El economista uruguayo Rafael Guntin realizó la licenciatura en Economía en la Universidad de Montevideo (UM) y el doctorado en la Universidad de Nueva York. Desde el año pasado se desempeña como profesor e investigador en la Universidad de Rochester. Recientemente presentó en Uruguay su último trabajo sobre la crisis de renovación de deuda empresarial, acerca del cual dialogó con La Mañana. Además, explicó cuáles podrían ser los efectos en América Latina, algo similar a lo sucedido en la crisis financiera de 2008.
Usted es un uruguayo estudiando en Estados Unidos. ¿Cómo prepara la universidad en Uruguay para estudiar allá?
En mi opinión, los estudiantes están cada vez mejor preparados para estudiar en el exterior. No solo eso, sino que también están muy bien asesorados sobre los pasos a seguir para poder continuar formándose afuera. Esto se refleja en las universidades a las que han sido admitidos en los últimos años. Juan Dubra, profesor en la UM, ha empujado a muchos estudiantes y ha jugado un rol clave en este sentido.
¿Cuáles son los vínculos académicos entre ambos países?
Existe, sin dudas, una conexión entre la academia de Estados Unidos y Uruguay. Primero, muchos de los uruguayos que hacen investigación en Estados Unidos se enfocan en temáticas de estudio que son relevantes y tienen implicancias directas e indirectas para Uruguay, ya sea en temas microeconómicos como salud, crimen y educación, o temas macroeconómicos como crecimiento, política fiscal, monetaria y crisis financieras, entre otros. Segundo, hay colaboraciones académicas entre los uruguayos que están trabajando allá. Por ejemplo, en mi caso, mi asesor principal en el doctorado, Diego Pérez, fue también estudiante en la UM. Con él y Pablo Ottonello –también uruguayo y profesor en Estados Unidos– trabajamos juntos. Por último, dos o tres veces al año se organizan conferencias en Uruguay –como la que organiza la Sociedad de Economistas del Uruguay, el Ridge o las Jornadas Anuales de Economía del Banco Central– en las que presentan sus trabajos investigadores que vienen de universidades e instituciones de varias partes del mundo. Esas son instancias de discusión y debate que aportan mucho.
Usted vino a la UM recientemente a presentar su último trabajo acerca de la crisis de renovación de deuda empresarial, conocida como rollover risk, y ha estudiado los efectos que tiene sobre la macroeconomía. ¿Cuál es el riesgo del rollover en la economía norteamericana hoy? ¿Qué efecto podría tener sobre el sistema financiero norteamericano, tanto en el sistema bancario como en las bolsas?
La idea del paper es estudiar el problema de rollover en el contexto de recesiones grandes. Para poder estudiarlo tengo que definir formalmente qué es un problema de refinanciamiento: un evento donde una firma no puede renovar su deuda a pesar de ser económicamente solvente. Estas dificultades no se ven directamente en los datos y son difíciles de distinguir de los problemas de insolvencia. Por eso necesitamos una teoría que nos guíe. Algo que encontré fue que el riesgo de rollover es cuantitativamente relevante en las recesiones y no tanto en tiempos normales.
¿Cómo esto podría contagiar a América Latina?
Es una pregunta muy interesante. Hay varios trabajos importantes que muestran que existe una correlación entre las primas de riesgos de bonos corporativos riesgosos de Estados Unidos y de países emergentes. El contagio se podría dar, por ejemplo, si los problemas de rollover en Estados Unidos deterioraran significativamente los balances de los bancos globales, lo que contraería el crédito en economías emergentes. Algo de este estilo vimos durante la crisis financiera global de 2008.
¿Cuáles son las políticas apropiadas para hacer frente a esto?
El problema de rollover implica que firmas sanas están fallando. Esta noción motivó muchas políticas de crédito en recesiones recientes, por ejemplo, en el 2008 y en la pandemia. En el trabajo me concentro en una política de crédito específica, las políticas de crédito directo a las firmas, que se usaron bastante en pandemia. Estas políticas tienen costos y beneficios que evalúo cuantitativamente.
La política puede ser buena porque evita que varias firmas buenas fallen. Intuitivamente, la política funciona parecido a un seguro de depósitos bancarios. Por ejemplo, si el crédito del gobierno es suficiente para que la firma se pueda refinanciar, esto incentiva a que los inversores decidan prestarle a la firma. Esto pasa porque al final del día los inversores saben que en el peor de los casos la firma tiene una forma alternativa de financiarse –el crédito del gobierno– y poder repagarles a ellos. Por otro lado, esta política puede ser costosa si el crédito está mal ubicado. Si la política es muy laxa y financia a muchas firmas que son insolventes y poco productivas, entonces el crecimiento podría caer y el costo fiscal aumentar.
Encuentro que este trade-off es significativo. Las políticas de crédito que casi no se usan son las más efectivas y las que dan crédito barato de manera indiscriminada pueden empeorar la recesión. Si medimos el gasto fiscal de la política de crédito, los resultados muestran que, a mayor gasto fiscal, peor es la política. Esto es opuesto a la intuición de que la política de crédito es efectiva y relevante si se usa.
En el caso de Uruguay, ¿cómo contribuye la presencia del Banco República (BROU) en el ejercicio de la política crediticia?
Las políticas de crédito que estudio en el trabajo podrían implementarse a través de un banco como el BROU. De igual manera que en la investigación, cuando hay una recesión, la política enfrentaría el trade-off entre sostener el crédito en la recesión y dar crédito a firmas poco productivas e insolventes.
Ante el riesgo de un rollover, ¿qué acciones preventivas debería tomar el BROU en función de su investigación?
En el trabajo no estudio las políticas preventivas. En principio, especulo que el gobierno podría desestimular el crédito, lo que evitaría que varias firmas se expusieran a los problemas de refinanciamiento cuando cae una recesión, pero esto podría tener costos en términos de crecimiento dado que las firmas tendrían menos capacidad de financiamiento para sostener sus operaciones e invertir.
En 2020 escribió sobre el trabajo domiciliario y los trabajos intensivos en contacto, con foco en Uruguay. ¿En qué consistió el estudio y cuáles fueron las principales conclusiones?
El estudio surgió en marzo-abril de 2020, cuando se estaban aplicando varias políticas de encierro para contener la propagación del covid-19. La preocupación inicial era entender a quién impactaba no poder ir a trabajar físicamente en Uruguay. Lo que encontré fue que los trabajadores de menores ingresos tenían significativamente menos posibilidades de trabajar a distancia. Este resultado sugería que las políticas de encierro, más allá de si estaban bien o mal, iban a afectar desproporcionadamente a los trabajadores de menores ingresos. Lamentablemente, esto se reflejó en el aumento precipitado de la pobreza y desigualdad que vimos en los primeros meses de la pandemia, a pesar de que se incrementaron las transferencias monetarias a hogares y trabajadores más pobres. Creo que el trabajo contribuyó a entender que había costos previsibles ligados a contener la pandemia que teníamos que tomar en serio.
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