Los cambios de gobierno del país hermano siempre fueron motivo del mayor interés por la íntima relación que tienen con respecto a nuestro país.
La antesala de esas elecciones, es decir las PASO (primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias), trajo una mayúscula sorpresa: la irrupción como triunfador del outsider Javier Milei que, sin estructura, ni prensa adicta, ni equipos, sin mayores recursos ni apoyos en el sistema político, se alzó con el triunfo en 16 provincias y quedó en condiciones de alcanzar la Presidencia de la República.
Se ha observado que ese triunfo responde a la creciente desconfianza en la clase política –un fenómeno no únicamente argentino que Milei supo capitalizar como nadie– y al “que se vayan todos” del 2001, que le costó la Presidencia a De la Rúa, ahora la emprende contra la “casta política” pero agregando un proyecto audaz y removedor.
Nadie puede discutir la necesidad de abordar una serie de puntos cuya solución debe ser inmediata, en medio de la crisis económica y social que vive el país: así, con sus propuestas de reducir el gasto público y buscar el equilibrio fiscal, eliminar todos los beneficios de la casta política, reducir la inflación eliminando la máquina de imprimir billetes, facilitar la apertura comercial y liberar exportación e importación, el rescate de la Deuda Pública y la modernización del mercado laboral, todo manteniendo los planes sociales, pero haciendo desaparecer el riesgo país y volviendo a una Argentina solvente.
En cambio, alguna de las soluciones que propone generan dudas, como suprimir el Banco Central, dolarizar la economía, privatizar la obra pública y quitar a toda intermediación, pues son muchos los aspectos a considerar en la natural complejidad de la economía y sus múltiples condicionamientos.
En caso de llegar a la Presidencia, las posibilidades de Javier Milei de instrumentar sus planes de ruptura y renovación se encuentran con dos obstáculos importantes: por un lado, los límites constitucionales, y por otro, la realidad política con la que se encontrará, de no contar con la mayoría de legisladores en las cámaras de Senadores y Diputados, que se renuevan parcialmente, y de tampoco contar con los gobernadores provinciales.
En materia de política exterior, si bien critica al Mercosur diciendo que ni siquiera es una unión aduanera –lo que es verdad–, nos hace un guiño al sostener que considera que los socios puedan hacer otros acuerdos.
Si bien dijo que no contratará en forma oficial con países comunistas como China, Cuba o Venezuela y le agregó a Brasil, lo que parece un disparate, aunque admitió que los particulares podrán comercializar de manera privada.
Las repercusiones de su sorprendente triunfo, que lo ha colocado en el sitial de presidente electo y a “Unión por la Patria” y “Juntos por el Cambio” como meros aspirantes, ha merecido comentarios desfavorables.
Aquí en el Uruguay, el Dr. Sanguinetti se pronunció a favor de Patricia Bullrich mientras que Mujica eludía hablar del triunfo para observar la alta abstención de la ciudadanía, y la izquierda en general se mostró preocupada y con indisimulable disgusto por considerar a sus posturas como reaccionarias.
En la Argentina, dos de los principales analistas políticos de La Nación se expresaron disconformes y adelantaron su oposición.
Joaquín Morales Solá dice que parecería ser el primer presidente dispuesto a acabar con el régimen político que gobierna desde hace años a la Argentina, pero a diferencia de Menem, con quien se lo compara, no quiere incorporarse al sistema sino destruirlo. Por otra parte, advierte la preocupación del establishment y la incertidumbre que acusan los representantes de empresas e industrias extranjeras.
Mucho más radical es Jorge Fernández Díaz, que titula su artículo como “Un amateurismo suicida para un país desquiciado”. Dice que no se le puede comparar con Trump, que llega desde el partido más poderoso de los EE.UU. ni con Bolsonaro, que tenía experiencia legislativa y el apoyo del partido militar y el empresariado de San Pablo. Milei solo tenía “a su hermana, cuatro perros, cinco operadores, tres intelectuales y un grupo de economistas jubilados a quienes devolvió la alegría”. Por eso le critica que solo tenga para gobernar la inspiración, el voluntarismo, el desconocimiento institucional y la banalización de la política, por lo cual prefigura un amateurismo suicida.
Nos queda la situación de Macri, haciéndole guiñadas a Milei y olvidando que perdió su reelección estando en el poder y habiendo contado con US$ 50.000 millones en su poder. Ni Durán Barba lo salvó, que actualmente trae la novedad de que el pueblo votó cansado de los gobiernos kirchneristas y sus continuas maniobras y vaivenes sin resultados.
Ahora, solo se debe esperar que hablen las urnas en octubre.
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