El 17 y 18 de julio se realizó en Bruselas la III Cumbre Unión Europea-Celac, después de 8 años de su última edición. La ocasión parecía propicia para que las negociaciones entre el Mercosur y la UE pudieran al fin encaminarse hacia algún objetivo común. Sin embargo, una vez más los acuerdos alcanzados en el 2019 parecieron diluirse y las exigencias continúan multiplicándose, ahora con la excusa del compromiso por el “cambio climático”.
Todo el Arte de la Guerra se basa en el engaño.
Sun Tzu
Lejos de ser una fotografía anecdótica, como en otras ocasiones, la reciente cumbre entre la Unión Europea y la Celac tuvo reminiscencias distópicas de una conferencia realizada en Berlín entre el 1884 y 1885, cuando las potencias europeas necesitadas de recursos naturales y de consumidores para sus nacientes industrias jugaron al “monopolio” con el destino de África.
La diferencia sustancial con la versión contemporánea consistiría en que no solo cambió uno de los actores del drama, sino que además la injerencia sobre apetecidos territorios parece efectivizarse a través de bonos de carbono, préstamos fáciles condicionados a severos compromisos medioambientales y salvadoras inversiones en hidrógeno verde, que a simple vista no tienen nada que ver con el desarrollo real de nuestras economías, que son básicamente exportadoras de alimentos.
En esa línea, el 15 de septiembre del 2023 el CAF organizará junto al gobierno español el primer encuentro de ministros de Finanzas UE-Celac que reunirá en Santiago de Compostela a los 33 ministros latinoamericanos y caribeños y a los 27 de la UE para acelerar una agenda de inversiones basada en la transición verde, la transformación digital y el desarrollo humano. Demostrando una vez más que los intereses particulares y las distintas circunstancias que atraviesa Europa en este mundo pospandémico, afectado por la guerra, las sequías y los cambios tecnológicos, se dirigen hacia objetivos diametralmente opuestos a los nuestros.
Úrsula von der Leyen en América Latina
Siguiendo ese hilo narrativo, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von de Leyen, viajó a Brasil, Argentina, Chile y México entre el 12 y el 16 de junio de este año, reuniéndose con el presidente de Brasil, Lula da Silva, el presidente de Argentina, Alberto Fernández, el presidente de Chile, Gabriel Boric, y el presidente de México, López Obrador.
En su visita, von der Leyen prometió a los mandatarios latinoamericanos que la UE invertiría 10.000 millones de euros en América Latina y el Caribe a través de Global Gateway, impulsando una transición justa, ecológica y digital que se desglosaría de la siguiente forma:
- 2000 millones de euros de inversión para apoyar la producción de hidrógeno verde en Brasil y promover la eficiencia energética
- Una nueva asociación entre la UE y Argentina sobre cadenas de valor sostenibles de materias primas
- El lanzamiento del Fondo de Hidrógeno Renovable en Chile, apoyado por ‘Team Europe’ y con un presupuesto inicial de 225 millones de euros (Comisión Europea)
Mientras estuvo en Brasil, Úrsula von de Leyen también realizó a la perfección, frente a Lula da Silva, el papel que vino a interpretar, asegurando que faltaban muy pocos detalles para que el Tratado de Libre Comercio UE-Mercosur se concrete.
Sin embargo, horas después el presidente francés Emmanuel Macron aclaró los tantos frente a sus agricultores, afirmando que Francia sólo rectificaría el tratado en caso de que se cumpliese con todas las medidas y las normas sanitarias y medioambientales vigentes en la UE, dando a entender que el Mercosur iba a esperar.
En definitiva, es obvio que más allá del eje común de los problemas globales que son en definitiva iguales para todos, las expectativas y las necesidades de América Latina y el Caribe respecto a los avances que se pudieran lograr en materia comercial con Europa, resultaron tener otro enfoque y ése parece ser el principal mojón para avanzar en un acuerdo que permita un desarrollo equitativo para ambas partes.
Celac: un bloque inmensamente rico en recursos naturales
No hay que perder de vista que los países que integran la Celac no solo constituyen un bloque que tiene alrededor de 650 millones de personas, sino que además es la zona en el mundo más ricas en recursos naturales, superando por lejos a África y Asia. Pero como contracara, es una de las zonas más desiguales del planeta en lo que se refiere a la distribución de recursos tanto económicos como culturales, y actualmente cuenta con 200 millones de pobres.
En la otra orilla, no es ninguna novedad que la guerra entre Rusia y Ucrania viene poniendo al descubierto las inconsistencias de Europa en materia política, especialmente en aquellas áreas referidas a recursos naturales estratégicos como, los minerales, el agua y la energía. Y resulta al menos paradójico que desde el inicio de las hostilidades, el problema del “cambio climático” y la necesidad urgente de realizar un cambio de matriz energética, se haya convertido en una prioridad de carácter global.
En ese sentido la situación de Alemania es paradigmática, ya que siendo unos de los países más desarrollados económica y tecnológicamente en todo el mundo –y que hace al menos una década sigue una política dirigida al desarrollo de las energías renovables– se termine encontrando en una situación de recesión económica al depender casi que exclusivamente del gas ruso para alimentar su industria y calefaccionar sus hogares durante los largos y duros inviernos que azotan esa parte del mundo.
Por otro parte, Emmanuel Macron parece haber visto en este escenario una oportunidad donde otros veían una crisis y, tomando como referencia lo que había hecho Úrsula von der Leyen con las vacunas durante la pandemia de Covid-19, lanzó su ofensiva medioambiental que curiosamente caló muy rápido no solo dentro PPE (Partido Popular Europeo) –de cuño globalista al que pertenece la misma von der Leyen– sino también dentro de los partidos de la izquierda caviar europea.
Pero la repetitiva cantaleta sobre la preocupación por la salud del planeta está generando rechazo en los agricultores y ganaderos europeos, y esto se viene notando en las urnas, como sucedió en Países Bajos con el “Movimiento Campo-Ciudadano (BBB) que obtuvo una sorprendente votación el pasado mes de marzo en las elecciones provinciales, que lo convirtió en el partido más grande de la Cámara Alta del Parlamento. Su líder Caroline Van der Plas declaró que el propósito fundamental de su grupo es luchar contra la política de la coalición […] que se propuso expropiar miles de establecimientos ganaderos y de agricultura, y reducir dramáticamente el número de cabezas de animales, bajo el pretexto anticientífico de que este tipo de producción emite demasiado nitrógeno” (Extramuros, 9-7-2023).
Entonces, cabe pensar que el apuro de la UE por agilizar algún tipo de negociación con América Latina no es casual y que, por lo pronto, la opereta tiene como inmediato objetivo comenzar a mostrar resultados frente a su propia ciudadanía que empieza a abrir los ojos.
Divide y reinarás
Ahora bien, en la declaración final de la cumbre sorprendió el apartado en el que la UE plantea la firma inminente de tratados unilaterales con Chile y México, especificando que un tratado de este tipo con el Mercosur todavía deberá esperar a la realización de mayores ajustes. En cierta medida parece generar dudas de si no se trata de otra estrategia del famoso “divide y reinarás”.
Esperemos que ningún presidente de turno, encandilado por las luces de la torre Eiffel, no se tiente a abandonar el Mercosur que nació como un instrumento de inserción internacional para países como el nuestro, que son demasiado pequeños para medirse en el concierto global, y no le pase lo mismo que le pasó a Rivadavia que creyó que buscando un monarca extranjero podía consolidar la independencia del Río de la Plata.
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