Resulta increíble que estemos a 15 días de quedarnos sin agua. Y resulta paradójico que estemos en manos, no ya de nuestra racionalidad, emblema por supuesto de nuestra pertenencia al occidente tecnificado y globalizado, sino más bien del arbitrio de la naturaleza, o sea de la lluvia, o como hubieran dicho los antiguos, de la voluntad de Dios.
Sin embargo, este cambio climático tan anunciado en los medios y que sirve de excusa para muchas ineficiencias, no es nuevo para este gobierno. En el año 2021 nuestro país envió una delegación a la COP 26 en la que se aprobó la Estrategia 2030 de la Alianza por el Clima y Aire Limpio en que el entonces, ministro de Ambiente, Adrián Peña, mantuvo conversaciones con varias autoridades gubernamentales y financieras globales, comprometiéndose a llevar a cabo acciones para mitigar los impactos de la actividad humana sobre la naturaleza. Y un año después participamos en la COP 27 donde destacamos frente al mundo las ventajas de nuestra producción ganadera. El papel de Uruguay en estos encuentros parece que fue ejemplar. Pero ni una palabra hubo sobre cómo nuestro país afrontaría la más elemental de las crisis climáticas, como podía ser una sequía. Miles de dólares gastados en viajes, conferencias, charlas y eventos, para que estemos simplemente a 15 días de quedarnos sin agua.
Porque lo que parece no haber previsto este gobierno es que desde que la humanidad tiene memoria, el clima ha sido siempre determinante, y las sequías siempre han existido. Y quedan como antiguos testimonios de este problema, mitos, canciones, poemas, danzas que eran realizadas para invocar a las ansiadas lluvias. En tales ocasiones los gobernantes de la tribu agitaban sus brazos al son de los tambores clamando por el agua.
Pero como bien saben nuestros productores rurales, la actual sequía ya lleva varios años consecutivos, por lo que la exaltada novedad con que se toma la situación no es de recibo, y deberían haberse tomado recaudos en estos últimos tres años. Sobre todo, si queremos jactarnos de pertenecer a un país de primera y no a una republiqueta deprimida, en la que el más humilde de los derechos, como podría ser el acceso al agua potable, esté restringido.
Por otra parte, ante la ineficacia de la actual gestión en términos puramente racionales, sería quizá más verosímil y necesario que nuestras autoridades, dejasen de lado los prejuicios, la previsión característica de nuestra posmodernidad, y ejecutaran la primitiva danza de la lluvia en plena plaza Independencia, agitando los brazos al cielo, y evitar así, estar a solo 15 días de quedarnos sin agua.
TE PUEDE INTERESAR