Desde principios del siglo I a.C. hasta finales del siglo I D.C., se produjeron en Italia cuatro grandes crisis de deuda privada. La primera entre el 91 y el 81 a.C., luego otra hacia el 60 a.C., que provocó la “Conjuración de Catalina”, una tercera del 49 al 46 a.C. durante la guerra civil entre César y los pompeyanos. La última tuvo lugar en el 33 d.C. La crisis del 91-81 a.C. está relacionada a tres feroces guerras (la guerra “social” entre Roma y sus aliados italianos, la guerra civil entre las tropas de Mario y las de Sila, y la guerra contra Mitrídates, que en el 88 asesinó a decenas de miles de romanos e italianos en el Mediterráneo oriental), una explosión de deuda y problemas monetarios y fiscales. La confusión reinante en la circulación de la moneda, y las tensiones sociales debidas al endeudamiento, llevaron a que en 86 a.C. la magistratura romana reestructurara una cuarta parte de las deudas existentes y anulara el resto. Esta sería la ocasión en la historia de Roma en que se terminaría eliminando la mayor proporción de deuda.
La Conjuración de Catilina duró año y medio, desde mediados del 64 hasta principios del 62 a.C., pero la fase propiamente insurgente no pasó de unos pocos meses, entre octubre del 63 y enero del 62 a.C. Salustio dedicó un tratado histórico a Catilina, y Cicerón, quien se enfrentó a los conspiradores mientras era cónsul en el año 63 a.C. (el consulado era la máxima autoridad judicial, ocupado por dos senadores cada año), escribió cuatro discursos oponiéndose a él (las “Catilinarias”). Esto es interesante porque no se produce en el contexto de una guerra civil, y los textos conservados nos cuentan por un lado los argumentos de los conspiradores endeudados, y por el otro los de Cicerón, quien sin haber sido él mismo un importante prestamista, defendía en términos de principios la posición de los acreedores. Si le creemos a Salustio, Catilina y su grupo de partidarios ponían énfasis en el contraste por un lado entre su propia pobreza y endeudamiento, y por otro, la riqueza y arrogancia de los gobernantes que abusaban de su posición política para apropiarse de los tributos pagos por los soberanos extranjeros o por los inmigrantes de Roma. Frente a esto, Catilina prometió una tabulae novae, es decir, la abolición de las deudas.
En el año 64 a.C., una parte de las clases populares urbanas de Roma (es decir, los ciudadanos libres que vivían en la ciudad, compuestos en parte por una clientela más o menos dependiente de las grandes familias, pero también por pequeños comerciantes, obreros y artesanos) se encontraba fuertemente endeudada. Es así que estallaron los problemas, y como resultado se disolvieron las asociaciones obreras y se prohibieron los discursos políticos al borde de las carreteras. Tras perder las elecciones en octubre del 63, Catilina y sus seguidores decidieron recurrir a la violencia.
Jean Andreau, en “Personal indebtedness and debt forgiveness in the Roman empire” (2012)
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