La transición energética se ha presentado como una oportunidad para dar una solución a la crisis energética y no solo como la necesidad de avanzar en tecnologías limpias para poder cumplir con los compromisos establecidos en el Pacto de Paris y lograr los mayores niveles de descarbonización. Pero esta transición a la que se ha dado prioridad parece que no puede ser tan rápida, requiere estrategia, inversiones y tiene algunas problemáticas que son propias de las dificultades y complejidades de los mercados energéticos.
En un mundo altamente convulsionado, entre los días 19 y 21 de mayo se reunió la Cumbre del G7 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá) y si bien se cubrieron muchos temas en torno a la transición energética, tuvo especial relevancia la guerra en Ucrania y las dificultades en el plano energético. Esta reunión tuvo la particularidad de que se pudo vislumbrar algún tipo de freno y la búsqueda de etapas intermedias a la sustitución de energías fósiles por energías limpias.
De parte de todas las economías del mundo y en particular de las más avanzadas se ha visto un pie en el acelerador por las energías limpias. Un claro ejemplo es el hidrógeno verde (HV) que ha desatado estrategias, proyectos, inversiones y donde algunos lo ven como oportunidad de baja de costos y garantizar suministros ante las tremendas dificultades que ha generado la guerra, como es el caso de la UE. Y otros como oportunidades de recibir inversiones y desarrollar un sector estratégico.
Pero ni tan rápido, ni tan abrupto el cambio. El comunicado conjunto que resultó de la Cumbre de Hiroshima del G7 de 2023 muestra un freno. De hecho, se señala que “la inversión en el sector del gas puede ser apropiada” como es el caso de HV pero que es necesario no descartar los combustibles fósiles.
En un trabajo reciente publicado por el CSIS de Kota Shizawa se analiza el rol de los combustibles fósiles en la transformación energética considerando los resultados de la Cumbre. En el artículo se destaca que la realidad del panorama de la demanda de energía en general es controvertida ya que los combustibles fósiles son una necesidad y una especie de “puente crítico y práctico hacia un futuro descarbonizado hasta que las fuentes de energía no fósiles se vuelvan lo suficientemente competitivas y confiables para reemplazarlos”. De esta forma este tramo de transición debe considerar criterios para bajar gradualmente las emisiones dando prioridad y regulando de forma tal que se concreten tecnologías para procesar los combustibles fósiles de la manera más limpia posible.
Esta necesidad planteada tiene diferentes fundamentos en las etapas necesarias para el desarrollo de energías 100% limpias y en las diferentes realidades que viven los países emergentes para concretar estas transiciones. Al respecto se afirma que “los países más desarrollados no pueden tratar de imponer acciones climáticas estrictas en el mundo en desarrollo que podrían impactar negativamente en el crecimiento económico, lo que dividiría aún más a la comunidad internacional con respecto a combatir el cambio climático y promover la descarbonización”.
La aceleración de la transición energética es vista como una necesidad, pero la misma debe atender a realidades y garantizar la sostenibilidad del propio proceso en términos ambientales y de los propios avances sin ser una fuente más de desigualdades y dificultades para las economías emergentes. Por el contrario, teniendo el hemisferio sur buenas oportunidades, el propio proceso debe garantizar su avance y potencial. Shizawa menciona en su documento que “sin duda, es importante acelerar la implementación de contramedidas contra el cambio climático que sean económicamente viables”. Muchas tecnologías energéticas hoy son grandes oportunidades para las economías con mayores dificultades, el ejemplo de HV es uno de los más destacados. Otro ejemplo, ha sido la energía nuclear que se estima tendrá peso en muchas partes del mundo.
También es de mencionar que las propias energías limpias tienen desafíos no solo en cuanto a montos de inversión, tecnologías, capacidad de recursos humanos y desarrollo de mercados, sino también en términos de la propia sostenibilidad. Se podrían mencionar la reducción del uso del acero, los productos químicos y el cemento; insumos para baterías, seguridad de cadena de suministros, entre otros.
Teniendo como objetivo principal el logro de emisiones netas cero se deben definir procesos de transición que sean reales y que contemplen las diferentes realidades y las dificultades que existen hoy en los mercados energéticos, así como las particularidades de los mercados y desarrollos tecnológicos necesarios.
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