Los casi dos siglos de políticas de inserción internacional de nuestro país pueden ser sintetizados en dos fuerzas que le han dado forma. Esta manera de interpretar la política exterior fue obra inicial de Carlos Real de Azúa, y su punto de partida fue un artículo publicado en Marcha en 1959. Años después, cuando el país retomó el sendero de la Democracia en 1985, siendo Enrique Iglesias Canciller de la República y Julia María Sanguinetti Presidente de Uruguay, se publicaron varios aportes de Real a la diplomacia en un libro con prefacio de Alberto Methol Ferré (Curso de Política Internacional, Ministerio de Relaciones Exteriores, 1985). En aquel libro Methol hace un análisis de la lucidez del planteo y describe las dos fuerzas que han dado forma a la política exterior del país: una hegemónica y la otra resistente.
En la introducción al Curso de Política Internacional, Methol también menciona a otro autor, Enrique Arocena Olivera, quien en su obra Evolución y apogeo de la diplomacia uruguaya 1828 – 1948, identifica las mismas dos fuerzas que componen dos corrientes de pensamiento, pero las clasifica en sentido contrario. Lo que para Real de Azúa era lo hegemónico, es decir la Democracia como ideología que da orden a nuestro sistema de pensamiento, para Arocena es su contrario, es decir una fuerza resistente, la cual a pesar de todo sigue estando y ordenando. Y las fuerzas que eran resistentes para Real son hegemónicas en el análisis de Arocena Olivera, esto es todo lo próximo, lo tangible, lo propio, lo continental, eso es lo hegemónico en la política exterior. Tal vez un aspecto clave para que ambos autores vean las mismas fuerzas actuando, pero en sentido contrario, sea el momento de su análisis.
Real de Azúa escribe su análisis en 1959, año de la revolución cubana, momento bisagra del continente, donde todo lo referente a Latinoamérica pasa a un primer plano, hasta ahí se mostraban como fuerzas resistentes en un rosario de jóvenes países independientes. La obra de Arocena Olivera se publica en 1984, o sea es concebida durante el gobierno de facto, en un escenario en donde la Democracia resiste y se abre paso. Lo que es un aporte importante de estos dos autores, es haber identificado dos fuerzas que atraviesan dos siglos de política exterior del Uruguay, identificadas con signo contrario, acompasadas con su momento histórico. Mirando más hondo esas dos fuerzas pueden también identificarse con las fuerzas que dieron origen a nuestros país, federales y unitarios, las fuerzas políticas iniciales que han dado forma a nuestra comunidad histórica.
Es claro que las decisiones en política exterior no se apoyaron en el concepto de la Democracia como Ideología, sino que fue guiada por otros lineamientos ideológicos.
Hoy las dos fuerzas que forman nuestra política internacional del Uruguay, toman un nuevo sentido inédito en relación a la situación de Venezuela y Bolivia. En ambos casos, las políticas que aplicó Uruguay en los años recientes están fuera del rango de la tradición de nuestra política exterior.
Es decir, en lo referente a la Democracia como ordenador de las acciones políticas con el mundo, es claro que las decisiones en política exterior no se apoyaron en el concepto de la Democracia como Ideología, sino que fue guiada por otros lineamientos ideológicos. A su vez, tampoco las decisiones de política exterior en relación a estos dos casos han estado alineadas con los países que forman el Mercosur, han sido un factor de conflicto, de disenso con nuestros vecinos.
En la hora actual, la Democracia es un principio rector en el Mercado Común del Sur a partir de la cláusula democrática establecida en el protocolo de Ushuaia. Es decir que las dos fuerzas, que han sido rectoras en nuestra política exterior, en este momento convergen. Lo que guió al país en los momentos críticos de nuestro pasado, en los tiempos de la convención preliminar de paz de 1825, o el período de la Guerra Grande, cuando el país tuvo que recurrir a los ámbitos internacionales para esgrimir el principio de autodeterminación de los pueblos, es lo que marca el camino actual. Entendemos que es una decisión acertada terminar con el Mecanismo de Montevideo, ideado para dar espacios de diálogo al Gobierno de Venezuela, y que en los hechos ha dilatado la presencia en el continente de un régimen a todas luces antidemocrático.
Sería además bueno para el país, informar sobre las gestiones llevadas a cabo en el ámbito de dicho Mecanismo de Montevideo, por parte del gobierno que asumirá en marzo de 2020. Para así, tomar nota de lo actuado en ese ámbito durante todo el 2019. Y con las conclusiones que podamos sacar, tal vez compartirlas con dos grupos de servicios diplomáticos de países vitales para nosotros. Me refiero a compartir posibles salidas democráticas para el pueblo venezolano con las diplomacias de Estados Unidos, Unión Europea y la República Popular China. Cualquier camino posible a la dramática situación del pueblo de Venezuela debe contar con el sostén de poderes fácticos que viabilicen una salida. Y el segundo grupo de países que nos debe interesar compartir conclusiones, de un proceso que ha alargado la agonía de los venezolanos, y debe ser insumo de una hoja de ruta para Venezuela, son nuestros socios estratégicos de la Cuenca del Plata: Paraguay, Argentina y Brasil.