El pasado 3 de mayo falleció el profesor Mario Cayota, docente de larga data e intelectual de enorme erudición que dedicó vida y neurona a bucear por los meandros perdidos de la Historia. Sus raíces intelectuales se hundían en la premodernidad alejada de la fiebre racionalista que hizo presa de país desde hace siglo y medio. En varios sentidos, la suya fue una expresión del hombre tradicional, que entendía la vida como un todo, sin fronteras entre lo profano y lo sagrado. Su reflexión no hacia esa distinción que luego instalaría el Racionalismo criollo.
Recuerdo haber asistido a una conferencia-charla-clase suya (porque sus exposiciones eran todo a la vez), sobre la evolución del pensamiento nacional en la segunda mitad del siglo XIX. Entonces navegó con el detalle del filatelista, por los apasionados debates entre Catolicismo y Racionalismo que pautaron el final de ese siglo y prefiguraron el pensamiento nacional del siglo XX. Mario Cayota era un profundo admirador de aquel sacerdote, obispo e intelectual de enorme jerarquía que fue Mariano Soler, advirtiendo lo profundo que la modernidad enterró su magisterio. Entendía que si la piedad sencilla en la Iglesia en el país se había plantado con mons. Jacinto Vera, el gran vate intelectual del Catolicismo en Uruguay había sido mons. Mariano Soler, sacerdote enorme cuya visión y perspicacia intelectual, lo hizo un formidable Cruzado de la Fe donde el Racionalismo radical prometía hacer estragos. Y vaya si luego el pensamiento de Soler se volvería profético, extremo que él explicaba con meticulosidad. En su figura, Mario Cayota encontró un antemuro para la acedia de los tiempos que después llegarían.
Mario Cayota fue un intelectual orgánico de la Iglesia, que dispuso pluma e intelecto en sostener la historia y el pensamiento devenido de la fe.
Estás líneas quedan inconclusas al no mencionar aquí su extendida obra. Sería ecuánime al decir que no siempre acertó en sus conclusiones, muchas de ellas hijas del tiempo que le tocó en suerte, pero definitivamente fue un intelectual honesto en toda su prédica. Cómo las buenas semillas, su siembra no desaparecerá con su partida porque dejó una extensa reflexión, un aporte fundamental en la peripecia del pensamiento nacional.
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