El pastoreo racional es una técnica que combina un adecuado descanso en las pasturas y cortos tiempos de ocupación, lo cual permite aumentar la producción de pasto, brindando un enfoque altamente efectivo para optimizar la productividad y la sustentabilidad en la ganadería.
Además de sus beneficios tradicionales, donde es posible alcanzar una mejor calidad de pasturas y lograr regulardidad en la producción de carne, esta práctica también destaca por su importante capacidad de secuestro de carbono, convirtiéndose en una herramienta valiosa ante el elevado escrutinio en que se encuentra sometida la ganadería actualmente.
A pesar que el pastoreo racional no es un concepto nuevo, ha sido el empuje de los productores rurales quienes, a falta de un mayor protagonismo de las instituciones académicas en tareas de investigación y extensión, han liderado el relanzamiento de esta tecnología en los últimos años.
Ahora bien, ¿Cuáles podrían ser los motivos para que esta antigua tecnología, célebremente promovida por André Voisin en los años 60, haya requerido más de 50 años para despegar a nivel local?
Limitantes operativas
Si bien el pastoreo rotativo ha demostrado resultados contundentes en términos económicos y productivos, requiere un cambio operativo y organizativo que no todos están dispuestos a realizar. Este sistema, enfocado principalmente en la mejora de procesos, en contraposición con otras tecnologías más insumo dependientes, ha despertado un renovado entusiasmo entre los productores, quienes, en forma artesanal, han reinventado la rueda desempolvando viejos libros de pastoreo. Desprovistos de investigación local, los productores más inquietos han experimentado una especie de revelación con el pastoreo racional, poniendo en marcha sistemas rotativos que pueden alcanzar niveles de producción sobre campo natural de aproximadamente 200 kg/ha. Estas experiencias que los productores han desarrollado en base a prueba y error, pueden nada más y nada menos que duplicar la producción de carne por hectárea promedio de Uruguay (de acuerdo con datos de OPYPA). En un contexto donde se requieren más de 500 hectáreas en promedio para cubrir una canasta familiar básica, su escasa adopción nos interpela como productores y técnicos y nos obliga a realizar una seria autocrítica.
Los testimonios son contundentes y los resultados parcialmente difundidos entre productores y organizaciones agropecuarias parecen ratificar la viabilidad del pastoreo racional, ganando adeptos día a día. Raramente encontramos productores desencantados, sino más bien acérrimos defensores, con lo cual difícilmente podamos justificar en su complejidad la pobre adopción del pastoreo racional. Sigamos buscando.
Inversión en infraestructura
Si bien una vez operativo un sistema rotativo sobre campo natural presenta un bajo costo de producción, la inversión necesaria puede ser importante. Comenzando en 50 USD/ha, puede llegar a sistemas más complejos que alcanzan una inversión de 300-400 USD/ha.
Como hemos visto anteriormente en https://www.lamañana.uy/agro/el-riego-la-nueva-revolucion-productiva/, el bajo nivel de inversión en el agro y el estancamiento económico que atravesó Uruguay en la segunda mitad del siglo pasado, presentó como denominador común, la falta de incentivos para invertir en tecnología (principalmente alambrado y pasturas). El productor rural entonces, solía optar por ampliar su extensión de tierra a partir de los excedentes en lugar de invertir para lograr una mayor productividad por hectárea. Los fundamentos se basaban en una decisión empresarial racional, sustentada en la relación costo-beneficio de la inversión.
Este paradigma comenzó a modificarse a partir de los años 90, impulsado por mejores precios de commodities, cambios tecnológicos como la siembra directa y precios de la tierra tonificados. Los incentivos, ahora sí, alineados para promover una mayor adopción de tecnologías lentamente fueron percolando. Los productores comenzaron a invertir en pasturas, genética y la suplementación pasó a jugar un rol preponderante.
Durante este período la producción total de carne aumentó considerablemente, se redujo la edad de faena y se incrementó la producción de carne por hectárea. Todo esto ocurrió durante el boom agrícola/forestal, en el cual la ganadería fue relegada a menor superficie y de menor calidad, lo que hace aun más meritorio el avance logrado por el sector ganadero en las últimas décadas.
Ahora bien, esta notable evolución que ha experimentado la ganadería, no incluyó el desarrollo del pastoreo racional sino hasta los últimos años. Una tecnología largamente disponible y de alto impacto que permite entre otras cosas viabilizar unidades productivas de menor tamaño en base a sistemas intensivos más resilientes y de bajo costo operativo, que utilizan al campo natural como su principal insumo.
Al igual que otras tecnologías disponibles actualmente como celulares, drones, o molinos de viento, la inversión en infraestructura necesaria para implementar un pastoreo rotativo se abarató en términos relativos en las últimas décadas. Lo que era común ver en sistemas intensivos como la producción lechera en la zona sur del país, ahora comienza a normalizarse sobre sistemas de producción de carne a campo natural. El acceso a equipamiento resulta especialmente importante en sistemas intensivos, donde la necesidad de incluir agua en la parcela implica una inversión adicional en bombas, bebederos, paneles fotovoltaicos, otrora prohibitivos, hoy se encuentran al alcance de los productores rurales. Ello demuestra una vez más, la racionalidad de los agentes, quienes, ante la evidencia de casos de éxito y expuestos a los incentivos adecuados, se muestran dispuestos a apostar en el negocio ganadero, explicando al menos parcialmente el aumento de la productividad y el reciente boom que experimenta el pastoreo rotativo en cualquiera de sus formas.
Rol institucional
Desafortunadamente, las instituciones académicas han jugado un papel limitado en el desarrollo y promoción del pastoreo racional. En lugar de liderar la investigación, su enfoque se ha centrado más en la validación tecnológica, relegando su influencia a un papel secundario y poco relevante. Como resultado, la adopción del pastoreo racional se ha visto largamente postergada, siendo los productores rurales, en algunos casos apoyados en organizaciones como la Sociedad Uruguaya de Pastreo Racional (SUPRa) o empresas proveedoras de equipos, quienes han asumido la responsabilidad de implementar y difundir los casos de éxito.
Es fundamental reconocer y valorar el aporte de los productores en el desarrollo del pastoreo racional. Su dedicación y compromiso han permitido difundir esta técnica que permite aumentar productividad a bajo costo y optimizar la mano de obra, sumando beneficios muy valorados actualmente como el bienestar animal y el secuestro de carbono. Ello es especialmente importante en los tiempos que corren donde existe una embestida más ideológica que técnica respecto al verdadero impacto de la ganadería sobre el medioambiente.
El debate está abierto respecto su efecto sobre el calentamiento global y ciertamente existen factores desde lo académico a lo estrictamente comercial sobre la huella de carbono que no están saldados aún, donde las exigencias de los consumidores y las regulaciones en particular en Europa son cada vez más estrictas.
En este contexto resulta bienvenido el relanzamiento de esta tecnología, aunque 50 años más tarde, aportando herramientas para posicionar a Uruguay en una situación de privilegio respecto a sus pares.
“Nunca es tarde si la dicha es buena” dice el refrán. Es imperativo que las instituciones académicas en Uruguay reconozcan la importancia del pastoreo racional y asuman un papel más activo en su desarrollo y promoción, ya que este factor sí podría contribuir para aportar certezas técnicas y expandir el pastoreo racional, en especial mejorando la productividad sobre campo natural que ocupa más del 50% de la superficie del país.
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