Habiendo llegado a la conclusión que la economía mundial será menos abierta y más hostil, y por tanto un motor de crecimiento menos fiable, las autoridades chinas intentan reducir su dependencia de la demanda externa. Así, a pesar de continuar pregonando el multilateralismo y la apertura económica, la máxima prioridad de la dirigencia china pasa hoy por lograr la estabilidad y la autosuficiencia en el comercio, la inversión y la tecnología. En efecto, con una economía que equivale aproximadamente al 80% de la de Estados Unidos, China dispone de un enorme mercado interno de bienes y servicios y de factores de producción. Mejorando la integración de su mercado interior, China podría aprovechar mejor su potencial de crecimiento, protegiéndose así en cierta medida de las presiones externas, incluidos los desafíos a su centralidad en las cadenas de suministro mundiales. En la práctica, la diversificación de las cadenas de suministro –como la llamada “deslocalización amiga”– ya está en marcha, y no sólo por la competencia entre Estados Unidos y China. Las frecuentes perturbaciones –desde fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el clima hasta pandemias y guerras– y el creciente uso de sanciones económicas como herramienta de política exterior también han servido de incentivo a empresas y gobiernos para reforzar su resiliencia.
Para muchos países, una mayor resiliencia pasaría idealmente por una menor dependencia del dólar estadounidense. Aunque el dominio mundial del billete verde no se halla en peligro inmediato, ante la falta de una alternativa viable, varios países asiáticos están tratando de crear mecanismos de compensación comercial que eviten la dependencia del dólar. Muchas economías emergentes y en desarrollo reconocen que una economía mundial fragmentada –y mucho menos una en la que deban optar entre dos bloques en competencia– no redunda en su interés. Pero actualmente no tienen poder para cambiar los incentivos de los principales actores. Puede que India desempeñe ese papel algún día, pero de momento no. Y aunque Europa es lo suficientemente grande como para resistir la presión de la disociación, no está totalmente integrada y se ve limitada por su dependencia energética. En cuanto a las instituciones multilaterales, están demasiado sometidas a sus principales accionistas del mundo desarrollado como para promover enérgicamente la cooperación, la apertura y un sistema adaptable basado en normas que fomente la eficiencia, el crecimiento y la integración.
Michael Spence, premio Nobel de Economía y exdecano de la Escuela de Negocios de la Universidad de Stanford, Project Syndicate
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