Jorge Mario Bergoglio se inclinó por ingresar a la Compañía de Jesús por la característica misional de esta Orden. Su anhelo de juventud era misionar en el Japón como lo habían hecho otros grandes jesuitas, pero un problema de salud se lo impidió. El Destino le tenía preparado algo mejor; misionar en el Japón, siendo el primer Papa jesuita de la historia.
Fueron justamente los jesuitas los que iniciaron la actividad misionera en el país en 1549, de la mano de San Francisco Javier. Luego de una intensa predicación, lograron crear comunidades cristianas. El catolicismo prosperó en el sur del Japón, con el pueblo de Nagasaki como centro de la Iglesia.
Las conversiones se multiplicaron en aquellos años que fueron esplendorosos para el catolicismo japonés. Pero a finales del siglo XVI, comenzaron las persecuciones y los martirios; el Cristianismo fue prohibido y los jesuitas expulsados del país.
El viaje apostólico de Francisco en Japón, tuvo una nutrida agenda. Particularmente importante fueron las visitas a las localidades que sufrieron ataques nucleares en 1945: Hiroshima y Nagasaki.
Nagasaki era en 1945 (y lo sigue siendo, actualmente) el centro y el corazón del catolicismo japonés. Su tierra está regada por la sangre de cientos de mártires católicos. El Papa Francisco llegó, bajo una copiosa lluvia, al parque ubicado en el sitio exacto del epicentro de la bomba atómica e hizo una plegaria en defensa de la Cultura de la Vida. Ante el lugar que recuerda la guerra, hizo un fuerte llamamiento a la paz. Explícitamente remarcó que la Iglesia Católica estaba “irrevocablemente comprometida con la decisión de promover la paz entre los pueblos y las naciones”.
En la misma jornada visitó Hiroshima. Hiroshima es una ciudad hermosa y moderna; con niños jugando en sus plazas, repletas de luces de diferentes colores; con jóvenes por todos lados riendo. Hiroshima tiene memoria de la tragedia, pero también se prepara para celebrar la Navidad con árboles iluminados.
En el Memorial de la Paz, el Papa pidió por una paz basada en la verdad y la justicia. También rogó al Señor para que sobreabunde la esperanza donde sobreabundó la destrucción.
Al día siguiente ofreció una Misa en el Tokyo Dome, un estadio en el que generalmente se juega al Baseball, pero que también es utilizado para otros espectáculos deportivos o de otra índole.
En la homilía, condenó el egoísmo, el consumismo y el aislamiento que nos hacen olvidar el verdadero significado de la vida. “Lo contrario al yo aislado, encerrado y hasta sofocado sólo puede ser un nosotros compartido, celebrado y comunicado”, indicó.
A la mañana siguiente, tuvo lugar la última actividad de la Gira Apostólica. Fue en la Universidad Sofía, la entidad universitaria de los jesuitas en Japón. Pese a solo representar las creencias de 1 de cada 100 japoneses, el Catolicismo es bien valorado y reconocido en el ámbito educativo.
Francisco reivindicó a los mártires jesuitas y al pensamiento humanista y cristiano que promueve la Universidad.
Así finalizó un nuevo viaje apostólico del Papa Francisco (el número 32, que incluyó, asimismo, a Tailandia). Consideramos que éste ha ocupado un lugar especial debido a los sueños juveniles que mencionamos al inicio de la presente crónica.
(*) Abogado, analista político. Especial para La Mañana desde Japón.