Corría la década de 1970 cuando Isidro Rubén Alonso decidió ir a vivir a un cantegril. Hubiese sido un mero hecho si no fuera que lo hizo por decisión propia, por amor al prójimo y por la continua búsqueda de Cristo. Su llegada causó conmoción en el barrio. Se trataba, en realidad, del Padre Cacho, como fue comúnmente conocido, un sacerdote salesiano que marcó fuertes huellas en la vida y el corazón de muchos vecinos y personas que lo conocieron, ya sea personalmente o a través de sus obras.
La Parroquia de los Sagrados Corazones, en la zona de Aparicio Saravia, fue la elegida por la diócesis para que el sacerdote realizara su labor. Se trataba de uno de los barrios más empobrecidos de la ciudad. Allí el Padre Cacho comenzó a tomar contacto con las familias del barrio que asistían a la parroquia, y realizó visitas por los distintos lugares de la zona. En esa instancia de acercamiento, del cara a cara con los vecinos, detectó las distintas necesidades que tenían las familias. A una de ellas, por ejemplo, les llegó el desalojo de un terreno que ocupaban. No tenían a dónde ir. No eran los únicos tampoco. Con esa angustia compartida, y con las manos de tantos otros que asistían a la parroquia, se comenzó a organizar una suerte de cooperativa por ayuda mutua que, con el impulso del sacerdote, comenzaron a trabajar por su vivienda.
Los años pasaron, y sin que fuera una cuestión planificada, sucedió la conformación de una organización denominada San Vicente en honor a unas hermanas vicentinas que trabajaban en la zona por esa época y que eran cercanas al Padre. Pero, más allá de la gente del barrio, el sacerdote tocó el corazón de muchos estudiantes y jóvenes que fueron a dar una mano allí de forma voluntaria, ya sea a través de las ollas populares que organizaban, trabajando en las viviendas de ayuda mutua, colaborando en las guarderías, o proponiendo ideas para abordar las distintas necesidades.
En el año 1992, luego de una lucha contra el cáncer, el Padre Cacho falleció. Sus restos fueron trasladados hasta el Cementerio del Norte en carritos de clasificadores. Miles de personas se reunieron para compartir su dolor y congoja ante tal pérdida, pero las enseñanzas que dejó fueron tales que la obra continuó su trabajo. Tal vez, como una especie de tributo a él.
En aquel momento habían comenzado a funcionar algunos convenios, y el impulso de los colaboradores y vecinos era –y lo es aún- muy fuerte. Actualmente, hay vecinos que están vinculados a la obra desde el principio. El hogar donde el Padre Cacho vivió y compartió con otras familias necesitadas del barrio es la sede central de la institución y se encuentra en el corazón del barrio Marconi, en Aparicio Saravia 3622 y Enrique Castro.
En un radio de más de 15 cuadras del lugar se encuentran varios proyectos, dentro de los que se engloban seis CAIF y dos clubes de niños y centros juveniles. Es que el área educativa es uno de los ejes del trabajo que realizan. Cuentan, asimismo, con convenios para brindar inserción laboral a chicos y realizan limpiezas en centros comunales.
También tienen un área vinculada a la clasificación de residuos, donde realizan una recolección de los residuos de los clasificadores, llegando incluso a zonas semirurales, como el barrio Manga, con el fin de que los residuos no sean tirados a una cañada o en una esquina. Por medio de un convenio con la Intendencia, la organización recoge lo que descartan.
Realizan, asimismo, gestión de residuos en algunas empresas de Montevideo, como Montevideo Shopping y Portones Shopping. En el área de vivienda acompañan desde los orígenes la cooperativa de vivienda de ayuda mutua junto con otras que han surgido en el último tiempo.
Ana Scarenzio, trabajadora social y coordinadora general de la Organización San Vicente obra Padre Cacho, dijo en entrevista con La Mañana que en el área educativa se ven beneficiados cerca de 800 jóvenes de forma directa, aunque también señaló que el impacto es mayor puesto que llegan a sus familias. En el servicio de recolección diferencial, alcanzan a 400 clasificadores que reciben el servicio pero mencionó que en concreto el efecto se extiende para alcanzar a 1500 personas.
A pesar de la loable labor, los costos a enfrentar es uno de los desafíos diarios que debe sortear la organización y que los obliga a desenvolverse de diversas maneras para saldarlos. Si bien cuentan con convenios con la Intendencia y organismos estatales, estos solo alcanzan a cubrir los gastos básicos y dejan por fuera algunas necesidades que surgen en el camino. Es por ello que la colaboración de la población en general es fundamental. En ocasiones, la donación de ropa de segunda mano sirve para que la institución realice una feria económica y con ello pueda obtener dinero que luego se destinará a reparar algún techo, solucionar un problema de saneamiento o incluso pagar un helado para los niños del barrio.
“Los costos extraordinarios te hacen trastabillar, porque los fondos que se reciben son solo para el funcionamiento cotidiano, como el pago del personal o pagar los costos de la luz o el agua, y los insumos, pero a veces eso no da”, expresó Scarenzio. Es por ello que la obra ofrece la posibilidad, a los que así lo desean, de poder colaborar a través de un sistema de débito automático por mes a través de una línea telefónica. Además tienen una cuenta bancaria para quienes desean realizar una donación por única vez.
En concreto, todo es bienvenido, ya que sirve para darle continuidad a un trabajo que ha atravesado la vida de muchas familias. “Es un dato a observar la continuidad en el tiempo con tantos años de trabajo, que brindan la posibilidad de crecer y de seguir aportando propuestas distintas”, declaró. A la vez, agregó: “hay una esencia del trabajo que tratamos de transmitir y que notamos que fue acertada la intervención, puesto que la labor continúa”.
Canonización
Actualmente, el Padre Cacho se encuentra en proceso de canonización, un camino que puede durar muchos años y que culmina con la declaración de Santo y que en su caso comenzó en febrero del año 2017. Este recorrido comienza con un proceso donde se declara a una persona, que tiene fama de santidad, por parte del obispo local y del postulador de la causa, donde frente a la Santa Sede se presenta un informe sobre las obras de la persona. Según explica la Iglesia católica de Montevideo en su página web, la Congregación para las Causas de los Santos, luego de examinado el informe, dicta un decreto donde asegura que no hay impedimentos para comenzar el estudio en profundidad y el candidato comienza a ser llamado Siervo de Dios. Es, en este paso, donde se encuentra el caso del Padre Isidro Rubén Alonso .
El camino continúa con el dictado por parte del obispo diocesano del Decreto de Introducción de la Causa del entonces, Siervo de Dios y a nivel diocesano se prepara un informe donde figuran pruebas documentales y testimonios que afirmen que, definitivamente, vivió como un santo. Se trata de una larga y detallada labor, que incluso puede llevar años de trabajo, y que se envía luego al Vaticano para su análisis.
Pero, al respecto, Scarenzio aseguró: “Si bien se está en proceso de documentar las pruebas, cuando surgió la iniciativa los vecinos del barrio decían que no era necesario, puesto que para ellos el Padre Cacho ya era un santo”.
Cómo colaborar
Quienes deseen ayudar a la obra pueden enviar un mensaje al celular 092 750 191, llamar al número de teléfono 22150836, enviar un mail a la casilla [email protected], o realizar un depósito en la cuenta del Banco República, en pesos al 1560356-00010 o en dólares al 1560356-00009.
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