La escena de un joven ciudadano enredado con dos agentes policiales, nada más ni nada menos que frente a la jefatura de Policía de Maldonado, fue lastimosa.
Los actores: un joven y dos integrantes de la “fuerza del orden”.
El incidente: un joven ciudadano que, en actitud por demás irreverente, desafiante y claramente provocativa, se oponía a identificarse, mientras filmaba y trasmitía desde su teléfono móvil, el procedimiento del cual era objeto. Posteriormente, al intento de ser conducido a la Seccional policial, incurrirá en el delito de desacato.
La actuación policial no estuvo a la altura, pues en un correcto procedimiento policial no hay lugar para el forcejeo, ni la discusión.
Ello deja en evidencia la falta de instrucción del personal policial para resolver la situación fáctica a la que se enfrentaban.
Por otra parte, fue clara la intimidación sufrida por los agentes a causa de los agravios y las amenazas provenientes del desacatado, así como de quienes presenciaban y azuzaban el enredo.
Pero el protagonista del infeliz suceso, debido a su notable intervención, fue el señor jefe de Policía de Maldonado, el comisario mayor (R) Erode Ruiz.
Según se comenta, hombre cultor de valores tradicionales y policía con una sólida formación profesional, que a pesar de peinar canas no dudó en intervenir para restaurar el orden, concretar la detención del joven y así salvaguardar el honor del instituto al que hace 52 años pertenece.
No lo conozco, pero todo me lleva a presumir que, más allá del desacato en sí, fue la indignación, la impotencia y la vergüenza por la deshonra de su uniforme lo que lo movió a actuar…
Y con su accionar, el jerarca está enviando un mensaje muy claro, a mucha gente.
A la ciudadanía, qué hay que respetar a la Policía.
A los policías en general, que tienen que hacer respetar su uniforme. A sus pares, que la instrucción está floja. Y a los políticos, que reparen al punto a que hemos llegado…
El irrespeto a todo tipo de autoridad, en este caso referido a la autoridad policial, no es un fenómeno nuevo, y obedece a múltiples causas:
• la histórica y desdichada imagen del instituto policial, y por ende la falta de confianza en él
• las naturales tensiones entre la comunidad y las fuerzas del orden, que esto genera
• la percepción en el Policía de falta de respaldo de los fiscales y magistrados, en cuanto al temor de actuar, y luego ser incomodados por causa de los DD.HH
• la inversión de valores y la desvalorizada, o nula, importancia a la autoridad…
Es destacable el inmediato y manifiesto apoyo a su subordinado, pronunciado por el director de la Policía Nacional.
Una lástima que el del “mando político” (subsecretario del MI) no haya sido inmediato, y sí algo tibio. Quizás esté más preocupado por la opinión pública y el apoyo político que por su personal.
El caso, un plato lleno para el concienzudo y responsable análisis: profesional, sociológico y político que, ineludiblemente, se impone.
El mensaje fue claro: a la Policía se la respeta…
¡Felicitaciones!, al señor Jefe.
Dr. Efraín Maciel Baraibar
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