El mercado de valores en Uruguay ha atravesado distintas etapas y hoy se encuentra en un momento complejo, dado que algunas circunstancias del pasado determinaron que la BVM se fuera debilitando, según dijo su presidente a La Mañana. “Si no hay desarrollo del mercado de valores local, no tiene sentido que exista la bolsa”, advirtió el histórico corredor y recordó que la institución tiene 155 años de existencia. En esa línea, remarcó que para lograrlo se necesita una decisión política, pero también un cambio en la mentalidad de los uruguayos, que tienen una importante “aversión al riesgo”.
¿Cómo entró en la BVM?
En el año 75 mi padre compró el puesto de corredor de bolsa, siendo ya mayor, porque le gustaba, y yo empecé a ayudarlo. En aquel momento los puestos se heredaban o los hijos podían sustituir a los padres, pero en mi caso no fue así, y en el 85 yo compré mi propio puesto porque habían bajado de precio. Estuvimos unos años los dos siendo corredores de bolsa hasta que él se retiró.
¿Qué le interesaba a usted de la actividad como para seguir el mismo camino de su padre?
A mí me gustó mucho la profesión desde el principio. Como él empezó de mayor, tenía pocos clientes y fue creciendo lentamente, pero el escritorio se terminó consolidando cuando yo fui más grande y me pude desarrollar. Mi padre era muy fanático de la bolsa, operaba para sí, por más que no tuviera innumerables recursos. Yo también empecé a hacer eso y en el 85 logré juntar unos ahorros a través de algunos negocios de bolsa y me compré mi propio puesto, que me costó US$ 27.000, o sea, no estamos hablando de una cifra ni siquiera importante, pero en aquel momento era todo lo que tenía.
¿Qué hechos lo marcaron en su actividad institucional dentro de la bolsa?
Cuando se discutió la ley de sociedades comerciales en el 88 y el 89, yo fui designado por la bolsa para interactuar con la comisión parlamentaria que estaba armando ese proyecto, y tenía muchas esperanzas de poder incorporar algunos artículos que pudieran favorecer a los accionistas minoritarios de las sociedades que cotizaban en bolsa. Logramos dos o tres artículos que hasta el día de hoy constituyen un avance en los derechos de las minorías, por ejemplo, el artículo 320, que establece un dividendo mínimo obligatorio de todas las empresas que es el 20% de las utilidades netas.
Después vino la primera ley de mercado de valores y obligaciones negociables en el año 96, elaborada por Ignacio de Posadas, y recién en ese año las empresas pudieron empezar a descontar los costos financieros de las emisiones de obligaciones negociables y de títulos de deuda a través de la bolsa de sus utilidades contables. Hasta ese momento los únicos pasivos que generaban gastos deducibles eran los pasivos bancarios. Eso fue un hito porque establecía un orden de paridad entre los pasivos bancarios y los pasivos asumidos por las empresas a través del mercado de valores.
Luego, hasta el año 1999, se desarrolló un auge de emisiones de obligaciones negociables por parte de las empresas, hubo realmente una avalancha en la bolsa de emisiones, dos o tres por mes, lo que llamaba mucho la atención, pero nos llenaba de satisfacción. Ahí me incorporé por primera vez al Consejo Directivo como secretario, siendo el presidente Ignacio Rospide.
¿Cómo vivió la crisis del 2002 con los efectos que tuvo para la bolsa?
La crisis del 2002 fue terrible, fue muy dura para el sistema bancario, pero también para la bolsa. En aquel entonces, el 100% de las emisiones de títulos de deuda del Estado uruguayo se realizaban a través de la bolsa y las compraban exclusivamente los inversores nacionales. En el 2002, con la crisis de reservas que tuvo el Estado, estuvimos al borde del default, pero tuvimos un presidente que tuvo mucho coraje y el país nunca va a dejar de reconocérselo –por lo menos yo–, que se plantó frente a las propuestas de default que le venían hasta del Fondo Monetario Internacional y dijo que eso no iba a pasar, consiguió una ayuda clave del presidente de Estados Unidos y salimos adelante.
El gobierno ofreció a los tenedores de bonos que operaban a través de los corredores de bolsa, que en un altísimo porcentaje eran uruguayos, una demora de pago de todos los bonos de un promedio de cinco años. O sea, pidió cinco años más para los vencimientos y tomó aire, reconstituyó reservas y echó a andar el país sin vencimientos de deuda que lo agobiaran. Eso fue aceptado por el 93% de los tenedores de títulos. El trabajo lo hicieron los corredores de bolsa, porque fueron los que se contactaron con los clientes y los convencieron de que había que aceptar eso por el bien del país. Eso fue un logro muy importante del mercado de valores local y de la Bolsa de Valores como institución.
Luego comenzaron a realizarse emisiones de títulos de deuda en el exterior. ¿Cómo fue el proceso?
De a poco el gobierno uruguayo fue ganando confianza acá y en el exterior y, efectivamente, empezaron a realizarse emisiones de títulos en el exterior del país, a tal punto que a los pocos años el 100% de las emisiones de deuda se hacían en el exterior, donde se valoró muy positivamente la actuación del gobierno uruguayo en la crisis. El mercado primario se fue trasladando hacia el exterior, lo que implicaba cosas muy positivas como que ingresaran al país importantes contingentes de dólares y de apoyo financiero, pero, por otro lado, los ahorristas uruguayos quedaban sin mucho para hacer con sus propios ahorros. Ahí se generó una época gris respecto a qué hacer con nuestros clientes. En algunos casos comprábamos esos títulos, aunque fueran a más largo plazo, pero no era algo que interesara mucho a esos ahorristas que toda la vida habían comprado los bonos del Estado. Hasta el día de hoy la totalidad de las emisiones de títulos públicos se hacen en el exterior, los uruguayos que quieren comprar tienen que terminar pidiéndoselo a un banco extranjero, que les entrega lo que le parece.
¿Qué soluciones plantean para esto?
Nosotros creemos que podría ser interesante poner un tramo en la emisión de títulos que sea exclusivamente para el mercado local, con los mismos títulos, las mismas características, pero darle preferencia al mercado local. Cuando se fue ganando en confianza y en solvencia, el gobierno fue emitiendo a plazos cada vez más largos, se invirtieron bonos al 2045, al 2050 y al 2055, y esos plazos cada vez sacaban del mercado a más ahorristas particulares y quedaban las emisiones en manos de los grandes fondos de inversión del exterior, fundamentalmente de Estados Unidos.
¿Cómo fue para usted asumir la presidencia por primera vez en 2005?
Para mí fue todo un desafío, se estaba saliendo de la crisis. Yo tenía mucho interés y entusiasmo en la presidencia, por tratar de hacer más cosas por el mercado de valores del país. Yo creía y sigo creyendo que es absolutamente imprescindible desarrollar el mercado de valores, entonces, siendo el presidente pensaba que iba a ser más posible ese esfuerzo. Sin embargo, no se lograron muchas cosas en los tres primeros mandatos desde el 2005 al 2011, me retiré con algunas cosas hechas pero mucha frustración porque no había logrado lo que yo quería. En este país desarrollar el mercado valores es de las cosas más complicadas de hacer, después de tantos años lo puedo decir. Cuando me retiré de la presidencia había 74 corredores en actividad y hoy hay 24, eso habla de lo débil que está la bolsa, del poco interés que hay en ejercer esta profesión, seguramente, porque no hay muchos negocios que hoy estén pasando por la bolsa.
¿A qué atribuye ese debilitamiento y cuál es la importancia del desarrollo del mercado de valores local?
Una cosa responde la otra: si no hay desarrollo del mercado de valores local, no tiene sentido que exista la bolsa. Para operar, comprar fondos o invertir en acciones o en títulos de deuda del exterior, hoy no se precisa ninguna bolsa, entonces, si no hay desarrollo del mercado local, mantener la bolsa en actividad es cada vez más complicado. El desafío de desarrollarlo no solamente es de los corredores para mantener su fuente de negocios, sino de la bolsa como institución, que no olvidemos que tiene 155 años de existencia.
¿Qué tipo de apoyos hacen falta por parte de las autoridades económicas?
No son las autoridades económicas exclusivamente las que tienen que apoyar esto, porque el tema trasciende lo económico. Para que se desarrolle el mercado de valores tiene que haber una decisión política. Hay que comenzar a cambiar la mentalidad de los uruguayos, que conforman la población más conservadora del mundo. Este es un país que ha tenido un Estado guardián, y durante muchos años eso ha sido muy bueno porque ha generado una cantidad de avances sociales que son ejemplo en el mundo, pero también ha creado una mentalidad en la gente de muy poca afinidad con el riesgo. Acá hay una aversión al riesgo muy seria, una afinidad con afiliarse al sueldo como retribución y a no invertir, a no emprender. Hay una falta de emprendedurismo muy fuerte y eso es por no asumir riesgos.
Los grandes procesos de crecimiento económico que tuvo el país en los últimos 20 años han sido liderados por extranjeros, y yo no tengo nada contra eso, el tema es que ese desarrollo también debe ser encarado por los uruguayos en forma individual o asociándose con los extranjeros. Hay un déficit de participación de la gente en los grandes emprendimientos del país y fundamentalmente porque son públicos, porque las grandes empresas, las que en cualquier país dinamizan sus mercados de valores, acá son públicas. Si a alguien se le ocurre decir que algunas de esas empresas podrían cotizar en bolsa, aunque sea una parte de su capital, pobre de él. Yo no estoy en contra de que el Estado tenga la mayoría de esas empresas, pero entiendo que se les podría permitir a los ahorristas uruguayos participar de la cogestión de las empresas más importantes.
¿El artículo que fue aprobado en la Ley de Urgente Consideración (LUC) no ayudaría en esto?
En realidad, yo estoy muy preocupado porque el artículo 285 de la LUC establecía que las empresas de derecho privado y propiedad pública, como Ducsa, ALUR, entre otras, podrían cotizar sus acciones en la bolsa ofreciéndoles una parte de las mismas a los ahorristas nacionales. Esto lo vimos con muy buenos ojos, era un paso importante en esa dirección, pero hasta ahora no se ha aplicado. No olvidemos que, a estas empresas, que son grandes, importantes, no las abarcan los controles del Tribunal de Cuentas, entonces, no son controladas adecuadamente. Eso atenta contra la transparencia, y una empresa que cotiza en bolsa tiene la obligación de presentar sus balances trimestralmente en el BCU y en la propia BVM. Eso es un paso cultural hacia adelante en la cogestión social de las empresas, es un hecho que no se limita a lo económico-financiero, sino que abarca un aspecto cultural de una mentalidad diferente a la que hoy reina en este país.
Más allá de este factor cultural que menciona, ¿hay ciertos apoyos que las autoridades económicas podrían brindarle a la Bolsa de Valores para impulsarla?
Podría haber apoyos, sí, pero hasta ahora no los ha habido. Por ejemplo, no es lo mimo invertir acciones u obligaciones en una empresa uruguaya que en una del exterior. Más allá de que en lo financiero las prohibiciones no son saludables y son peligrosas, lo que sí defiendo es que a lo local hay que fomentarlo en forma diferencial, o sea, no puede ser que estemos en desventaja respecto a las operaciones en el exterior. Hoy, comprar fondos del exterior implica casi no pagar IRPF por las ganancias que genera, pero es el momento de exonerar absolutamente de todo IRPF a las emisiones de deuda y de acciones de las empresas locales, y asimilarlas al tratamiento fiscal de IRPF de los títulos públicos, que es cero. La renuncia fiscal que implicaría esta medida sería mínima porque hubo años como el 2021 y 2022 en que hubo una sola emisión por año.
¿Las obras de infraestructura que se han generado en los últimos años deberían financiarse en la bolsa?
Sin ninguna duda. El país tiene por delante obras de infraestructura claves como la planta potabilizadora de OSE; el desarrollo del hidrógeno verde, que es absolutamente imprescindible, y ahí sin duda que son necesarias cantidades importantísimas de recursos que el Estado uruguayo no tiene y para aportarlos tendría que endeudarse, entonces, es el momento de que aparezcan las emisiones públicas para que la gente los pueda comprar y aportar sus capitales. Ahí está la decisión política de la que hablaba al principio, que implica decir que esto debe ser financiado a través de la bolsa y ofrecido a los ahorristas uruguayos y a las AFAP. Se discute si las AFAP deben o no invertir en el exterior, más allá de eso, deben tratar de invertir lo más posible en nuestro mercado local, y para eso es necesario que haya una decisión política que las habilite y que genere una estructura financiera en la cual puedan participar las AFAP y los ahorristas particulares.
Sobre esto, CA ha planteado limitar las inversiones de las AFAP en el exterior, en el marco de la discusión de la reforma de la seguridad social. ¿Cuál es su opinión al respecto?
La mejor solución a esa propuesta de Cabildo fue la que se consiguió, o sea, sacar eso del proyecto, porque no hace a la viabilidad de la reforma de la seguridad social, y abordarlo en otra iniciativa. El hecho de que las AFAP puedan o no invertir en el exterior debe formar parte de un paquete en el cual nos planteemos todos dónde es preferente que inviertan. El tema trasciende las AFAP y me parece bueno que se dé un proceso de discusión al margen de la reforma de seguridad social, sobre el destino del ahorro de los uruguayos, ya sea a través de las AFAP o de los particulares. Seguramente, si eso se logra, la bolsa va a participar en esas discusiones de una manera muy decidida.
Trabajo en familia
Urraburu creció en el barrio Centro de Montevideo, en el seno de una familia de clase media. Su madre era ama de casa y su padre bancario, hasta que se fue del banco y compró un puesto de corredor de bolsa.
Está casado y tiene dos hijos y seis nietos, todos varones. Es el director de Urraburu & Hijos Corredores de Bolsa, actividad que comparte con uno de sus hijos en la oficina ubicada en Ciudad Vieja, y el otro está a cargo de su explotación agropecuaria. “La pasión más importante que tuve en la vida y que sigo teniendo es estar cerca de mis hijos, para mí es un privilegio que me dio la vida; estoy la mitad de la semana trabajando en el escritorio con uno de ellos y la otra mitad me voy al campo con el otro”, comentó a La Mañana.
Además de sus actividades laborales, disfruta de jugar a la pelota vasca, deporte que comenzó de joven. Actualmente lo practica dos veces por semana con su grupo de amigos del club al que asiste.
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