Desde el 2021 las obras del Ferrocarril Central están en marcha en la zona del barrio Capurro. El plan de la construcción del camino de las vías estimaba un plazo de 10 meses, pero hasta hoy van 18. En tanto UPM en Paso de los Toros comenzó a trabajar sin el tren, los vecinos son los más perjudicados ya que durante la jornada son decenas los vehículos pesados que recorren calles que no están listas para ello y destrozan el asfalto, las veredas y las propias casas.
Volcado sobre la bahía de Montevideo, Capurro es playa, parque y barrio. La vista desde la playa es una de las más llamativas de la ciudad: a su izquierda el paisaje portuario, al frente el Cerro y, más lejos, la península. En la zona donde se estableció el Caserío de los Negros, en 1830, Giovanni Battista Capurro adquirió un predio donde edificó una casa quinta que pobló de árboles. La quinta de Capurro estaba frente a la playa antiguamente denominada “Honda” y donde las personas más adineradas solían veranear.
Hoy el barrio Capurro se extiende en 282 hectáreas, cierra la bahía de Montevideo por el noreste y se ubica entre el Prado, Reducto, La Aguada y La Teja. En el siglo XIX y primeros años del XX la zona sirvió como puerto, balneario y parque. Según el escritor Miguel Arregui en “La antigua estación balnearia ha perdido su esplendor”, a partir de las décadas de 1920 y 1930, en la era del automóvil, las clases sociales más pudientes comenzaron a desplazarse hacia la costa montevideana, entre Pocitos y Carrasco, ya que “la actividad portuaria arruinó la playa Capurro”.
El barrio, además de residencial, tomó un aspecto industrial y la construcción de los accesos a Montevideo de las rutas 1 y 5 en la década de 1980 degradó el entorno, “aunque sobreviven áreas amables”, dice Arregui. Sin embargo, aún ya entrados en el siglo XXI, Capurro sigue siendo testigo de grandes obras que modifican su imagen y dinámica, ejemplo de ello son las construcciones del Ferrocarril Central y del Puerto de Montevideo de cara a la instalación de la planta de UPM en Paso de los Toros.
La Mañana salió a recorrer la zona de Capurro, en un día a mitad de semana a las 9:00 h, nos acompañó la concejala municipal Margarita Castro, quien es vecina de la zona desde hace décadas, y Jorge Cabrera, alcalde del Municipio C.
El camino comenzó en la calle Francisco Gómez, a la altura de Amado Nervo. Allí se ubica el autoservice Golazo, que está a cargo de Javier, quien tiene el negocio en ese punto hace siete años. Fue uno de los que tuvo la mala suerte de estar más de un año con la calle totalmente cortada por la obra del Ferrocarril Central. “Ahora tenemos una apertura casi total de la calle, falta la apertura de Uruguayana, que ahora tiene una sola mano, pero hubo un tiempo en que la calle quedó cerrada y quedamos aislados”, recordó el comerciante.
Relató a este medio que cuando comenzó la obra indicaron que la duración era de 10 meses y en realidad demoró 18 meses la reapertura de Francisco Gómez. “Tuve que enviar a tres personas al seguro de desempleo y luego terminar la situación contractual con ellos. Posteriormente se abrió, pero con muchas flechas porque ordenaban según la conveniencia de la obra y eso siguió afectando. Ahora estamos muy parecidos a lo que era antes. Se nota un poco más la vuelta de los vecinos y el tránsito”, aseguró.
Según Javier, costó mantener el negocio y perdieron más de la mitad de las ventas en ese período. En algunos momentos los obreros se iban de licencia o paraban unos meses y él solicitaba que se contemplara una habilitación provisoria de la calle que beneficiara al autoservice y a los vecinos, pero no tuvo suerte.
“Me parece que va a quedar buenísimo, es bueno para el barrio, lo que no acepto es que las grandes obras no miran los efectos colaterales que tienen en toda la zona. Está bien que el país avance, generar trabajo, pero también hay que contemplar los efectos. Nosotros nos mantuvimos porque conseguí mucha ayuda, pero si no hubiéramos cerrado el negocio”, señaló.
La recorrida siguió en dirección a la calle Uruguayana, una de las zonas con más número de casas expropiadas, por donde circulará el ferrocarril sin interrumpir el tránsito vehicular. Se armó una trinchera de un poco más de un kilómetro que habilita la circulación de trenes en el pasaje bajo nivel, entre las calles 12 de Diciembre y Valentín Gómez. En esta zona la trinchera se cruza con las calles Hermanos Gil, Capurro, Flangini y Uruguayana.
Si se mira a los costados de los muros, se ven las casas de algunos vecinos cuyos fondos dan directamente a la calle, con una separación de poco más de dos metros. Llama la atención una casa en particular que sobresale de la altura de la calle y si bien está a medio derrumbar, se ve lo que fue el marco de una puerta. Allí vivía una mujer mayor que no quería irse, pero debieron demoler la entrada principal de la casa y lo que era una pared interna hoy es externa y está recubierta de chapas para evitar el contacto directo con la obra.
Este es uno de los casos en los que el valor de la vivienda descendió considerablemente a causa de las modificaciones. En la recorrida el alcalde del Municipio C comentó que la mayoría de las personas quedaron conformes con el pago a raíz de las expropiaciones, sin embargo, quienes hoy quieren vender su vivienda en esa zona no corren con la misma suerte.
Posteriormente nos dirigimos a la feria de la calle Flangini, donde uno de los puesteros dijo al pasar que en la feria la obra no había influido mucho, pero que los almacenes y kioscos aledaños cerraron en su gran mayoría por no contar con un número suficiente de clientes debido a las cortadas.
“El destrozo de Capurro es tremendo”
Luisa es una vecina que vive por la calle Francisco Gómez, pero al otro lado de Uruguayana. Al dirigirnos hacia su casa atravesamos unas tres cuadras, una de ellas en la calle Husares, donde se encuentra la vivienda de la concejala Castro. “Mirá, ahí se hundió la vereda por la vibración del tránsito pesado. Lo arreglaron, las baldosas son nuevas, pero se está volviendo a hundir”, comentó. Efectivamente, el desnivel era notorio, así como el estado intacto de las baldosas.
En las manzanas que recorrimos había, mínimo, dos balizas por cuadra señalando roturas y un cartel de desvío cada dos cuadras. Al llegar a la puerta del inmueble de Luisa, comenta que hace unos años atrás cuando los vecinos se organizaron para juntar firmas en contra de la mega obra del tren, ella no firmó porque entendió que no era perjudicial y que además daría trabajo a las personas de la zona. “Creí que eran egoístas, que no querían al ferrocarril porque les quitarían sus casas, pero me equivoqué, el destrozo de Capurro es tremendo”, lamentó.
La vecina está por cumplir 84 años y vive allí hace 50. De niña también pasó años en el barrio porque toda su familia era de la zona; trabajó en la fábrica de loza Cyphosa a partir de los 16 años, es orfebre y también cose. Conoce a casi todos los habitantes del barrio y aseguró que la mayoría vaticina un escenario oscuro, convencidos de que no mejorará al finalizar la obra.
“En este momento hay casas en alquiler por los trabajadores que están en la obra y son de otros lugares, eso es bueno porque le da inquilinos a alguien, y comen del almacén de la esquina, pero ¿después qué?”, cuestionó. “De Capurro no conozco a nadie que esté trabajando en la obra y conozco a todos acá”, aseguró.
No todo es malo
La concejala municipal Castro resaltó el hecho de que por cada árbol que saca la empresa a causa de la obra debe plantar cinco, además indicó como positiva la transformación de la calle Hermanos Gil, por la que antes solo se podía cruzar a pie, bici o moto si se quería ingresar a Capurro desde Uruguayana o salir a esa misma altura.
“Todo esto era un puente, por lo que la calle es un beneficio importante. Ya no hay que entrar por el callejón y dar toda la vuelta. Otra cosa –que es subjetiva– es que durante la pandemia los más viejos del barrio se volvían locos debido al encierro, pero la obra siguió trabajando, entonces, sentir el ruido de las máquinas era como ver que había vida”, relató mientras caminábamos por la zona.
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