, ob. cit.)
Es obvio que este conflicto por el liderazgo geopolítico global no da muestras de resolverse en el corto plazo y que Occidente ha desechado las oportunidades que se han gestado para alcanzar una paz en el este de Europa. Es posible que las águilas ya un poco desgastadas en su vitalidad piensen que manteniendo el conflicto podrán cambiar las reglas del juego, para así seguir dominando los cielos. Sin embargo, en el otro extremo, los dragones siguen creciendo y su vuelo ya parece cubrir la superficie de toda la tierra.
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