“La guerra contra los militares, de una”, dice la voz de un muchacho. “¿Querían reforma?”, agrega una chica. “Sigue el punchi punchi”, exclama el primero, llamando a continuar la fiesta “Kibón Manija” que tenía lugar cerca del faro, en plena veda alcohólica y sin ningún tipo de autorización, desde luego.
Estas expresiones se hicieron virales en unos videos que los jóvenes tomaron desde sus propios celulares, captando el momento exacto en que decenas de personas lanzaban piedras y todo tipo de objetos contra un ómnibus de la Armada que pasaba por Kibón. Eran las 3.40 de la madrugada del domingo, día de las elecciones para el balotaje.
El ómnibus venía de la Escuela Naval en la rambla Carrasco, luego pasó por Kibón a seguir levantando marineros (en su mayoría personal femenino) en el Museo Naval para continuar su trayectoria hacia el CIARM (Centro de Instrucción de la Armada) en la calle Washington, cerca del puerto de Montevideo. A esas tempranas horas se habían incorporado los marineros que fueron designados para la custodia de las urnas, es decir, para cumplir con su deber como lo hacen cada día.
En un inicio el comandante de la Armada habría expresado al presidente de la Corte Electoral que las pedradas fueron en el marco de una trifulca generada en la fiesta. Sin embargo, al difundirse algunos testimonios de los involucrados, se conoció que varios individuos continuaron las agresiones hasta Trouville, a varias cuadras del lugar. También hubo actos de vandalismo con destrozos a varios vehículos en la zona. En las últimas horas el Comandante de la fuerza presentó una denuncia escrita en la Fiscalía de Flagrancia de 5to. Turno.
Los episodios se conocieron fundamentalmente por la difusión de los videos a través de las redes sociales. Hubo por parte de los medios de comunicación un escaso detenimiento en la gravedad de lo sucedido. Quisiéramos creer que esto se debió a una actitud de prudencia, en una jornada especial donde por sobre todas las cosas debe primar la tranquilidad y el sosiego. Del mismo modo que, por la misma razón, en su gran mayoría y salvo excepciones, guardaron absoluto silencio sobre el intento explícito de escrache que realizó “Colectivos Contra la Reforma”, que llamó a perpetrar una “intervención artística” en el momento y lugar en que Guido Manini iba a votar. En el Twitter de esa organización todavía puede leerse “Hoy te escapaste, Manini. Pero seguiremos señalando tu impunidad”. Si no encontraron a Manini, es porque cambió la hora para ir a votar por razones familiares.
Una considerable parte del periodismo, ensimismado en su obliguismo, se dedicó durante todo el domingo a fustigar la decisión de Manini de ir a votar más temprano e incluso algunos señalaron que era una actitud insólita en democracia para “un candidato” (sic). Lo que verdaderamente hubiera sido inédito para la democracia es la realización de escraches en el mismísimo acto de votación y peor aún, que se naturalice y se vuelva algo normal o tolerable.
Se podrá discutir si las pedradas o el intento de escrache responden a una “guerra contra los militares” o a otros factores. Lo que es ostensible, lamentablemente, es que existe en el ambiente la sensación de que se está propiciando un clima tendiente a ella. Y por eso brotó espontáneamente la sentencia de ese joven en Kibón. De una.
El proyecto de reforma que propuso Larrañaga, haciendo agua por varios lados y sin el apoyo de ningún candidato a la presidencia, aprovechó la crisis de inseguridad y violencia que existe en nuestro país y las legítimas aspiraciones de la población de que eso cambie lo antes posible. Aunque no alcanzó los votos necesarios, cosechó un importante apoyo. Pero la acción generó también su correspondiente reacción, como es lógico. Al igual que la propuesta de baja de edad de imputabilidad en 2014, propició un movimiento de protesta con un signo inversa y proporcionalmente opuesto.
De este modo, el debate sobre la seguridad, que está en el fondo de ambas cuestiones, en lugar de concentrarse en atacar el fenómeno del crimen organizado, que es el núcleo del asunto, terminó en una pelea inconducente e inevitablemente destructiva entre los “colibrís” y los “anti colibrís” y ahora entre los “antimilicos” y los “promilicos”. Una insensatez.
Una nueva era del país
Viendo la situación de la región y del mundo, los uruguayos que vivimos un desenlace inesperado durante el escrutinio y la definición electoral, podemos sentirnos orgullosos de tener un organismo electoral serio y un pueblo que no cae con facilidad en la euforia, que retornó a sus hogares en paz y que durante estos días espera los resultados en calma.
El Uruguay democrático es el de las grandes mayorías. Por supuesto, mayorías que cada vez más son integradas por minorías distintas. Bienvenido sea. Pero de mayorías al fin, que acuerdan, que dialogan, que festejan y que trabajan.
Los partidos políticos y los medios de comunicación conscientes de esto tienen una gran responsabilidad. Más peligrosas que las noticias falsas, son las noticias verdaderas que se agrandan intencionalmente. Ya sea con fines electorales o con fines comerciales. Con tantos dispositivos, la información nos llega por todos lados y es fácil identificar cuando hay una campaña de saturación con un determinado tema.
En estos últimos días, asistimos a una saturación que busca poner el eje en los militares y la democracia. Artículos de prensa aludiendo a casos antiguos de militares condenados, suspicacias por hurto en Ministerio de Defensa e intento de robo en un batallón, difusión del editorial del periódico Nación, entrevistas con “charla baratas” presentados como ex militares, denuncias al viento de participación de gente de Bolsonaro en Uruguay, audios de whatsapp con mujeres en llanto, mensajes amenazantes de un comando desde el exterior, etc. En solo una semana se volcó todo esto de forma vertiginosa y descontextualizada. Como señaló el ex presidente Julio María Sanguinetti en entrevista con Sarandí, “hay que tener el tino suficiente para no estar azuzando y generando microclimas que da la impresión que estamos poco menos ante un riesgo golpista cuando Uruguay está en las antípodas”.
Y por supuesto, el epicentro, aunque no tenía absolutamente nada que ver con lo anterior, se puso en el video de Manini publicado antes de la veda en el que llamaba a los integrantes de las Fuerzas Armadas a no votar al Frente Amplio. Posiblemente porque muchos de la familia militar efectivamente votaron a Daniel Martínez y vaya si el Frente Amplio, sobre todo a partir de la elección de Yamandú Orsi como jefe de campaña, apuntó en la recta final a recuperar ese voto. Incluso con pintada de muros frente a cuarteles y gazebos en la puerta del Hospital Militar. En el acierto o en el error, el senador electo Manini apostó, ya en el final de su campaña, a consolidar ese voto y no es descabellado pensar que si acaso lo hizo fue determinante para que Lacalle Pou gane la elección, teniendo en cuenta además el voto observado de los custodios.
Dirigentes frenteamplistas insólitamente solicitaron a los integrantes de la coalición que repudiaran ese video, todavía no se sabe por qué. Más increíble es que algunos periodistas contaban las horas intimando a que la coalición se pronunciara sobre el asunto. ¿Desde cuándo los periodistas o analistas políticos son fiscales o tienen algún tipo de representación? Por momentos parece desnaturalizarse la importante función que cumple el periodismo de investigar e informar. Los miles de seguidores de Twitter no son votos ni suponen tipo de representación alguna.
Nuestra sociedad tiene que trabajar sobre el disenso y la concordia. No se contribuye en absolutamente nada creando monstruos de izquierda o derecha. No existen. Profetas del odio siempre hubo y habrá, pero son eso, profetas sin pueblo. No hay lugar para profecías autocumplidas. El pueblo uruguayo no se deja llevar por el odio y ha construido dos coaliciones de grandes mayorías que tendrán que entenderse en asuntos clave para el país, tendiendo puentes cada vez que sea necesario. Estamos a las puertas de una nueva era del país. La fragmentación dio lugar a mayor unidad y participación ¡Bienvenida!