“Y simultáneamente veo, escucho y sé, y casi en el mismo momento aprendo lo que sé. En cambio, lo que no veo lo ignoro porque soy indocta. Y lo que escribo lo veo y lo escucho en la visión, y no pongo otras palabras que aquellas que escucho. Lo profiero con las palabras latinas sin limar, tal como las escucho en la visión, ya que en la visión no me enseñan a escribir como escriben los filósofos”
(Hildegarda al monje Guibert de Gembloux. Ep. CIII)
Dentro del mundo de la música, Hildegarda es conocida en muchos círculos de la música antigua y el canto gregoriano, al ser de los poquísimos ejemplos de compositoras mujeres dentro del género litúrgico primitivo. Casi todos los que estudiamos música nos encontramos alguna vez con algunas de sus composiciones. El estilo de sus obras puede ser un poco complejo de apreciar a largo plazo, en general la escritura monofónica tiene sus obstáculos a la hora de la escucha recreativa, aunque su hermosura sea intachable es un tipo de música ritual que suele necesitar de un espacio físico adecuado para su apreciación, además de ser intrínsecamente religiosa, por lo que sin el rito parte de su sentido desaparece. Esto no impide que uno, conocedor o no, pueda deleitarse con interpretaciones grabadas y en privado, pero entender más sobre la compositora y el ritual hace una verdadera diferencia.
Nacida sobre el fin del siglo XI en la actual Alemania, Hildegarda es una de las figuras más importantes del mundo cristiano medieval. Su relevancia hasta el día de hoy le mereció ser canonizada en 2012 por el papa Benedicto XVI. Su título de “Doctora de la Iglesia” no podría ser más acertado, siendo ella una escritora y pensadora prolífica en por lo menos diez áreas del conocimiento, incluyendo la hagiografía, la música, la medicina y la filosofía entre otros. Es considerada la madre de la historia natural, además de ser la autora de uno de los corpus más grandes de literatura medieval. Gracias a su reciente canonización y su importancia en una época tan dominada por los hombres, su nombre ha vuelto a tomar relevancia, no solo en los círculos religiosos, sino también en la academia y en la cultura popular.
Su importancia en la Iglesia del momento no debe ser pasada por alto. Ella se atrevió a denunciar la corrupción y las injusticias dentro de su propia institución haciéndole llegar cartas a obispos y al mismo papa, cosa que incluso hoy en día es difícil para muchos fieles a pesar de su amor a la Iglesia, además de que en su época esas críticas podían costarle la vida. Obviamente el valor de esta persona no pasó desapercibido a los ojos de la Iglesia, que no solo le permitió sus críticas, sino que también le permitió ser madre superiora de su monasterio.
Parte de la relevancia actual de esta figura tiene que ver con sus escritos neoplatónicos sobre la analogía entre el microcosmos (el alma, la psiquis) y el macrocosmos (el universo). En un momento histórico como el que vivimos, en donde el materialismo se manifiesta de diferentes formas y el antropocentrismo pasa a ser una de las corrientes de pensamiento más convencionales, la relación entre el espíritu y lo material es una de las mayores inquietudes que llama a la gente. Hildegarda toma una posición muy actual con respecto a esto, ayudando a explicar esa dicotomía desde un lente cósmico y multidisciplinario, entendiendo a la ciencia como un ejercicio divino para conocer la obra de Dios. Su expresión artística está sumamente volcada al ritual y la veneración, no solo desde la música, sino también desde la iconografía de sus pinturas e ilustraciones.
La música vocal de Hildegarda tiene, según algunos académicos, algunas características rituales particulares que estimulan el estado de trance para quienes las cantan. Esta idea deriva de la poca cantidad de respiraciones en las líneas y su registro particularmente agudo, lo cual sumado cantarse en grupos grandes varias veces por día, como se da en un monasterio, podría producir entre la hiperventilación y la exaltación religiosa, ciertos estados alterados de conciencia.
A pesar de que no puedo opinar con mucha certeza sobre esta teoría, sí entiendo la importancia de la música y su ejecución en grupos religiosos que buscan el trance, por lo que no considero que esta idea esté muy alejada de la realidad. El canto gregoriano es sin duda una forma de meditación y ejercicio espiritual propio de Occidente y la expresión musical en muchos grupos humanos viene a zanjar la comunicación entre lo humano y lo divino, aunque no sea en base a la alteración de estados o la invocación. Hasta el día de hoy podemos encontrar ejemplos de música que está pensada exclusivamente para el ámbito ritual, y que quienes la practican no la veneran particularmente, pero sí respetan la relación de esas expresiones con lo sobrenatural y muchas veces guardan esa comunicación con celo.
Su obra de drama litúrgico (una suerte de proto-opera) “Ordo Virtutum”, es una de las obras más importantes de esta compositora y también un ejemplo de sumo valor para varias expresiones de la época. Es quizás el ejemplo más temprano de una moralidad dramática (tipo de obra donde el protagonista se encuentra con las personificaciones de varios atributos morales), además de servir como una base para parte de su pensamiento sobre el canto. Las virtudes (Humildad, Esperanza, Castidad, Inocencia, Desprecio del Mundo, Amor Celestial, Disciplina, Modestia, Misericordia, Victoria, Discreción, Paciencia, Conocimiento de Dios, Caridad, Temor de Dios, Obediencia y Fe) son todas representadas por mujeres cantantes, y el diablo, personificado en un hombre solo, habla o gruñe. Según ella el canto es una característica de las almas puras, esta obra trabaja esa idea y la pone en práctica. Si comparamos su corpus musical con el de otros compositores contemporáneos, nos podemos dar cuenta de la importancia que le daba a la música como parte de su trabajo. Aunque su puesto no requiriera ese volumen de composición, ella entendía ese trabajo como parte de sus obligaciones con la Iglesia y con Dios. Quizás sea la compositora no anónima más importante del siglo XII antes de la revolución de la escuela de Notre Dame, que nos daría músicos como Perotín y el inicio de la polifonía escrita.
El trabajo de Hildegarda en relación a la música es posiblemente de los más pasionales de la historia; en sus ideas y composiciones logra canonizar a la música y la capacidad del humano de cantar, que según ella es una manera de acercarse a Dios. Para quienes quieran saber más sobre esta persona excepcional debo recomendar el best seller de la escritora danesa Anne Lise Marstrand-Jorgensen “Hildegarda”, una novela biográfica muy a la mano para una lectura casual. Para su escucha recomiendo el disco “A feather on the breath of God: Songs of Hildegard von Bingen” de 1985, una colección breve y muy bien curada e interpretada de varias de sus obras en distintos momentos de su vida, un pantallazo que nos invita a buscar más de ella. Para la escucha de su obra magna “Ordo Virtutum”, recomiendo el disco homónimo interpretado por Seraphic Fire, que me parece la grabación más cercana a una interpretación histórica.
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