Por razones que no es necesario explicar ninguno de nosotros, los que habitamos el mundo en la actualidad, pudimos disfrutar de un concierto ejecutado por Marie Pleyel (1811-1875) ni por Clara Schumann (1819-1896). Como, además de pianistas, fueron compositoras, será tarea de especialistas establecer diferencias de calidad entre sus producciones. En cuanto a cuál haya sido mejor intérprete debemos recurrir al juicio de sus contemporáneos. Y la balanza parece inclinarse hacia el lado de Marie.
El periódico Gazette du Bas-Languedoc, en su edición del domingo 16 de marzo de 1851 (pese a indicar en la portada que aparece cinco veces por semana: lunes, martes, jueves, viernes y sábados), incluye una encendida nota del cronista musical sobre un concierto de Mme. Pleyel ofrecido «dans le salón de M. Pol». Colma de elogios a la concertista resaltando «la fineza y elegancia de su ejecución, el don particular de aprehender el espíritu y el sentido de la composición en toda su profundidad…». Agrega: «Mme. Pleyel no toca, hace cantar al piano». Y concluye en que ella es la «premiere des pianistes».
La Gazzete du Midi, por su parte, unos días antes había comentado la llegada de Marie a Marsella diciendo: «Esta mujer es verdaderamente reina. Reina consagrada por el sufragio de todos libremente expresado por los miles que han aplaudido sus triunfos».
Podrá sospecharse que subyace en estas expresiones cierta dosis de chovinismo. Pero, salvo alguna excepción, hay coincidencia entre las miradas de los compositores contemporáneos. Y la expresión «mirada» está tomada en su exacto sentido: Marie no solo era la preferida de sus oídos, sino de sus corazones.
Las críticas negativas hacia Marie, como hace notar la laureada pianista, conferencista, docente, directora de orquesta y doctora en Artes Musicales Lisa Yui: «… pueden explicarse en parte porque la información a la que puede accederse con facilidad está fundada en fuentes de colegas como Berlioz, Liszt o Clara Schumann, que eran rivales o amantes despechados». También Camille Pleyel aportó lo suyo.
El orgullo herido
Berlioz era novio de Marie, se fue para Roma en usufructo de una beca, y cuando se encontraba allí recibió una carta de la madre de Marie informándole que la joven había roto su compromiso e iba a casarse con Camille Pleyel. Este caballero, que le llevaba veintitrés años y había heredado la famosa fábrica de pianos que había fundado su padre, era sin duda para la madre de la joven, mucho mejor partido. El odio que generó esa actitud en el memorioso Berlioz, no se extinguió cuando desistió de su plan para asesinar a su ex futura suegra, a Marie y a Pleyel y luego suicidarse. La experiencia igual le sirvió como insumo para sus creaciones, pero era un hombre constante en sus afectos y rencores.
El matrimonio de Marie y Camille duró unos años, porque después de que Marie engañara a su esposo repetidas veces, este obtuvo la separación el 29 de julio de 1836. Por supuesto, don Camille se encargó de estropear todo lo que pudo la reputación de Marie. Por eso Yui insiste en que resulta errado aceptar estos comentarios sin tener en cuenta su carga «de celos, amargura, orgullo viril, o en el caso de Nerval, insania».
Aunque parece ser que, más allá de la maledicencia de estos señores, Marie había tenido y siguió teniendo una lista de amantes que incluye varios personajes. Y como el orden de los factores no altera el producto, y la comparamos con Clara Schumann, veamos lo que escribía Robert Schumann sobre una interpretación de Marie, a la que en ese entonces era su novia: «[Tocó una obra de Carl Maria von Weber] de la manera más impresionante y la misma cálida pasión con la que parece dotar a toda su música. Y así, un estado de ánimo alegre y comunicativo pronto se extendió a través de la audiencia como solo ocurre después del placer de presenciar la interacción de una obra maestra y su ejecución magistral». Y luego agrega, con muy poco tacto: «También [Marie] tiene la costumbre de cerrar el ojo izquierdo a veces y mirar hacia arriba con el otro de la manera más hermosa, y esto es tan dulce que te deja sin aliento».
Se comprende que Clara haya escrito en su diario: «Si pudiera oír y ver una sola vez a esta extraña hembra. Cada uno de sus movimientos aparentemente está bien estudiado, después de terminar una pieza siempre se queda con la orquesta, habla con los músicos, sigue haciendo reverencias, muy infantil, como si no supiera cómo se había merecido este aplauso, luego se sienta al piano y toca otra pieza». La carta es de noviembre de 1839, la anotación de Clara está fechada en diciembre. La boda fue en septiembre de 1840.
Dos estrellas
De todos modos, esa no fue la primera anotación que hizo Clara sobre el tema. Está precedida por otras observaciones sobre la corte de admiradores de Marie. Su instinto femenino le advertía que esa señora era su rival no solo en el terreno de la música. Sumado a eso, Schumann solía dejarse llevar por sus emociones…
Cuando por fin se conocieron en 1851 Clara tenía treinta y dos y Marie cuarenta. Clara ya no veía a Marie con la mirada de una chiquilla veinteañera no demasiado segura de sí misma. En un descanso de su gira de conciertos por Bélgica escribió en su diario (que ya ocupaba varias libretas) «Me alegró mucho conocerla, ya que había oído mucho sobre ella, y de hecho me sorprendió mucho su gran amabilidad que parecía tan perfectamente natural».
Las vidas de estas dos mujeres tuvieron en común que brillaron con luz propia en un mundo de hombres. De acuerdo con sus biógrafos el amor de Clara fue Robert con quien tuvo sus hijos. A la muerte de Schumann Clara no volvió a casarse. Su relación con Brahms es objeto de especulaciones. Algunos opinan que fue meramente platónica. Otros extraen conclusiones distintas a partir de las cartas que se conservaron, o de las que se quemaron, esto es, las que se salvaron de la hoguera que hizo Clara con ellas. Otros opinan que el amor de la vida de Clara fue Brahms. Y hasta ahí.
Con Marie es más difícil. Indudablemente tuvo una intensa vida amorosa. Pero el listado que se le endilga incluye amantes y encandilados. La danza de nombres incorpora a Listz, a Alejandro Dumas, al propio Schumann, al pintor Delacroix, Chopin (aunque más no fuere porque le dedicó sus Nocturnos Op.9), al escritor Gerard de Nerval…
Es una lástima que a Clara ni a Marie, no las hayamos podido ver y escuchar. La ventaja es que, precisamente por eso, podemos escribir algo sobre ellas.
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