En 2015 la ONU aprobó la agenda 2030 para el desarrollo sostenible, ¿por qué surgió esta preocupación?
La agenda se aprobó como seguimiento a una agenda previa que eran los Objetivos del Milenio. El cambio que hubo tuvo tanto que ver a nivel de la participación de los países, porque se definió en conjunto entre todos los integrantes del sistema de Naciones Unidas a diferencia de los primeros que fueron más bien por un panel de expertos en consulta con los países. Tiene que ver con la preocupación dentro del sistema a nivel global de que algunas ambiciosas metas vinculadas a esos objetivos estaban lejos de ser cumplidos para la mayoría de los países. En diferentes áreas del desarrollo en sentido amplio económico, social y ambiental había en algunos casos enlentecimiento y en otros un retroceso.
¿En qué consiste la agenda?
Consiste en 17 objetivos que vienen asociados para poder medirlos a 169 metas de reducción, por ejemplo de la pobreza, de la indigencia, la desigualdad, la mejora del patrimonio ambiental o la calidad del agua. Y también aspectos que hacen a la industria, la innovación y la capacidad que tienen los países de poder desarrollar su aparato productivo.
¿Cómo se aplica para Uruguay?
Estamos en el contexto de un país que fue clasificado como de renta alta a nivel internacional. Sabemos que a pesar de esa clasificación macroeconómica hay desafíos pendientes en todas las áreas que yo mencionaba antes. Hay dimensiones en la propia economía pero también en el tejido social, productivo y ambiental que todavía están pendientes de resolverse si uno quiere mirar un modelo de desarrollo más amplio. Si bien los objetivos y metas están bien especificadas, creo que lo más interesante es que la ruta de cómo se llega a eso en el caso de estos países está todavía por definirse. Ese es el trabajo que venimos haciendo en conjunto con los gobiernos pero también con el sector privado, con la academia y la sociedad civil en general, incluyendo por supuesto a los trabajadores.
Hablabas de desarrollo sostenible. ¿Hay un debate abierto en Uruguay sobre el modelo de desarrollo?
Sobre el desarrollo sostenible creo que hay coincidencia plena que es medir el desarrollo más allá del ingreso, involucrando diferentes dimensiones. No es solo un desarrollo vinculado al aumento del ingreso per cápita o mejora en las tasas de crecimiento del PIB a nivel global. Lo que sí está abierto y hay discusión es la hoja de ruta de cómo incorporar todas estas dimensiones de forma simultánea y que vayan en el mismo sentido.
Por ejemplo, uno puede pensar que el PIB en Uruguay en los últimos 16 años ha aumentado de forma sostenida y eso ha sido, en una región muy complicada, un logro. Pero si uno mira ese crecimiento ve que existen algunos problemas estructurales.
¿Cómo cuáles?
Que ese crecimiento ha estado concentrado en la matriz exportadora en cuatro o cinco bienes y uno piensa que para desarrollar un tejido productivo mucho más denso hace falta diversificar esa malla productiva.
¿El Uruguay del futuro seguirá siendo agroexportador?
Seguramente. En realidad esta matriz de inserción internacional a través de la venta de bienes primarios, comercializados sin marcas y a granel en grandes cantidades, que es lo que hace Uruguay hoy básicamente con soja, celulosa, carne bovina, arroz, lácteos, trigo y cebada ha sido así desde la fundación de la República. Las señales de China apuntan a que está demandando alimentos y recursos naturales de todo el mundo y en particular de Uruguay en esos productos que mencionaba.
Lo que se trata es ver cómo podemos ir moldeando ese futuro para atarlo a la agenda de desarrollo sostenible de Naciones Unidas. Se trata que esa producción trate de ser lo más amigable con el medio ambiente, trata de ir hacia la circularidad para que la afectación que se produzca en la tierra, llámese erosión de suelos. contaminación del agua o pérdida de biodiversidad, se minimice o inclusive que se mejore el patrimonio ambiental. Aquí hay una agenda pendiente muy clara.
Este país agroexportador podría ser agroindustrial y exportador de muchos más bienes. Sin dar la espalda al país agropecuario de estos bienes primarios porque en esa cadena de valor queda mucho por hacer. Para mencionar un ejemplo la celulosa. Lo que hay es una cadena de valor de la industria forestal maderera a nivel global. Las empresas que están instaladas en Uruguay vienen a producir celulosa, pero en sus propios esquemas de negocio esas empresas hacen mucho más que celulosa a nivel global y de hecho la parte de celulosa en la rentabilidad global no es la más grande. Los corredores de crecimiento para adelante tienen que ver con bioquímicos, biocombustibles, productos de mayor valor agregado sobre la base de la ventaja comparativa.
¿Cuánto pesa el auge de la exportación de servicios en el mundo y qué rol puede jugar Uruguay?
Uruguay está jugando un rol a nivel de los servicios globales de exportación. Hay una necesidad también de ir hacia un desplazamiento horizontal, es decir, del agro a la agroindustria, a los servicios y a la economía del conocimiento. Uruguay tiene cierto camino recorrido aquí.
Los servicios en Uruguay han aumentado la exportación en forma interesante, con un rol en particular de las zonas francas y hay ejemplo desde el audiovisual, software, tics, etc. Uruguay está inserto en estas cadenas globales de valor, provee servicios financieros, de marketing y logísticos. Mucha producción a nivel regional por ejemplo en industria farmacéutica se organiza desde acá.
Pero volvemos al mismo esquema de la respuesta anterior. Hay servicios y servicios. Los servicios globales de valor también se dividen en distintas categorizaciones. Hay servicios de menor valor agregado y por ende de salarios más bajos, de menos captación de renta, y servicios de mayor valor agregado vinculados a la investigación y el desarrollo de productos. Me gusta plantear estos temas en esa perspectiva, más allá de los sectores. ¿Dónde estamos parados y en la cadena global de valor cuál es el próximo paso que el país puede dar? Una estrategia de este tipo requiere de apuestas más ambiciosas, en varios aspectos.
¿Por ejemplo?
En temas de financiamiento al desarrollo productivo. Aquí se ha discutido y creo que todavía es necesaria la creación de una banca nacional de desarrollo, porque se trata de apuestas que son riesgosas. Uno no va a incursionar en sectores nuevos si no tiene, a modo de ejemplo, préstamos que sean a tasas de interés baja. Esto todavía en Uruguay está pendiente. Un segundo ejemplo que entra o debería entrar en la estrategia es el mercado interno, las pequeñas y medianas empresas agroindustriales y de servicios que dependen de aquel. ¿Cómo dinamizamos? Aquí hay un rol muy importante de las políticas públicas y en particular de las compras estatales, una herramienta que se ha desarrollado de forma incipiente, muy importante sobre todo en las primeras etapas. Un tercer ejemplo tiene que ver con toda la parte de certificación de calidad de los procesos, que son costosos. Ahí hay programas de promoción.
Otro nivel tiene más que ver con la institucionalidad. Uno puede observar que hubo un avance tremendo en la creación de nuevas direcciones en los ministerios y nuevos programas de financiamiento como la Ande, la ANII, los Consejos Sectoriales, el Fondo Industrial, fondos del MGAP, pero uno nota que hay una coordinación que no es la mejor. Es un buen momento para hacer una evaluación de lo avanzado, repensar el funcionamiento y ver si se puede potenciar. No es poner más plata necesariamente, sino analizar la institución que está hoy y mejorarlo todo lo posible.