Al tener una familia con bases fuertes vinculadas a la solidaridad, Daniela Alí Turino vivió desde niña el concepto de compartir. “Cuando crecés en una casa en la que ves que tu familia hace mucho trabajo solidario, es muy probable que continúes por ese mismo camino”, relató en entrevista con La Mañana.
Daniela Alí Turino nació en Queguay, en el departamento de Paysandú. Desde muy pequeña, gracias a su abuela materna y sus padres, vio que la solidaridad era parte de la vida diaria. Una abuela tenía un tambo y enseñaba el oficio a los niños de la zona sin costo. Una madre cosía y se encargaba de ir a la capilla del pueblo para que las madres solteras pudieran incorporar estos conocimientos. El padre afirmaba y practicaba la idea que solidaridad es compartir lo que se tiene, no donar lo que sobra.
Así, en el seno de una familia conocida popularmente por su afán de ser útiles y colaborar con cada causa que se les presentaba, Turino fue entendiendo que cuando una persona tiene una misión en la vida, nada podrá frenarlo, y cuando aparecen circunstancias que hacen dudar sobre si seguir o no, las soluciones llegan detrás, como si fueran milagros del día a día.
Hoy Turino vive en Paysandú, pero está conectada permanentemente con Queguay, donde integra una comisión denominada proambulancia que trabaja para conseguir una ambulancia para el pueblo y sus alrededores. La comisión también se encarga de arreglar la policlínica del lugar, todo a través de donaciones de los propios usuarios.
Sin embargo, uno de los mayores trabajos comunitarios lo hace por su cuenta, por voluntad y por el llamado que siente respecto a continuar con el legado familiar de ser ayuda para los demás. Turino colabora con el interior más profundo, utiliza su casa para la recepción de donaciones que luego reparte en áreas donde, entiende, hay muchas necesidades.
“También trabajo mucho con personas mayores, les hago trámites, los acompaño a hacer cosas que a menudo no pueden hacer solos. También ayudamos a personas con enfermedades crónicas que deben viajar por sus tratamientos y necesitan calzado o comer algo durante esa jornada”, explicó en diálogo con La Mañana.
La entrevistada habla en plural porque no todo lo hace sola, sino que con los años ha generado una red de amigos y conocidos con los que trabaja en conjunto para que la ayuda llegue a cada persona. A veces colaboran con dinero, otras con traslado, y otras haciendo conocer la labor que realizan para que más personas puedan acercarse y plantear sus necesidades.
“Nos gusta colaborar y es un trabajo no visible porque uno no lo está publicando, pero la gente lo sabe y me llama y plantea casos que evaluamos qué es lo que podemos hacer”, explicó. La creencia de Turino es: “Lo que yo no puedo hacer lo puede hacer otro, y lo que el otro no pueda lo puedo hacer yo. ‘Juntos podemos hacer grandes cosas’”, dijo, citando a la Madre Teresa de Calcuta.
“Sabemos que solos no podemos lograr nada, que el trabajo es en equipo. A veces utilizamos el dinero propio para cubrir alguna necesidad urgente de alimentación, por ejemplo, pero no siempre es posible hacer eso, ya demás que no siempre la necesidad del otro tiene que ver con dinero”, expuso la entrevistada.
Herencia familiar
Al tener una familia con bases fuertes vinculadas a la solidaridad, Turino vivió desde niña el concepto de compartir. “Cuando crecés en una casa en la que ves que tus padres hacen mucho trabajo solidario, es muy probable que continúes por ese mismo camino”, relató.
La abuela de la entrevistada, llamada Alí, era conocida en Queguay por enseñar cosas gratuitamente y conseguir donaciones a través de la capilla. Sus padres colaboraban en todas las comisiones de escuelas, policlínicas, cualquier institución comunitaria.
Turino recuerda que siempre iban niñas a comer a su casa, “y mis padres nos enseñaron que para ser solidario no hay que dar las sobras, sino compartir. Por ejemplo, si yo tenía tres pares de zapatos, mi padre le daba uno a alguien que precisara”.
Hoy ella tiene tres hijos mayores y aseguró que el ímpetu familiar por colaborar es algo que se hereda. “Mi hijo más chico, por su propia voluntad, se puso en la pandemia a cocinar conmigo en casa para mandar alimentos a las ollas del interior. También hacía mandados para las personas más ancianas que no podían salir de la casa, realizó una publicación y se puso a disposición de las personas”, recordó con orgullo la entrevistada.
“Soy muy creyente y entiendo que las personas tenemos misiones. A veces, cuando me planteo dedicarme a mí misma porque me siento desmotivada al no poder cumplir con algo, aparece la solución. Dios tiene un propósito para que cumplamos y yo nací para servir y ayudar al otro”, expresó.
Turino aseguró que es necesario poner mucho amor cuando se trata de ayudar a otros, y ser empático para ponerse en el lugar de las otras personas. “Creo que la gente lo siente la empatía cuando me convoca o los visito, saben que es de corazón. Además, no me gusta publicar la ayuda, porque no creo que una persona a la que se le da una mano quiera que le saquen una foto, porque, muchas veces, les da vergüenza”, indicó.
A veces, la labor de Turino y su red es un tanto “invisible” hacia afuera, y dijo que esto se debe a que la mayoría de los que colaboran tienen un bajo perfil. Se reúnen entre ellos, dialogan y evalúan dónde pueden ayudar.
“En el mundo en que vivimos, donde todo está tan personalizado y se está detrás de los intereses propios, está bueno tener acciones que prioricen al otro. Con este tipo de trabajo uno se acuesta en paz con uno mismo, y te das cuenta de todo lo que se puede hacer si todos compartimos solo un poquito”, reflexionó.
No toda la ayuda es material
Además de la labor voluntaria, la entrevistada trabaja por su cuenta en el área de la gastronomía y está en busca de un trabajo fijo en el rubro. “Estudié gastronomía muchos años, luego terminé el bachillerato en el 2019, con 49 años, y estoy haciendo un profesorado en sociología que tengo como meta terminar”, comentó.
Dentro del trabajo solidario, Turino ayuda a estudiantes que tienen problemas con algunas materias. “Colaboro con unos chiquilines que estaban cursaron el bachillerato conmigo y dejaron por temas laborales, los incentivo a que sigan adelante para ir a la facultad. Lo que no hacen los centros de estudio, muchas veces lo hacemos nosotros, porque cuando abandonan nadie les pregunta qué sucedió”, expuso.
La entrevistada ayuda a los demás de cualquier manera que esté a su alcance, desde regalar una torta de cumpleaños hasta leerle las noticias en la mañana a personas mayores.
Contagiar las buenas acciones
Turino opinó que cuando los demás ven que las redes solidarias funcionan, se sienten motivados a participar. Al mismo tiempo, dijo que estar en contacto con otras realidades permite ser más agradecido con lo que se tiene. “Tenemos que agradecer el desayuno en la mesa. A veces no nos conformamos con nada, pero cuando ves gente que se levanta sin nada en el estómago para darle a los hijos, te das cuenta de lo afortunado que sos”, sostuvo.
Pero como no toda la ayuda es material, Turino tiene en su mente la idea de fomentar apadrinamientos, es decir que un joven tenga una madrina o padrino para que lo apoye si quiere salir adelante, estudiar, trabajar. “A veces se da que los padres no pueden ayudarlos en algunas áreas, entonces mi idea es que el padrino le pueda dar ese apoyo, también emocional y psicológico, y que sean referentes a los cuales acudir”, dijo.
Por otro lado, explicó que en el interior la droga es un tema que cala hondo y que el país tiene un debe en ese sentido. “Los padres a veces no tienen cómo ayudar a una persona que consume”, señaló. “Hay que saber que si en el primer intento no pudiste no hay que tirar la toalla, se debe seguir. Lo bueno es que siempre se encuentra gente dispuesta a trabajar y se involucra en las causas”.
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