¿Se han imaginado, aunque solo sea de lejos, que, por ejemplo, el capital concepto moral de “culpa” (Schuld) procede del muy material concepto “tener deudas” (Schulden)?
F. Nietzsche, La genealogía de la moral
Para Nietzsche, el sentimiento de culpa tiene su origen en la relación acreedor-deudor. “Fue aquí donde por primera vez se enfrentó la persona a la persona, fue aquí donde por vez primera las personas se midieronentre sí”, sostenía el filósofo alemán en “La genealogía de la moral”. Este conflicto primigenio parte de las comunidades primitivas, cuando los hombres empiezan a ser conscientes de sus obligaciones con sus antepasados, reconociendo que “la estirpe subsiste gracias tan solo a los sacrificios y a las obras de los antepasados –y que esto hay que pagárselo con sacrificios y con obras: se reconoce así una deuda”. El elemento moral presente en la relación deudor-acreedor explica por qué en esas sociedades el sacrificio del primogénito constituía un mecanismo aceptado de expiación de las culpas del deudor.
Quizás sea por estas prácticas atávicas que gran parte del sistema político actual ni se inmuta ante la realidad imperante de los escritorios de cobro de deudas, que diariamente atemorizan a cientos de miles de ciudadanos, atrapados en una relación de dependencia, abandonados por un Estado que en el mejor de los casos es indiferente y en el peor, cómplice del vejamen. Deudas categorizadas como incobrables por instituciones a las cuales no les resulta rentable –o lo que es lo mismo, inconveniente para su imagen– seguir haciendo el esfuerzo de negociar con el deudor, son vendidas sin más a agentes sin cara y sin pruritos, que hacen las veces de las viejas prisiones de deudores de la Inglaterra victoriana. Esa “idealización liberal” británica sirvió de caldo de cultivo del marxismo, ideología que por su afán universalizante es tan absoluta como su prima hermana, el liberalismo.
En efecto, esta fauna actual de escritorios de cobro no sería posible sin la categoría del “riesgo moral”, concepto codificado por los capitostes de las finanzas globales y repetido como loros por una intelligentsia local que no solo no ha sido electa, sino que actúa como un poder legislativo, judicial y ejecutivo en sí mismos, con cada vez mayor independencia de los poderes establecidos por la Constitución. Una especie de Estado dentro de otro, gobernado por una elite de optimates, que preocupada por ser los primeros en complacer a Basilea, le susurra al oído al FMI y con su accionar termina favoreciendo a la banca extranjera por encima de la nacional. A pesar de esto, y si bien la crisis del 2002 significó la desaparición de los últimos cuatro bancos privados nacionales, por ahora no han logrado el premio mayor de restringir el peso del BROU en la plaza local.
Las discusiones sobre los temas de las deudas y su eventual condonación han estado en el centro de las discusiones políticas a lo largo de la historia, desencadenado innumerables insurrecciones. Para Robert Skidelski, la relación entre acreedores y deudores no encarna ninguna férrea regla de moralidad, sino que constituye por el contrario un acuerdo social que debe ser siempre negociado. El economista británico agrega que cuando la precisión técnica y los enfoques inflexibles dominan las discusiones sobre las obligaciones de deuda, pronto aparecen el conflicto y la miseria. Visto de esta manera, la “innovación” del Plan Brady respecto al Plan Baker fue la apertura de los países acreedores para aceptar que, sin quitas en la deuda de América Latina, la región iba a sufrir otra década perdida, que podía terminar en escenarios sociopolíticos muy indeseables. Sin ir más lejos, hubiera sido muy difícil consolidar el retorno a la democracia sin un enfoque más flexible por parte de los países acreedores.
Algo parecido ocurre hoy en nuestro país con el problema de las deudas de las familias y los más de seiscientos mil ciudadanos excluidos del sistema financiero por ser considerados deudores incobrables. Entrevistado por Radio Nacional el viernes pasado, el senador Guido Manini Ríos expresó que “la solución no pasa por Labat ni por el Banco Central, que por supuesto son contrarios a cualquier tipo de solución” ya que, según afirma el líder de Cabildo Abierto, el presidente del BCU es de la idea que el Estado no se debería meter en negocios entre privados, como si fuera un acuerdo en igualdad de condiciones entre deudores y acreedores, protegido por “reglas de juego” que en esta situación no protegen los derechos de ciudadanos que han caído prisioneros de sus deudas.
Manini Ríos insiste en la necesidad de una ley que aporte soluciones a los cientos de miles de deudores que considera de “buena fe”, apelando a un concepto de deuda justa propio de nuestras más sanas raíces cristianas y occidentales. Esto va en sentido contrario a seguir insistiendo con conceptos deshumanizantes como el del riesgo moral, una de las tantas creaciones de ese mundo abyecto que conduce a la esclavización del individuo, disfrazado de libertades aparentes concebidas por propagandistas. Ese es el verdadero camino a la servidumbre que Cabildo Abierto y sus dirigentes visualizan todos los días en sus recorridas por el país, mientras los modernos cicerones se encargan de edulcorar la realidad con su artero manejo de los medios.
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