¿Cómo empezó a incursionar en el periodismo?
Empecé en periodismo cuando fundamos el quincenario Impulso en Casupá, mi pueblo, en el año 63. Estuve en Hechos, pasé a La Mañana, después a El Diario. Más tarde empecé con Búsqueda, que era un mensuario, y ahí tuve actividades paralelas. Era director de la revista semanal Noticias, estaba en Opinar, en Correo de los Viernes. Búsqueda pasó a ser una revista semanal y mientras tanto saqué Hoy, una revista mensual. A su vez escribí desde muy temprano para diarios del exterior.
Trabajé en Clarín, en Correio da Manhã, en Transformación, de México. Fui corresponsal del Carabobeño de Venezuela, fui stringer (cuando sos corresponsal de corresponsal) del New York Times, que tenía una central en Buenos Aires, otra en Brasil y con eso cubría toda Latinoamérica. Yo trabajaba para la de Buenos Aires. He trabajado prácticamente para todos los diarios de América como corresponsal y como columnista sindicado. En este momento sigo teniendo una columna sindicada que se publica en unos 20 medios. Además he sido corresponsal de Ámbito Financiero, La Prensa de Buenos Aires y la revista Somos.
¿Cuándo se vino a vivir a Montevideo?
En realidad yo ya vivía en Montevideo porque me tuve que venir para estudiar en el año 59. Vine a estudiar Ciencias Económicas, a hacer preparatorios. Realmente no tenía muchos elementos para pensar que iba a ser periodista.
¿Pensaba dedicarse a la economía?
Sí, estaba de moda ser contador. Yo era muy práctico, entonces me vine a estudiar economía. Era compañero de Ricardo Pascale, quien fue presidente del Banco Central. Al año me empleé en un banco, en el 60. En esa época ser bancario era mejor que ser cualquier otra cosa, era una carrera, era estupendo. El sueldo de bancario era bárbaro, se trabajaba poco, seis horas por día, y se vivía muy bien.
¿Qué lo llevó al periodismo?
Siendo bancario fui dirigente de la Comisión Representativa del banco en la Asociación de Bancarios (AEBU) y escribí un artículo para el diario del sindicato. Ahí ya tenía 19 años. Yo iba a la Asociación Cristiana de Jóvenes, donde hicieron unos certámenes juveniles en los que se conformaban grupos y competían en varias actividades físicas y otros rubros como teatro, cocina, prensa. Uno de los que integré fue el de prensa y teníamos que hacer un diario. Otro fue cocina, porque me gustaba. Ahí me presenté solo y en periodismo éramos seis. Salimos segundos gracias a mi gran aporte, porque de cinco artículos que había que hacer, yo hice cuatro. En cocina había que hacer ñoquis y yo salí primero. Ahí fue cuando pensé que podía ser periodista. Podría haber pensado que podía ser cocinero, pero opté por ser periodista, y con un grupo de amigos fundamos el quincenario Impulso en Casupá (vivíamos acá pero íbamos todos los fines de semana). Me hice un colaborador más asiduo del diario de AEBU y después pasé a Hechos.
¿En qué momento decidió abandonar la carrera bancaria?
En el año 68 empecé a trabajar en Clarín. Ya trabajaba en Hechos, en Correio da Manhã, era bancario y dirigente, pero en el 69 resolví dedicarme solo al periodismo y renuncié al banco. Sentí que no había cosa mejor que ser periodista y me dediqué a pleno.
“Yo recuerdo lo de La Mañana con un cariño tremendo porque realmente pude hacer periodismo del bueno”
¿Cómo llegó a La Mañana?
Yo venía de un diario pobre, loco, genial, que era Hechos, con unos jefes que eran excepcionales, todos intelectuales. Era ese periodismo loco de la película “En primera plana”. Yo tenía de jefe a Héctor Rodríguez, que era un exdiputado comunista, un gran dirigente sindical del Congreso Obrero Textil, y además era periodista, escribía muy bien. Yo entré como su ayudante. Esa fue de las buenas cosas que me pasaron porque él era una persona excepcional y aprendí muchísimo. Era el hombre que más sabía del marxismo en este país, había sido comunista y eso para mí era medio novedoso. Yo era un hombre de izquierda, de la 99, pero con Héctor me di cuenta de que no era marxista. Fue mi amigo, mi maestro, a quien siempre recurrí y admiré. A Hechos lo compró Seusa, que editaba La Mañana y El Diario. Éramos todos de izquierda pero ninguno era del Partido Comunista.
Salimos unos meses y en mayo del 68 Seusa lo cerró y nos distribuyó. Algunos fuimos a La Mañana y otros a El Diario. A mí me tocó La Mañana.
¿Qué recuerdos tiene de su trabajo allí?
Para mí fue muy importante. Yo recuerdo lo de La Mañana con un cariño tremendo porque realmente pude hacer periodismo del bueno. Ahí estuvo otra de las personas con las que aprendí mucho, que fue Don Carlos Manini Ríos. Era un periodista muy inteligente, fue ministro, embajador. En una época a La Mañana la dirigía él y la codirigía Alberto Manini, el padre de Guido. Eran hombres muy inteligentes.
Paralelamente yo trabajaba en Clarín, donde conocí a Francisco Luis Llano y me enamoré más que nunca de la profesión. Llano fue el que me dijo: “este es el mejor trabajo del mundo, te permite acceder a los lugares donde pueden acceder los muy ricos o los muy poderosos, sin los problemas de los muy ricos y de los muy poderosos”.
Hay una gran definición de la labor periodística titulada “el mejor oficio del mundo”, por Gabriel García Márquez. La primera persona en el mundo que leyó esa conferencia, después de García Márquez, fui yo. Por el año 98 yo era presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Se hizo una conferencia en Los Ángeles con cuatro premios Nobel: Rigoberta Menchú, García Márquez, Henry Kissinger y Óscar Arias. Yo fui el encargado de presentar a Gabo, que me dio su discurso para que lo leyera, pero no estuve de acuerdo con lo que decía, entonces le dije que no lo iba a presentar porque iba a discrepar y terminé presentando a Rigoberta Menchú.
“Yo era un hombre de izquierda, de la 99, pero con Héctor (Rodríguez) me di cuenta de que no era marxista”
¿Con qué no estaba de acuerdo?
Él hacía un duro ataque al grabador, decía que había anulado la profesión porque lo prendían y se olvidaban de lo que estaban haciendo, y después llegaban al diario y escuchaban la grabación, pero no sabían ni cómo era la cara del tipo ni habían estado atendiendo para preguntar. Pero como presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de la SIP, uno de los mayores problemas que teníamos en todos los países, sobre todo con los políticos, era que te decían cosas, tú las publicabas y luego te desmentían. Por eso el grabador era un arma y una defensa terrible.
Después llegó a ser el presidente de la SIP. ¿Qué significó eso para usted?
Ser presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de la SIP ya había sido algo muy importante. Lo fui durante cinco años. Tuve una experiencia a nivel internacional muy grande. También fui miembro del Comité Ejecutivo del Comité Mundial de Libertad de Prensa. Me dieron el Premio María Moors Cabot, que es el mayor premio de periodismo que se le puede dar en el mundo a un periodista (lo da la Universidad de Columbia). Tuve contacto con todos los presidentes, fui recibido y vituperado por algunos. La presidencia de la SIP fue una cosa bien importante, en esa época era muy fuerte y eso me permitió hacer muchas cosas. Por ejemplo, participé en la redacción del Decálogo de la Libertad de Prensa de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, y fui uno de los redactores de la Declaración de Santiago a raíz de la cual se estableció que el 3 de mayo sería el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Además era socio del Instituto Internacional de Prensa y de la Asociación Mundial de Periódicos. Fui muy activo y bastante reconocido. No he dejado mal al Uruguay, aunque aquí no me quieren tanto.
¿Por qué no lo quieren?
Porque yo nunca he pertenecido a ningún partido político. Fui fundador del FA, conocí bastante a Seregni y era dirigente de la 99, de Michelini, pero dejé de tener actividad política visible en el año 69 o 70. Cuando asumió el presidente Bordaberry yo ya era un periodista muy conocido y él estaba entre mis mayores contactos. Ahí se resolvió en Presidencia formar el Centro de Difusión e Información, un grupo técnico cuyo objetivo era facilitar el acceso a la información. Bordaberry nombró a su secretario de prensa, el Dr. Fernando Aínsa, que era un cargo político. Me llevó mi tiempo aceptar integrar el grupo técnico. Yo en ese momento era el hombre que tenía mejores contactos en el nuevo gobierno, trabajaba para dos o tres diarios del exterior, tenía información, tenía acceso directo al presidente porque era su amigo. Eso hizo que mejorara mucho la oferta y me terminaron ofreciendo mucha plata, y no tenía que dejar nada porque era part time, entonces acepté. Además logré algo que era mi sueño, pasar de La Mañana a El Diario para no trabajar más de noche, que era muy duro.
Ese cargo técnico me permitió tener una visión de las cosas del otro lado del mostrador. Yo ahí tuve una actividad bastante destacada. De vez en cuando aparece algún testimonio… Se me ha acusado de colaborador de la dictadura, pero yo estuve dos años y medio y me echaron.
¿Usted no fue el jefe de prensa?
No, ese es el mito. Lo dice Wikipedia y yo nunca me ocupé de borrarlo. Yo tuve un cargo técnico en el que era muy activo, pero era muy activo sacando presos. Yo saqué de la cárcel al padre de Paolillo, que murió en un hospital gracias a mí. Saqué de la cárcel a dos o tres. Tenía diálogo directo con el presidente, podía pedir una entrevista y decirle lo que se estaba haciendo.
“La información que han dado los diarios, las radios, la televisión, en esta campaña ha sido muy completa, aunque con algunos maniqueísmos”
¿Por qué cree que lo han acusado de ser un colaborador?
Yo nunca me plegué, siempre he sido una especie de orejano y no tengo partido que me defienda. Además, el tipo que más defendió la libertad de prensa en la dictadura fui yo, porque fui el único que la denunció en el exterior, en la SIP, siendo funcionario de Presidencia. Yo la denunciaba y volvía acá y tenía problemas, pero tampoco voy a salir a defenderme porque me importa tres cominos. Eso de ser orejano hace que aparezcan a decir que yo estuve con la dictadura. Yo no estuve un carajo con la dictadura.
Hace poco, a raíz de la entrevista de El País a Gavazzo, salió María Urruzola y sacó un artículo hablando de “estos periodistas que creen que hay que informar todo; todos de la escuela de Danilo Arbilla, que fue el tipo que hizo Búsqueda, que introdujo nuevos criterios periodísticos, que además fue colaborador de la dictadura”. Salió a enchastrarme, pero después el periodista Sergio Israel salió diciendo: “no, Danilo Arbilla salvó la vida de mi padre”. Es difícil hacer periodismo independiente en Uruguay, siempre lo ha sido. No te perdonan que seas independiente.
¿Qué opina del rol que ha tenido la prensa en este año electoral?
Creo que ha sido muy profesional. Sesgo siempre hay, pero por suerte no los sesgos partidarios o periodísticos partidarios que había antes. Los periodistas no están tan sujetos a lo que el diario defiende, pero los mismos diarios han dejado de ser como eran antes. Por ejemplo, El País es un diario blanco, pero los periodistas se manejan profesionalmente. La información que han dado los diarios, las radios, la televisión, ha sido muy completa, aunque con algunos maniqueísmos, como decir que Guido Manini es facho o es pronazi sin fundamento.
¿Cómo ve el futuro del periodismo con las nuevas tecnologías?
Aquí y en el mundo estamos en una revolución en todos los aspectos, también en el plano de la vida, del clima, del ambiente. Yo no sé para dónde va a ir el mundo, pero entre esas cosas está este fenómeno de la comunicación, que genera mucho movimiento que después tiene efectos.
Yo no creo que todo vaya a ser desde el teléfono, el internet o el sitio web. Creo que la prensa en papel, muy trabajada, con no tantos medios como antes, tiene un rol. También tiene un problema de credibilidad. La mayor cantidad de gente en el mundo se informa a través de los sitios web; de esa gran mayoría, el 90% recurre a los sitios web de los medios escritos. Esa es una ventaja comparativa, es decir, yo leo el New York Times, leo Le Monde en internet. Hay una importante revolución digital, una revolución de las fake news, de las redes sociales. Yo no sé qué va a pasar, pero no es mala cosa tener un medio escrito o una radio y no perder la continuidad, porque va a llegar un momento en que las aguas se van a acomodar. Vos te podés preparar para ser un agente del periodismo digital, sacás fotitos, hablás, o hacés periodismo puro y duro, que es tratar de dar otro aspecto, de desmenuzar, de interpretar el asunto. Yo creo que eso tiene futuro. Lo que menos futuro tiene es la televisión abierta, que está encontrando enemigos de todos lados: la prensa, la radio, Netflix, los jueguitos de los celulares.
La prensa va a seguir cumpliendo su función de ser la referencia, la radio también, pero la televisión no la tiene; hasta el fútbol lo veo por teléfono.
Entre la docencia y la cocina
La docencia fue parte de la larga trayectoria de Danilo, que fue profesor de periodismo en el Instituto de Filosofía, Ciencias y Letras. Eso hizo que tuviera como “discípulos” a muchos periodistas destacados.
“Yo hice dinero sin hacer otra cosa que vender publicidad e información, y no me plegué a ningún partido político, gobierno ni fundación”, remarca sobre su carrera periodística. También tenía mucho trabajo fuera del país, donde daba conferencias y talleres. “Me fue muy bien porque siempre tuve claro que el negocio es la información, y la información es ni más ni menos que hacer efectiva la libertad de expresión”, explica a La Mañana.
Cuando era niño, recuerda que “el Uruguay era un lugar feliz”. Su papá era comisionista y viajaba todos los días de Casupá a Montevideo, y su mamá era ama de casa; se encargaba de cuidar de él y de su hermano mayor (ya fallecido).
Hoy vive con Alma, su esposa, con quien tiene tres hijos, cuatro nietos y un bisnieto.
Danilo se define como “un hombre libre” y como pasatiempo le gusta cocinar, algo que, asegura, le sale muy bien. Sin embargo, cree que dedicarse a la cocina profesionalmente es una de las tareas más estresantes y más esclavizantes que existen. Aunque hoy tiene algunas dificultades para caminar, dice que no se queja porque puede escribir, leer y mirar televisión. “Sigo siendo libre”, agrega. Mira los informativos, películas, series y fútbol. Es hincha de Nacional, pese a que no le agrada tanto el fútbol uruguayo “porque juegan mal”. Por ello prefiere ver fútbol extranjero, sobre todo, español e inglés.