El mensaje y la persona de Jesús constituye el horizonte antropológico, social y espiritual de la propuesta del Centro de exalumnos Monseñor Lasagna. A través de la espiritualidad libre, alegre, comunitaria, responsable y madura, se realizan actividades para jóvenes que les permitan descubrir a Dios en sus vidas.
El Centro de exalumnos Monseñor Lasagna (CML) es un sitio de encuentro que acompaña, con carisma salesiano, a jóvenes abiertos a ser protagonistas de su realidad y en búsqueda de sentidos de vida. Se proponen acompañarse entre sí en la integración de la fe en la vida, siendo agentes de cambio en la sociedad, desde su vocación y profesión.
El centro recibe jóvenes mayores de 18 años de diversas casas salesianas, de Montevideo y de otros departamentos que se mudaron a la capital para estudiar y buscan un lugar de pertenencia.
La mayor parte de las actividades que se realizan desde el CML están pensadas por y para jóvenes. Por un lado, cuentan con talleres con actividades artísticas, culturales y deportivas. Este año se agregó: fotografía, teología, guitarra, teatro, escritura creativa, elongación y relajación, artes plásticas y visuales.
Los jóvenes también propusieron murga, cortos, cine y deportes, que el centro está evaluando según comentaron a La Mañana las encargadas del CML, Paula Bonfiglio y Lucía Iruleguy. A su vez, hay comunidades que ayudan a madurar la identidad personal, social y espiritual a través de grupos.
Señalaron que “hay diversos estilos para dar respuesta a la variedad de necesidades en la juventud, ya sea compartir la fe, preparar un sacramento o simplemente encontrarse e intercambiar inquietudes”. A esto se suma que durante el año realizan actividades como: comienzo de año, campamento, encuentro de animadores y animadoras, retiros, misión, celebración de sacramentos, entre otras.
“Hay actividades que dependen del tiempo social, por ejemplo, charlas sobre política, elecciones, búsqueda de empleo, emprendedurismo, ahorro”, expusieron.
En el centro se vive un estilo de convivencia típico de una casa salesiana, construyendo un espacio ameno, desde la alegría y la amabilidad. “Caminamos junto a los y las jóvenes en sus vivencias cotidianas, desde el Sistema Preventivo, apostando a que sean protagonistas en su historia”, dijeron las entrevistadas.
El mensaje y la persona de Jesús, relataron, constituye el horizonte antropológico, social y espiritual de la propuesta de la casa. “Promovemos la vivencia de una espiritualidad libre, alegre, comunitaria, responsable y madura, desde y hacia el encuentro con Cristo a través de propuestas variadas que permitan descubrir a Dios presente en sus vidas”.
Una casa de puertas abiertas
Si un joven no ha tenido formación en valores salesianos, igualmente es bienvenido al CML, ya que este se define como “una casa abierta”.
“Son bienvenidas todas las personas que busquen un lugar de pertenencia, independiente de su espiritualidad, de si tienen o no una fe cristiana, o de si provienen o no de una casa salesiana”, explicaron Bonfiglio e Iruleguy.
Incluso, no es necesario integrar los talleres o las comunidades para participar de las actividades anuales, ya que entienden que cada persona puede participar de distintas propuestas según su disponibilidad. Por ejemplo, hay quienes solamente participan de los retiros y del guiso de María.
“Algunas personas que, motivadas por lo que viven en el CML, lo comparten en sus círculos, y así se integran muchas más desde afuera del ambiente salesiano. Nuestro objetivo es que todas se sientan en casa”.
Tras la pandemia, los jóvenes debieron enfocarse y promover la participación en el CML, por lo que el año pasado no hubo muchas instancias de encuentro con otras comunidades. De todas formas, en 2022 se sumaron a varias actividades del MJS, como la Fiesta de Don Bosco, y organizaron en conjunto con distintos grupos un Guiso por María Auxiliadora.
Además, algunas comunidades organizaron instancias de servicio. Previo a la pandemia, participaron de la JNJ y, para este año, tienen previsto sumarse a peregrinaciones, espacios de oración y organizar encuentros o servicios en conjunto con otras comunidades, tanto de la familia salesiana como por fuera.
“Estamos trabajando en crear espacios con otras casas salesianas que tienen movimiento de exalumnos, o que trabajan con gente mayor de 18 años, como la Residencia Universitaria Salesiana o los Oratorios. Y estamos abiertas a caminar con otras instituciones no salesianas, para poder acompañar mejor a las juventudes”, indicaron las encargadas.
Todas las personas tienen algo para dar
“La pedagogía de Don Bosco atraviesa nuestra forma de ser y de habitar el mundo, y tiene algunas claves fundamentales para la vida misma”, relataron las entrevistadas. Entre estas claves destacaron la empatía, el entender a la otra persona desde su propia experiencia, valorar los dones y la diversidad de cada uno, que cada joven se haga cargo de su vida y de sus decisiones.
Aseguraron que el clásico “sabés silbar” es fundamental, esto se debe a que en el primer encuentro que tuvo don Bosco con Bartolomé Garelli, después de que le dijera que no sabía leer ni escribir, el sacerdote le preguntó si sabía silbar, dando a entender que no importaba qué es lo que no supiera, siempre había algo que aportar.
“Cada persona tiene algo particular para aportar al mundo, desde lo que es, lo que estudia, los lugares que habita. Acompañamos el crecimiento. Queremos que sean buenas personas en los lugares que les toque estar, que se distingan por eso, por ese trato y amor a la otra persona, con la fe y energía con la que hacen las cosas, y por el protagonismo que tienen en su propia vida. Creemos que es por ahí que hay que caminar”, analizaron Bonfiglio e Iruleguy.
Con esta base es que los salesianos sueñan con una sociedad más justa, en la que las voces de niños, adolescentes y jóvenes, sobre todo los más pobres, sean escuchadas. “Una sociedad en la que todos y todas valemos por igual, con iguales derechos y oportunidades”, añadieron.
Buscan generar una sociedad de personas felices, que disfrutan su vida en el aquí y el ahora, y no estén corriendo todo el tiempo de un lugar a otro; en la que se valore profundamente el encuentro. “Una sociedad en la que las personas tengamos el mismo valor y dignidad humana, sin importar sexo, género, identidad u orientación sexual, más allá de la raza, etnia o el lugar en el que hayamos nacido”, expresaron.
Las encargadas argumentaron que, tal vez, estas ideas son un tanto utópicas. “Pero creemos que los vínculos que construimos en el CML van caminando hacia allí”, expresaron. “Hacia personas que quieren construir este tipo de sociedad, que piensa en el ahora, pero sin olvidar las generaciones futuras, cuidando el planeta para que siga siendo habitable”.
Sumaron que para esto se necesita una Iglesia más sinodal y horizontal, en la que las personas puedan aportar desde lo que son y eligen, y todas se sientan como en casa.
Conectarse con Dios y con el otro
Antes de la pandemia, eran cerca de 400 jóvenes que transitaban por la casa, ya sea porque estaban en una comunidad o taller o porque iban a reunirse para preparar un oratorio, estudiar o compartir mates en el living. Este año, se anotaron más de 100 personas nuevas, así que el número va creciendo bastante.
Cada dos años, CML realiza un campamento que persigue el objetivo de encontrarse, conocerse y compartir en un entorno tranquilo y rodeado de naturaleza.
“Es una instancia educativa, en la que aprendemos a convivir como familia, trabajando en equipo, escuchándonos y disfrutando de lo sencillo y cotidiano, desconectándonos de las redes sociales y de la vorágine de la rutina de la semana”, explicaron las entrevistadas.
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