El 24 de agosto del 2023 no solo se cumplen 124 años del nacimiento del acaso más universal de los escritores hispanoamericanos, también se cumple un centenario de su primera publicación, Fervor de Buenos Aires. Sin embargo, con el fallecimiento de María Kodama, la viuda y única heredera del patrimonio cultural y económico del autor el 26 de marzo de este año, el legado de J. L. Borges no estuvo exento de incertidumbre.
De chico, Borges solía nadar en un arroyito de Paso Molino, cerca de Montevideo, donde su madre tenía familia y los Borges pasaban las vacaciones de verano.
Emir Rodríguez Monegal, El olvidado ultraísmo uruguayo.
Nadie puede dudar de que con el paso de los años la obra de J. L. Borges ha pasado a formar parte del estrecho canon que componen los clásicos de la literatura universal. Tildada de elitista por algunos críticos, ha sido traducida a más de 25 lenguas. Y a pesar de que la Academia sueca le negó el premio Nobel de literatura cuando en 1976 se supo la noticia de que Borges había acudido a Santiago de Chile para recibir una medalla de parte del general Augusto Pinochet, el valor de su literatura es indiscutible, y ha trascendido cualquier premiación que funcione como pedestal.
Porque leer la obra de J. L. Borges no pasa por leer un cuento determinado o leer un poemario específico, sino que, por el contrario, leer a Borges es introducirse en un universo de laberintos y bibliotecas, de campos de batallas y encolumnados templos, de espadas y jinetes, de desiertos e intrincadas selvas, de espejos y fuentes, donde reverbera el reflejo en el que nos reconocemos otros, aunque sigamos siendo los mismos. Por eso, al igual que en los sueños, en su literatura se entrelazan de un modo maravilloso el pasado y el presente, la vida y la muerte, lo universal y lo regional. No obstante, ha sido justamente esa mezcla subyacente a lo largo de toda su obra, que ha constituido uno de sus mayores hallazgos.
100 años de Fervor de Buenos Aires
No puedo precisar si mis primeros recuerdos se remontan a la orilla oriental u occidental del turbio y lento Río de la Plata: si me vienen de Montevideo, donde pasábamos largas y ociosas vacaciones en la quinta de mi tío Francisco Haedo, o de Buenos Aires.
J. L. Borges, Autobiografía.
Es interesante observar que, dentro de la crítica, ha habido dos grades líneas interpretativas de su obra, que las achacaría más a la subjetividad del gusto que a la exterioridad de la forma. Así, hay quienes han visto en él un escritor puramente cosmopolita, mientras otros han hallado en su obra la exaltación de lo criollo, del tango, de la Pampa, del arrabal porteño.
Sin embargo, como bien afirmaba Beatriz Sarlo, ambas líneas se equivocan y es la fusión de estos dos opuestos lo que define, para decirlo de alguna forma, la perspectiva borgiana del espacio y de la cultura asociada a él.
Probablemente, esta noción se haya visto influida por su estancia en Ginebra desde 1914 a 1921, donde realizó la mayor parte de sus estudios formales en el Collège Calvin. Y de regreso a Buenos Aires, tras siete años en Europa –en los que tuvo la experiencia de vivir en un nuevo mundo, pero donde al mismo tiempo sintió una fuerte añoranza por su país y su ciudad natal– lo llevaron a exponer esa tensión entre ambas realidades, publicando el poema “Arrabal” en la revista Cosmópolis en España, que luego incluiría en Fervor de Buenos Aires, su primer libro.
Así, en Fervor de Buenos Aires, publicado 1923 –y que este año cumplió cien años desde que fuera impreso por primera vez– no sólo aparecen los primeros símbolos borgianos sobre esta ciudad, como calles, arrabales, plazas, sino que también se pueden vislumbrar sus primeros lineamientos estéticos y formales, los cuales se alejan de los moldes que había introducido el modernismo de Rubén Darío, para adherirse al ultraísmo.
De esa forma, en 1921 escribió un artículo en la revista Nosotros en el que expresó: “Esquematizada, la presente actitud del ultraísmo es resumible en los principios que siguen: Reducción de la lírica a su elemento primordial: la metáfora; Tachadura de las frases medianeras, los nexos y los adjetivos inútiles; Abolición de los trebejos ornamentales…” (J. L. Borges).
De alguna forma, la atracción de Borges por el ultraísmo, más allá de su inherente tradición hispánica, estuvo mediada por la influencia que ejerció en él la literatura inglesa, y así como Boscán introdujo el endecasílabo italiano en la península ibérica, Borges trajo el soneto de Shakespeare al Río de la Plata.
Borges y el amor por lo oriental
¿Qué distinciones hay entre los versos de esta orilla y los de la orilla de enfrente? La más notoria es la de los símbolos manejados. Aquí la pampa o su inauguración, el suburbio; allí los árboles y el mar. El desacuerdo es lógico: el horizonte del Uruguay es de arboledas y de cuchillas, cuando no de agua larga; el nuestro, de tierra. El anca del escarceador Pegaso oriental lleva marcados una hojita y un pez, símbolos del agua y del monte. Siempre, esas dos tutelas están. Nombrada o no, el agua induce una vehemencia de ola en los versos; con o sin nombre, el bosque enseña su sentir dramático de conflicto, de ramas que se atraviesan como voluntades.
J. L. Borges, prólogo a la Antología de la moderna poesía uruguaya, que compiló en 1927, Ildefonso Pereda Valdés (El olvidado ultraísmo uruguayo)
Un dato que no se puede obviar –y que también forma parte de esa tensión presente en toda su obra entre lo cosmopolita y lo criollo– es la estima y la cercanía que sentía por nuestro país. No hay que olvidar que en la genealogía de Borges hubo varios uruguayos, tanto por línea materna como por línea paterna, entre los que se encontraban la abuela, Leonor Suárez Haedo, la madre, Leonor Acevedo Suárez, el tío y los primos Haedo, y también el abuelo paterno, el coronel Francisco Borges Lafinur.
“Para mostrar el afecto de Borges por los orientales, recordemos que así como Jorge Borges (el padre del escritor) se complacía en repetirle a Fanny Haslan que aunque él hubiera nacido en la provincia de Entre Ríos, lo que realmente importaba era que había sido engendrado en la pampa, Jorge Luis solía repetir públicamente que él era un poco uruguayo porque había sido concebido en el departamento de Paysandú” (Graciela Villanueva, El Uruguay de Borges: un justo vaivén de la aproximación y de la distancia).
Incertidumbre en la herencia de un genio
Con su muerte el 14 de junio de 1986 a los 86 años de edad, su herencia pasó a su esposa María Kodama, con quien había contraído matrimonio un poco antes.
Desde entonces ella estuvo a cargo de administrar la obra del escritor hasta que el 26 de marzo de este año, falleció. Desde entonces, surgió la pregunta de qué pasaría con la obra. En conferencia de prensa Dr. Fernando Soto, quien fuera el apoderado de Kodama hasta el momento de su fallecimiento, anunció que la viuda del escritor no había dejado testamento.
A partir de ese momento, Soto presentó ante la Justicia un escrito para que se declare su herencia como “vacante”, pretendiendo al mismo tiempo que el Estado designe a un administrador provisorio para la obra del escritor y para los bienes de la Fundación Internacional Borges que María Kodama financiaba de su propio bolsillo.
Sin embargo, con el correr de los días, se pudo saber que María Kodama había tenido un hermano Jorge Kodama que había fallecido en el año 2017 y que había tenido varios hijos: Mariana del Socorro, Martín Nicolás, María Victoria, Matías y María Belén.
El 16 de junio de este año la Justicia argentina resolvió que ellos heredaran el legado de Borges. “Ellos heredan toda la obra de Borges y heredan todo el patrimonio cultural, físico, objetos y propiedad intelectual, absolutamente todo”, confirmó a Télam, Fernando Soto.
Por su parte, los herederos manifestaron la intención de continuar el camino que había seguido María Kodama, manteniendo la Fundación y conservando el mismo agente literario, Andrew Wylie, quien también es representante de los derechos de las obras de autores como Roberto Bolaño, Vladimir Nabokov, Emmanuel Carrère, Alice Munro, John Cheever, Alessandro Baricco, Karl Ove Knausgard, entre otros.
“Ellos [los sobrinos de María Kodama] claramente tienen decidido apoyar a la Fundación para difundir la obra de Borges en el mundo. Así que, cuando digo que es una nueva etapa que se abre, es una nueva etapa con alivio y alegría que se abre, con tristeza por la pérdida de María y por alegría por la continuación de la producción de la obra”, enfatizó Soto tras el final de todo el proceso.
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