El atraso cambiario repercute negativamente en el sector agropecuario, aunque los buenos resultados del 2022 hicieron que las empresas del rubro llegaran a este año dificultoso con una situación financiera “bajo control”. De todas maneras, para el economista Gabriel Oddone, “si la sequía y la falta de competitividad se prolongan mucho en el tiempo, tendremos un problema”. Entrevistado por La Mañana, analizó las variables que determinaron la caída del dólar y adelantó qué se puede esperar a futuro en cuanto a la economía uruguaya y la política monetaria.
En una entrevista con La Mañana publicada el 1º de marzo usted dijo: “Es imposible desconocer que el accionar de la política monetaria tuvo efectos sobre el tipo de cambio”. El pasado jueves, en un evento organizado por la Unión Rural de Flores, expuso sobre los factores que incidieron en la caída del dólar. ¿Podría profundizar al respecto?
En 2022 Uruguay registró una apreciación nominal de la moneda muy importante que América Latina no acompañó, y ocurrió una convergencia de varios fenómenos, hubo un saldo exportador muy positivo, sumado a la inversión extranjera directa más grande de la historia, lo cual nos dio un saldo de financiamiento externo muy positivo de casi tres puntos del PIB que compensó el déficit en cuenta corriente. Eso trajo un flujo de dólares muy importante. En contrapartida, como UTE y Antel tuvieron niveles muy bajos de inversión, hubo poca demanda de dólares, lo que generó un desbalance en el mercado de cambios. Como resultado, el dólar se debilitó a lo largo del año.
Al mismo tiempo, el Banco Central (BCU), en la medida en que estaba persiguiendo una política desinflacionaria agresiva con aumentos de tasas de interés, provocó que los agentes financieros locales no tuvieran incentivos para moverse del peso al dólar porque el rendimiento que pagaba el peso era muy atractivo. Entonces, no podemos decir que el BCU fue el responsable de lo que ocurrió y tampoco que no tuvo nada que ver, fue una combinación de las dos cosas.
A lo largo del 2023 el comportamiento del tipo de cambio también ha seguido una trayectoria bajista, pero eso tiene más que ver con un fenómeno regional o internacional, es decir, las monedas de varios países, de Colombia, de México, de Brasil, se han estado apreciando en relación al dólar. Uruguay se siguió apreciando, pero desde un nivel ya apreciado, producto de lo que pasó el año anterior, así que no hemos recuperado competitividad.
En ese contexto, este atraso cambiario del que vienen advirtiendo desde varios sectores de actividad y sobre todo el efecto que tiene sobre la competitividad, ¿es un tema de preocupación?
Es un tema que debemos tener en cuenta. Mucha gente dice que cuando tenemos estos niveles de atraso cambiario terminamos mal, como en el 82 y en el 2002, pero eso no necesariamente es así, porque hoy hay un comercio exterior mucho más diversificado en destinos y en productos, una menor dependencia de la región, finanzas públicas mucho más protegidas porque no hay un gran desequilibrio fiscal, una deuda menos dolarizada, entonces, no tenemos la fragilidad macroeconómica que habitualmente acompañaba este fenómeno de atraso cambiario. No hay un riesgo de tener un evento macroeconómico agudo derivado del atraso. Esto no quiere decir que no sea un problema para el sector exportador, que está expuesto a la competencia internacional, porque estamos caros y eso supone que tengan menos márgenes porque los dólares rinden menos. También hay más competencia de productos importados y fuga de consumo porque la gente se está yendo a consumir a Buenos Aires. Por tanto, para algunos sectores esto es un problema, pero no lo es para el conjunto de la economía, que está más sólida.
¿Qué implica esta situación puntualmente para el sector agropecuario? Por ejemplo, el diputado opositor Alfredo Fratti, en una entrevista con La Mañana, advirtió que hay un sobreendeudamiento agropecuario dado por la suma del fuerte atraso cambiario y los efectos de la sequía.
El año pasado fue tan bueno en términos de rendimiento de cosechas y de precios, que dio lugar a que las empresas del sector agropecuario llegaran a este año difícil con una situación financiera bajo control. Si esto nos hubiera tomado en un escenario más complejo, estaríamos en un problema. Esto no quiere decir que lo que está ocurriendo este año no pueda estar comprometiendo la situación financiera de las empresas agropecuarias, que lo vamos a ver con más claridad el año que viene. Si la sequía no se extiende mucho más en el tiempo deberíamos tener capacidad suficiente como para gestionar el problema desde el punto de vista del sistema financiero. El tema cambiario debería ayudar, pero esto es mucho más difícil de implementar porque el gobierno no puede garantizar que aun cuando cambiaran drásticamente las políticas podrían tener resultados, aunque probablemente se puedan hacer cosas para evitar que sigamos hacia un escenario de apreciación real. No estoy preocupado por la salud financiera de las empresas del sector, pero sí hay que tener cuidado con lo que ocurra de acá al año que viene, porque si esto se prolongara mucho en el tiempo, o sea, la sequía sumada a la falta de competitividad, efectivamente tendríamos un problema.
¿Cómo está impactando el aumento del gasto en el exterior, sobre todo en Argentina?
Es un fenómeno que está provocando una fuga de consumo y eso afecta algunas actividades muy concretas como el comercio en fronteras, en particular del litoral, y el retail montevideano. Es consumo que no se está materializando en Uruguay y sí en el exterior, lo que tiene consecuencias sobre la recaudación tributaria y por tanto sobre la situación fiscal. A su vez, hay menos llegada de turistas, si bien la temporada fue buena en términos de cantidad de gente y el saldo neto fue positivo por primera vez en bastante tiempo, hay un fenómeno de salida de consumo importante que está afectando al pequeño y mediano comercio, al retail y al turismo.
¿Qué se puede esperar a futuro en cuanto a la trayectoria del dólar?
Estamos asistiendo en Estados Unidos a la idea de que la recesión estaría siendo evitada, el mercado laboral se mantiene firme y la actividad no tiene perspectivas de contracción. Por otro lado, eso nos deja en un escenario donde en la medida en que la inflación esté por encima de los objetivos de la Fed —sigue arriba del 5% en su núcleo duro—, va a pasar a ser el objetivo principal de la política en Estados Unidos, lo que nos lleva a un escenario de tasas elevadas por un período prolongado. Es verdad que el último dato de la inflación que conocimos de junio nos pone la tasa de inflación mensual anualizada en el rango meta por primera vez en mucho tiempo. Eso quiere decir que las medidas están teniendo efecto, pero el centro de la atención de la política monetaria en Estados Unidos es la inflación y eso nos deja un escenario de tasas elevadas por un largo tiempo. Eso, en un escenario sin recesión y con tasas altas, nos debería dar la pauta de que el dólar no se va a debilitar a nivel global, más bien hay una tendencia a cierta estabilidad.
¿Qué implica el último dato de inflación en Uruguay con respecto a la política monetaria? ¿Se esperan cambios?
En Uruguay tenemos un muy buen dato de inflación, es el tercer mes consecutivo de caída de precios, algo que no se registraba en el país desde hacía 40 o 50 años. Es verdad que hay algunos factores circunstanciales que contribuyeron a este dato como alguna rebaja impositiva, el tema del agua, pero lo cierto es que nos deja en una muy buena posición para que el BCU sea un poco más agresivo en la rebaja de la tasa de política monetaria. Es claro que vamos a asistir a una rebaja de la tasa de interés, lo cual debería quitarle presión al dólar en Uruguay o debería inducir a que haya menos demanda de pesos.
En cuanto al escenario externo, volviendo a la pregunta anterior, las exportaciones de bienes están cayendo y no hay inversión extranjera directa de envergadura como el año pasado. Por lo tanto, las condiciones de fundamentos, las de política doméstica y las globales, no permiten pensar que el dólar va a seguir debilitándose en Uruguay o el peso fortaleciéndose, lo que no quiere decir que se vaya a revertir, es decir, no estamos imaginando una depreciación real intensa de la moneda. El peso no debería seguir apreciándose, pero tampoco significa que va a haber una depreciación acelerada.
¿A qué se debe el deterioro del resultado fiscal?
Hay una combinación de fenómenos. Hoy hay un déficit de 1,5%, hubo una recesión técnica en la segunda parte del año pasado, que más allá de que fue superada a partir del primer trimestre de este año, hay un enlentecimiento de la actividad económica respecto del 2022. Eso está asociado a la fuga de consumo que mencionaba, porque el salario está creciendo y el empleo funciona muy bien, pero una parte de esa mejora de los ingresos de los hogares se está desviando para afuera. A su vez, el escenario de la sequía pegó sobre el nivel de actividad de sectores primarios. Y hay algunos fenómenos adicionales este año como la parada de la refinería, la rebaja del IRPF y el IASS, que también afectan los ingresos. Entonces, tanto por fuga de consumo como por rebajas discrecionales, se están viendo afectados los ingresos. El enlentecimiento de la actividad económica genera menos recaudación, lo que se suma a que un conjunto de bienes que eran altamente demandados, como los vehículos, que son intensos en impuestos, hoy con las fronteras abiertas y pudiendo viajar, ya no lo son. Todo eso generó una pérdida de recaudación moderada.
¿Y por el lado del gasto?
Por el lado del gasto, en la segunda parte del año pasado hubo fuertes inversiones sobre todo del gobierno central en vialidad, y ha habido recuperación del salario en el marco del compromiso del gobierno de alcanzar los niveles salariales de 2019. El salario real está creciendo y eso impacta directamente en el rubro cero del presupuesto, lo que a su vez provoca mayores erogaciones en términos de asistencia financiera a la seguridad social. Todo eso lleva a un deterioro fiscal. Hoy hay un resultado fiscal del orden del 3,9% del PIB global, un poquito por debajo de lo que había cuando esta administración asumió.
¿Qué proyecciones maneja hacia los próximos años?
Este es un escenario hacia adelante desafiante porque el crecimiento de este año va a ser modesto, va a estar en torno al 1%. El año que viene vamos a estar creciendo por encima del 3%. Concretamente, en CPA estamos diciendo que creceríamos en torno al 3,1% y convergiendo a un crecimiento más de largo plazo para el 2025 levemente por encima del 2%. Entonces, la economía, en el mejor de los casos, en los próximos tres años, 2023, 2024 y 2025, va a estar creciendo en su promedio histórico, que está levemente por debajo del potencial que es en torno al 2%. Esto, en un contexto de una situación fiscal que no va a ser mala, pero no va a haber mejorado tanto, dejará planteados algunos desafíos para el período que viene. Más allá de que el frente fiscal mejoró en perspectiva por la reforma de la seguridad social y por el marco de la regla fiscal que mejoró el ambiente de la gestión de las finanzas públicas, el resultado corriente no va a ser sustancialmente distinto al que teníamos en 2019, va a estar un poco por debajo, pero no va a haber cambiado dramáticamente. Vamos a tener una tasa de inflación seguramente más baja, vamos a haber alcanzado los niveles salariales que se perdieron, pero al mismo tiempo vamos a encontrarnos bastante más caros en dólares, lo cual genera desafíos para el crecimiento de los próximos años, sobre todo para la rentabilidad del sector agropecuario, que es el motor de largo plazo. En el próximo período vamos a seguir discutiendo cómo mejorar la situación fiscal y qué reformas podemos hacer para mejorar la competitividad para el sector transable.
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