La realidad de la economía europea es compleja en un mundo con altas tasas de interés, bajos niveles de crecimiento y capitales globales que debilitan a los gobiernos. Esto en un contexto de afianzamiento de la guerra tecnológica y comercial que se ha visto agravada por los efectos provocados por la guerra en Ucrania sobre los precios y la energía. ¿Cuál es el escenario para la UE y qué se debería poner en agenda para salir de estas dificultades?
Proyecciones para la economía europea
Las últimas proyecciones de la Comisión Europea presentadas a principio de febrero de este año son mejores a las de los meses anteriores, pero no deja de ser de un crecimiento menor a 1%. Se dice que disipan en algo las preocupaciones, pero no cambian la realidad. Se proyecta que la UE crecerá un 0,8% para el 2023, medio punto porcentual más que en la anterior previsión de otoño, y la zona euro lo hará un 0,9%, seis décimas más.
De las principales economías, España es la que tiene previsiones más auspiciosas con el mayor crecimiento previsto en 1,4% respecto al 1% previsto antes del invierno europeo. Italia y Francia crecerán un 0,8% y Alemania estaría en 0,2%. Estos resultados se deben en gran parte a la baja en las estimaciones de inflación que se mantienen elevadas. Las proyecciones de febrero reducen las expectativas de inflación en casi todos los países miembros con un 6,4% para el 2023 y algo menor al 3% para el 2024 situación que será la generalidad de los países integrantes del bloque.
Pero la realidad es que se la UE se encuentra en una situación inestable, con dificultades diversas y con presiones inflacionarias importantes provocadas por un contexto externo difícil y altos costos de energía.
La ayuda de la suspensión del PEC
Un factor a tener en cuenta es la política fiscal laxa, ya que se encuentra vigente por el 2023 la suspensión temporal del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) que pone límites a la deuda y el déficit, pero que se retoma en el 2024. Este pacto implica un conjunto de reglas fiscales diseñadas para evitar que los países del bloque tengan gastos por encima de sus posibilidades y que rige desde 1997. Esto significa que, desde 1997 los miembros no pueden tener un déficit público superior al 3% PIB ni una deuda superior al 60% de su PIB. El acuerdo está fijado por la Comisión Europea siendo el Consejo de Ministros de Finanzas los responsables de la vigilancia y las recomendaciones. De esta forma es una institución de gobernanza de la política fiscal de la UE y existe un mecanismo de sanciones ante los incumplimientos. Esta institución ha sido siempre altamente discutida por entenderse que perjudicaba a los más chicos.
Mucho más allá de la coyuntura
Pero mirando más allá de los datos de coyuntura, se ha generado un debate entre analistas y tomadores de decisiones de políticas. Por un lado, en el contexto actual incierto se vuelven a hacer evidentes las necesidades de apuntalar la inversión por lo que gran parte de los políticos europeos defienden otro paquete de estímulos de base amplia. Esto se da por que se encuentran realmente convencidos de su efectividad o porque lo ven como una medida de resultados visibles más allá de que sea una solución buena desde el punto de vista estructural. Pero, por otro lado, están quienes entienden que este tipo de estímulos es un error ya que generaría nuevas presiones inflacionarias que inducirían al Banco Central Europeo a volver a subir las tasas de interés y repetir las dificultades. Algunos de los que se posicionan en esta línea defienden la búsqueda de inversiones eficientes y bien dirigidas apostando a la competitividad, nuevas tecnologías y más sustentabilidad. Se debe apuntar a incentivos que permitan movilizar con este objetivo la inversión privada. En un trabajo reciente de W. Hoyer, se afirma que es necesario mirar otros ejemplos para ver la importancia de políticas de estímulos a diversos sectores que den orientación a las inversiones y permitan promover el empleo y las tecnologías.
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