Por primera vez desde que tenemos memoria, los uruguayos nos fuimos a dormir el domingo de las elecciones sin saber quién será el próximo Presidente.
Si bien cualquier estudiante con conocimientos básicos de matemática podía concluir, con los datos disponibles, que era imposible que ganara la fórmula Martínez-Villar, el Ing. Martínez entró al escenario exhibiendo una gestualidad que no solo era inapropiada para la circunstancia, sino que confundió a la ciudadanía. Ya luego de escuchar su discurso quedó claro que Martínez no entendía o no aceptaba que había perdido. A ninguno de los auto-impuestos catones, defensores de las instituciones se le ocurrió que esta actitud única en la historia podía crear algo de riesgo político en esa sólida arquitectura institucional que supuestamente defienden. Desde el domingo, Uruguay tiene Presidente, Presidente electo, y Presidente con chance matemática. Esto sin dudas evidencia que nuestra pacífica república no tiene graves amenazas externas, ya que este tipo de situación es una invitación a los especuladores de toda laya.
El presidente Vázquez hizo todo lo que institucionalmente podía hacer y llamó al Presidente electo, en clara señal de reconocimiento, cortando con ello una especulación que podría durar toda la semana. Otros dirigentes del gobierno también señalizaron de la mejor manera que podían que reconocían la victoria de Lacalle Pou. Pero al final de cuentas, Martínez es un político y su responsabilidad se medirá en las urnas en alguna instancia futura.
A pesar de lo inaudito de que ya llevemos más de 48 horas sin que se confirme al Presidente electo, algunos periodistas decidieron que el “riesgo” más importante para la democracia era el video de Manini dirigido a sus excolegas militares, inventando el “efecto Manini”. Algunos aprovecharon esto para posicionar la noticia en influyentes medios internacionales sobre los cuales tienen influencia. Llama particularmente la atención la cobertura del Financial Times de Londres, uno de los principales periódicos financieros del mundo, normalmente muy bien informado y de opinión balanceada. En el artículo sobre el resultado de las elecciones en Uruguay, sin nombrarlo explícitamente, coloca a Cabildo Abierto como un partido de extrema derecha. Sin dudas esto no resulta llamativo para una publicación europea donde existen agrupaciones que así pueden definirse en prácticamente todos los países del continente. ¿Pero cuál de las fuentes que consultó el periodista lo indujo a este error?
Algunas picardías políticas de este estilo fueron cometidas al inicio de la campaña, pero no levantaron vuelo y no trascendieron internacionalmente, por lo que el daño fue acotado. Hoy día no hay analista político ni periodista que se refiera a Cabildo Abierto como agrupación de extrema derecha.
¿Qué ganan algunos con tratar de imponer esto internacionalmente?
Los que alimentan información de este tipo son profesionales de la ciencia política, que saben muy bien que cuanto más distantes sean los extremos, más volátil es el sistema político y mayor el riesgo que perciben los inversores internacionales. ¿Qué buscan? ¿Una corrida sobre el mercado de bonos de deuda externa? ¿Están jugando a los operadores de bonos vendiéndose en descubierto? ¿Qué pretenden con tamaña irresponsabilidad?
Cuando la Ec. Arbeleche, futura ministra de Economía, alertó durante la campaña sobre los riesgos de perder el grado inversor y su potencial efecto en la capacidad de financiar la deuda, le cayeron por todos lados. Se habló de irresponsabilidad, de agitar miedos, etc. Estaba diciendo la verdad y la estaba diciendo en territorio uruguayo, a una audiencia uruguaya. Fueron sus detractores de Colonia y Paraguay quienes se encargaron de difundir ese “gran pecado” de hablar claro por todas las redes sociales, informativos y cuanto medio estuvo dispuesto a ponerles un micrófono enfrente.
La realidad es que los mercados financieros han reaccionado con mucha tranquilidad a la elección de Lacalle Pou y la probable conformación de su gabinete, que sería integrado por los otros partidos de la coalición. Con esto se dan por tierra los temores que Martínez y sus asesores cercanos intentaron instalar en la ciudadanía, y por qué no, en la comunidad internacional.
Uruguay es muy observado internacionalmente en estos momentos. En primer lugar, porque pareciera ser una isla de estabilidad e institucionalidad en un continente convulsionado. Pero también por su extraño posicionamiento internacional, por el inexplicable crecimiento en el tráfico de cocaína y por la fuga de Morabito. Tenemos todavía crédito reputacional acumulado de décadas, no es cuestión de andar jugando con fuego. Los problemas de uruguayos se resuelven entre uruguayos, no es necesario involucrar agentes extranjeros.