En los últimos años ha habido un importante incremento de la concentración a nivel de supermercados y farmacias, aunque todavía no existen elementos para evaluar qué efectos tuvo sobre el mercado. Sin embargo, prácticas como esa han sido cuestionadas y calificadas como abuso de posición dominante. En este tema “siempre hay mucho más para hacer”, de acuerdo con el economista y experto en la materia, Leandro Zipitría. En conversación con La Mañana, afirmó que desde el Estado deberían revisarse muchas prácticas anticompetitivas que son “muy comunes”.
Usted realizó un análisis económico hace unos años cuando Tienda Inglesa intentó la compra del Grupo Disco, lo que fue cuestionado por abuso de posición dominante. ¿Qué se está haciendo en Uruguay sobre este tema? ¿Se trabaja en ello?
Buena pregunta. En el tema de la posición dominante siempre hay mucho más para hacer, tenemos una agencia de competencia relativamente nueva y con pocos recursos, y hay un montón de prácticas que son muy comunes, históricas, entre proveedores y minoristas, que hay que revisar. La posición dominante hay veces que está en los proveedores y hay veces que está en los minoristas. Por ejemplo, FNC (Fábricas Nacionales de Cerveza) tiene posición dominante en el mercado de la cerveza y ahí no son los minoristas los que podrían imponer las condiciones, sino a la inversa, es la propia empresa que hace la cerveza, entonces, revisar la posición dominante implica entender en qué lugar está y por qué ocurren estas prácticas.
También hay que entender qué práctica estamos persiguiendo, cuál es el problema, que no hay suficiente variedad de productos en las tiendas, que los productos son relativamente caros, que no hay opciones más baratas, o sea, hay que entender dónde está el problema que queremos atacar, porque la posición dominante en sí misma no es mala, pero la política de competencia es algo mucho más amplio que solo sancionar determinadas prácticas.
Por otro lado, cada vez que tenés que ingresar un producto que querés vender en Montevideo tenés que hacer el registro bromatológico, lo mismo en Canelones, en Río Negro, en Salto, entonces, ¿por qué no hacer un registro único para todos los departamentos? Porque eso implica costos de entrada a los mercados que protegen al instalado, es una forma de que el que los pagó pueda mantener su posición dominante. O sea, hay un montón de prácticas que no tienen que ver con las prácticas anticompetitivas. Hay que empezar a revisar las regulaciones de ingreso a los mercados y la forma en la que el Estado se vincula con los privados y grava ciertos productos, porque eso también determina la competencia.
¿El Estado tendría que regular de otra forma el tema de la competencia?
La competencia implica políticas, no es solo actuar sobre determinadas acciones específicas. Hay muchas formas, por ejemplo, cómo se ingresa a los mercados, cómo son los registros, si tengo que registrarlo en todos los departamentos o no, o sea, hay que tomar decisiones que tienen que atender no solo una situación específica, sino que deberían ser políticas de Estado para tratar de fomentar el ingreso de productos.
¿Cómo ha evolucionado la situación de poder dominante de las cadenas de supermercados desde que hizo ese informe que le mencionaba hasta hoy?
Hubo un aumento en la concentración en términos de que algunas cadenas específicas desaparecieron y pasaron a estar absorbidas en particular por Tienda Inglesa. Ahora, qué efectos tuvo eso sobre el mercado, todavía no lo tengo claro porque no lo he estudiado. No sé si hubo un efecto sobre los precios, sobre la variedad de los productos. Sí ha habido un aumento de la concentración, pero no tengo elementos como para decir si fue negativo.
Pero, más allá de eso, ¿la concentración genera preocupación?
Yo creo que tenemos que revisar, la Comisión de Defensa de la Competencia tiene que establecer un criterio más claro respecto a la expansión. Lo mismo está pasando en el sector de farmacias, donde tanto Farmashop como San Roque tienen una política de comprar farmacias independientes. Si está bien o está mal, no lo sé, no he hecho ningún estudio, pero sí puedo decir que las cadenas están creciendo en tamaño.
¿Parte de nuestra inflación se podría atribuir a ese crecimiento de la concentración y al poder dominante en el sentido de que puede implicar un incremento de precios por parte de las empresas?
Todavía eso no se puede medir. Ese es un tema muy discutido sobre todo en Estados Unidos, donde hay una literatura que ha tratado de analizar si el aumento de la concentración en muchos mercados en ese país en la última década ha tenido efectos sobre el nivel de precios de la economía. La inflación refiere a la dinámica de los aumentos, es decir, es cómo evolucionan los precios, mientras que la concentración es un fenómeno que se da una vez, entonces, puede pasar que en algún momento el nivel de precios pegue un salto y que haya habido inflación en ese mes, pero después las empresas no van a estar duplicando los precios todos los meses porque eso no converge, tiene que haber un límite. Por lo tanto, no hay una idea clara de cuál es el efecto que puede tener esta posición sobre los precios en el largo plazo, o sea, sobre la evolución de los precios. Hay que estudiar eso, pero no tengo claro si hay un efecto.
En una entrevista con La Mañana en febrero de 2021 usted habló sobre la diferencia de precios con los países vecinos. A más de dos años, esa brecha se ha profundizado muchísimo con respecto a Argentina, lo que repercute negativamente en nuestra economía. ¿Qué análisis hace al respecto?
Es una situación muy compleja, es lo mismo que están padeciendo Chile y Bolivia. Argentina tiene una distorsión muy importante de precios relativos respecto a la región, no respecto a Uruguay, es decir, en Argentina los precios están completamente desalineados, entonces, eso genera problemas en toda la región, no solo en Uruguay. Ahí no hay mucho para hacer porque tenés un país con los precios a la mitad o la cuarta parte y no tenés forma de competir contra ellos. Entiendo que esto no se va a corregir en el corto plazo, no parece que hubiera en Argentina una idea de que se vaya a devaluar en el corto plazo. Es una situación insostenible, pero que va a continuar.
Además, la inestabilidad propia de la frontera es compleja, hay veces que nos ha ido bien y en otros momentos nos ha ido relativamente mal. Ahora nos está yendo mal, pero más allá de las políticas de hacer cumplir las normas con respecto a las importaciones, lo que llamamos contrabando, y algunas exoneraciones que puede hacer el Estado como hizo con los combustibles, mucho más que eso no se puede hacer.
¿No está de acuerdo con que se establezcan precios diferenciales en las fronteras?
Te pongo un ejemplo: imaginate que el Poder Ejecutivo decreta que los refrescos tienen que valer la mitad en Salto y Paysandú… ¿Qué va a pasar? En lugar de ir a comprar a Argentina, la gente va a ir a comprar a Salto y Paysandú, o sea, no estás resolviendo el problema, lo estás moviendo a la interna de Uruguay. ¿Cómo ajustás los precios relativos en la frontera para que el resto del país no esté afectado? Yo no sé cómo hacerlo. Lo que hay que hacer es reforzar los controles, es una forma de disuadir el movimiento, pero hay que bancar la presión política de eso también, porque eso tiene un costo político. Acá no hay soluciones buenas, tenés que tomar una decisión entre soluciones malas. Insisto, el problema no está en Uruguay. Que este es un país relativamente caro, puede ser un hecho, pero el problema es que Argentina está fuera de la realidad, los precios que tiene no son los precios internacionales.
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