LA NOVEDAD
Alicia Torres y Ana Inés Larre Borges. Marosa. Cal y Canto, 2019. $980.
Belleza. Justicia. Estas son algunas de las asociaciones que genera hojear la espléndida edición realizada en honor a la obra y a la figura de Marosa di Giorgio (1932-2004), “Nací y vivo en Salto, una ciudad que queda cerca del agua y de la luna”.
Fue una solitaria excéntrica, observada con condescendencia por muchos, que logró forjar un universo propio, raro, mágico. Se la podía encontrar en el mítico Sorocabana, en el Bar Mincho, construyendo un personaje que era una obra de arte en sí mismo, trascendiendo su poesía panteísta, erótica, inclasificable.
Su presencia avasallaba las tertulias literarias, generando un séquito de seguidores cual musa, y la máscara utilizada apenas permitía avizorar una personalidad retraída, casi tímida
La presente edición tiene características evanescentes como la homenajeada. En un formato de álbum con hojas rosa y magenta, rompe con el concepto de biografía tradicional pero permite un acercamiento desde una pluralidad de perspectivas a la artista.
El brillante trabajo de investigación realizado por Larre Borges y Torres permite atisbar tras la leyenda, “acercando escenas, imágenes y palabras que le pertenecieron y otras que la interpretaron, en contigüidad y en contrate, como un puzzle que el lector armará para sí”.
“Soy de Dios y de sus ángeles
Soy de esa gente. De esa Casa. La Iglesia Católica. Aunque fui una hija sonámbula
Siempre, me gustaron los altares. Entraba a las pequeñas iglesias de los campos; como las liebres o las dalias. O a las casas donde las habían construido. Y el deseo secreto de que mi madre, también, erigiese uno. No me atreví a decírselo, porque, nunca, me atreví a nada. Supe de memoria el nombre de los santos, los diversos tipos de ángeles. La Virgen y Dios, el corazón a simple vista. Y un néctar, que, nunca, llegaba al suelo”
EL HALLAZGO
Carlos Real de Azua. Ambiente espiritual del 900. Carlos Roxlo: Un nacionalismo popular. Arca, 1984
Cuando se inicia la lectura de un texto de Carlos Real de Azua, lo primero que golpea es su insólita capacidad para presentar los temas desde las más diversas vertientes con una más que tallada escritura. Esta escritura, muchas veces adjetivada como oscura, tiene una lógica demoledora. Los dos artículos, uno escrito inicialmente en 1950, el otro en 1961, articulan un peculiar diálogo al pasar revista al clivaje espiritual del 900 y luego analizar un caso específico por antonomasia, Carlos Roxlo.
Luego de analizar las tensiones filosóficas a nivel europeo y su impacto en América Latina, se centra en cuatro ejes donde se procesó dicho debate. El siglo XIX se puede glosar por el auge individualista. La modernidad implicó una centralidad del individuo tanto en su faz egocéntrica como en la del heroísmo protagónico (superhombre) confrontado por el problema social. En lo estético, el ´900 implicó la confrontación de los ideales burgueses y lo mesocrático con el renacimiento del idealismo. En lo social, “prodújose la transferencia desde los ideales de libertad nacional a los de reivindicación social de ese mesianismo reformador iniciado por el romanticismo”. El otro factor que Real de Azua identifica en el contexto cultural es el impacto del vitalismo.
Cuando recupera la figura de Carlos Roxlo en sus diversos ámbitos, comenzamos a comprender las vicisitudes de la generación que marcó en forma indeleble nuestra historia. Poeta, soldado, político, intelectual clave de su tiempo, definió conjuntamente con el Dr. Luis Alberto de Herrera, la legislación social, con una impronta obrerista de un peculiar nacionalismo popular. Pero la descripción del protagonista y del espíritu de su tiempo logra generar una perspectiva panorámica extremadamente lúcida sobre luces y sombras de ese proceso. Y Real de Azua logra entonces demostrar cómo “el proceso de modernización fue el resultado de una colaboración muy intensa de las dos banderías… (de) carácter pluriclasista.”