Desde hace dos décadas Uruguay viene aumentando su producción olivícola en la búsqueda de alcanzar la excelencia en la elaboración de aceite de oliva virgen extra.
En Uruguay hay 200 productores olivícolas dispersos en todo el territorio nacional en un área total de unas 7.000 hectáreas. Fundada en 2004, la Asociación Olivícola Uruguaya (Asolur) tiene 80 socios. Su creación tuvo como fin llenar la necesidad de compartir experiencias y conocimientos sobre el rubro en un solo lugar, además de dar apoyo a los productores sin importar su tamaño ya que en el universo que abarca incluye áreas muy reducidas como las más extensas.
Gonzalo Aguirre, es presidente Asolur y director de Olivares Santa Laura, establecimiento ubicado en el departamento de Cerro Largo. “El cultivo de olivo tuvo un nuevo impuso en por el año 2000 lo que llevó a la creación de Asolur”, dijo a La Mañana, pero en realidad se conocía desde mucho tiempo en Uruguay. “Podemos decir que por el año 2000 se da impulso a la nueva olivicultura, ‘nueva’ porque aquí hay olivos desde la colonia, hay muchos árboles centenarios, también se plantó algo en los años 40 y 50, pero en esta última etapa hubo un redescubrimiento apuntando a un sistema más intensivo y a un aceite virgen extra de calidad”.
Como en todo lo que Uruguay produce, “apuntamos a la calidad. El aceite de oliva virgen extra es el diferencial” y es en su producción donde “los productores están haciendo el mayor esfuerzo para competir con los mejores, esa es la gran apuesta”.
Consultado sobre la producción de aceitunas de mesa, Aguirre expresó: “El olivo da aceitunas y estas se pueden procesar para aceite o para aceituna de mesa. Pero el negocio de la aceituna de mesa es muy complicado y tenemos grandes países productores como España o Argentina que han apostado fuerte en esa producción. En Uruguay las hay a nivel artesanal, en poca escala, no es un negocio redituable y el 99% de las aceitunas que se comercializan en Uruguay son importadas”.
Inversiones a largo plazo
Como pasa con todos los árboles frutales, “las inversiones son a largo plazo, recién se empieza a cosechar a los 4 o 5 años dependiendo de la variedad” con la que se trabaje.
“Son árboles del mediterráneo, de climas secos, pero también necesitan agua, y el que tiene riego asegura mejores resultados, pero instalar riego es caro y como en Uruguay siempre hay agua, salvo estos últimos meses que estamos más complicados, no es una inversión que se haga”, comentó.
El correcto manejo del agua es una de las claves: “Son árboles que deben estar en terrenos donde el agua corra, que no se estanque, y en lo posible la tierra debe tener inclinaciones para que el agua circule”.
En este período de seca que estamos cursando actualmente y que ha arruinado a muchos cultivos de todo el país causando grandes pérdidas, al olivo “le fueron suficiente un par de episodios de precipitaciones”.
Uruguay es todo apto para la olivicultura, “es de los árboles frutales más plantado”, señaló. “Tenemos un clima apto pero se deben evitar las tierras más fértiles, las que tienen el peor drenaje y los bajos muy húmedos. Bien puede decirse que de Artigas a Montevideo tenemos el terroir apto para la olivicultura”.
Apoyo interinstitucional
Aunque se puede plantar todo el año, las fechas más recomendables para el olivo son otoño y primavera. Después hay un período de poda de formación que como su nombre indica es para formar el árbol con una orqueta que permitirá mecanizar la cosecha; luego está la poda de producción que es anual.
Son importantes los tratamientos como la fertilización que se realiza 2 veces al año, los tratamientos foliares preventivos y curativos. “Hay que estar encima del árbol y eso sale caro, pero si no se hace bien se encarece mucho más”, advirtió.
“Otra característica es la alternancia productiva, y es que cuando se tiene un muy buen año generalmente al otro año se produce muy poco, pero se puede hacer un manejo engañando al árbol para que dé un año y al otro también”.
La olivicultura genera entre 700 y 900 puestos de trabajo fijos, total que se incrementa durante las zafras.
En una hectárea se pueden plantar, en un sistema intensivo, unos 285 árboles, hay casos en que se ha plantado más pero nunca se llegó a un nivel superintensivo como se da en clima más secos, por ejemplo, España o Estados Unidos donde se da la tendencia de plantar 1.300 o 1.500 plantas por hectárea. “Pienso que en Uruguay eso es inviable”, expresó Aguirre.
Por otra parte, los productores olivícolas trabajan con un fuerte apoyo interinstitucional. Por ejemplo, el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) posee una plantación permanente donde realiza investigaciones. En ese sentido “hace unos años se creó la Mesa Olivícola que coordina todas las instituciones vinculadas” como Asolur, las facultades de Agronomía, Medicina y Química, INIA, los ministerios de Ganadería, Agricultura y Pesca, de Industria, de Turismo, de Relaciones Exteriores, de Cultura y el Laboratorio Tecnológico del Uruguay” (LATU).
“Todas esas instituciones apostamos al aceite de oliva porque creemos que es importante, más allá de las divisas que se generen o que económicamente sea importante, porque a través de la olivicultura se aporta a la imagen de país. Un buen aceite de oliva, un buen vino, una buena carne, un buen queso, todo eso aporta mucho a la imagen de marca país y hay una sinergia muy importante con el turismo”, enfatizó.
El mercado interno
El consumo de aceite en Uruguay es de 2 millones de litros al año, de los cuales la mitad es aceite nacional y la otra mitad es importado. “Y aunque podría atenderse un mercado de exportación con Estados Unidos o principalmente Brasil como destino entre otros países, hay mucho por hacer en Uruguay y vemos que acá cada vez hay más consciencia de consumir mejor, de consumir productos locales de calidad y en particular el aceite virgen extra”.
“No hay dudas de que entre un aceite uruguayo virgen extra y cualquiera de los importados que llegan a las góndolas del país, es muy superior el aceite nacional. No es que en otros países no haya buenos aceites, sino que los aceites que vienen acá no son los mejores”. Para que un aceite llegue al consumidor con calidad óptima se debe tener cuidado en varios aspectos no productivos, y eso no siempre se cumple, entonces se reciben aceites “mal guardados, mal viajados, mal transportado, con calores y luz que toma, todo eso hace que empeore fácilmente y cuando uno va a la góndola hay una gran diferencia a favor de la mayoría de los aceites nacionales sobre los importados”.
Un dato muy positivo y que favorece la producción nacional es que “el uruguayo está aprendiendo a consumir mejor y cuando se prueba el aceite bueno, con su frutado, con su frescura, no se quiere saber nada del otro, pero son etapas y ahora estamos apreciando los buenos aceites de oliva virgen extra o extra virgen que es lo mismo”.
Un emprendimiento familiar
Olivares de Santa Laura es un emprendimiento familiar ubicado en Cerro Largo. Su director, Gonzalo Aguirre, dijo a La Mañana que “es una empresa dedicada a la ganadería que con el afán de diversificar nos atrapó la olivicultura y el mundo del aceite de oliva. Con mi señora empezamos, fuimos compartiendo con nuestros hijos y entre todos descubriendo el olivo”.
“Empezamos con 10 hectáreas, luego diez más y hoy tenemos 100 hectáreas con unos 30.000 árboles. Es un mundo de pasión, y al ponerle cariño las cosas se hacen mejor. Sabíamos que en los primeros años no íbamos a tener resultados, tuvimos que esperar 5 años para comenzar a ver los frutos. Para hacer un virgen extra de calidad todos los detalles son importantes: el árbol sano, el transporte adecuado, el procesamiento inmediato” a la cosecha. “En Santa Laura procesamos la aceituna en no más de 5 o 6 horas”, contó.
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