Con la finalidad de atenuar la rigidez autoritaria del materialismo dialéctico, sustento ideológico del Partido Comunista –hoy la fuerza mayor del conglomerado izquierdista–, les ha dado por decir que son la continuidad del batllismo histórico, o sea aquel que fundó las bases del Uruguay moderno.
Nada más falso.
Batlle y Ordóñez nunca adhirió a una filosofía materialista, no fue ni siquiera un positivista, no obstante, el respeto que tenía por Augusto Comte y consideración por la recepción que su doctrina había tenido en el Brasil.
La ideología de Batlle y Ordóñez, analizada y expuesta como nadie por Arturo Ardao, fue de un racionalismo espiritualista, formado al influjo de los filósofos alemanes Karl Christian Krause y Heinrich Ahrens.
Para que resulte bien claro, si analizamos las ideologías que inspiran los diferentes integrantes del conglomerado frentista tenemos: el Partido Comunista como la fuerza mayor, con su materialismo dialéctico, la lucha de clases y la dictadura del proletariado, como fase previa y también interminable, antes de llegarse al Estado socialista y durante la cual los derechos no son tales sino meras concesiones o permisos de los mandamás de turno. Lo sigue en importancia electoral el Movimiento de Participación Popular (MPP) que es lisa y llanamente un populismo de izquierda, sin más vueltas; luego están los grupos seregnistas y los astoristas que se acercan más a una socialdemocracia, sin llegar a serlo; y finalmente un Partido Socialista en franca decadencia, como siempre apegado al materialismo marxista.
Lejos están del pensamiento de Krause, que en su “Ideal de Humanidad para la Vida” propugna el sentido armónico de la historia universal. Un mundo humano que armonice sus oposiciones y un sentir comprensivo de las personas, en vista de los fines comunes de la sociedad, le lleva a la crítica del método dialéctico de Hegel al que considera un mecanismo social, sin mayores fundamentos.
Heinrich Arens, formado en la academia de Krause, se convierte en uno de sus más brillantes discípulos y conduce la difusión de sus principios, con gran recepción en España a través de Giner de los Ríos y por esa vía en el Rio de la Plata donde influye también sobre Hipólito Irigoyen, quien fuera dos veces presidente de la República Argentina, derrocado en su segundo mandato por el general José Félix Uriburu el 6 de setiembre de 1930. Filósofo y político, escribe una Enciclopedia Jurídica, también sobre el Derecho Natural y una Filosofía del Derecho, para sostener siempre la difusión del pensamiento y la discusión de las ideas en el ámbito general de la libertad.
Se admite que el Partido Comunista, después de la Segunda Guerra Mundial, cobró importancia en Europa por su resistencia al avance del nazismo y su contribución a la derrota, con el privilegio de haber entrado primero sus tropas en la caída de Berlín, lo que permitió a Stalin, que antes había hecho una alianza con Alemania en el Pacto Ribentrop-Molotov, sentarse con F. Delano Roosevelt y Churchill para el reparto de Europa.
No obstante, en nuestro país, el viejo Partido Comunista de Eugenio Gómez nunca llegó a tener una fuerza electoral de porcentaje significativo y en 1955 fue desplazado y sustituido por Rodney Arismendy.
Este había estado presente en el último Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética en el que intervino José Stalin, en 1952, y allí se dijo que en la Guerra Fría estaba triunfando Estados Unidos, por lo que había que someter a las burguesías locales creando los Frentes de Liberación, influyendo sobre los sindicatos, como se ha hecho con éxito hasta hoy, y con los movimientos estudiantiles, aprovechando lo que una vez dijo Juan Carlos Onetti acerca del “ sarampión antiburgués de la adolescencia”.
Pero lo cierto es que la obra de Batlle y Ordóñez, su progresismo, su avanzada legislación social, le quitó banderas a la izquierda y esta nunca pudo lograr, en todo el siglo pasado, una considerable fuerza electoral.
Hoy, que domina en los sindicatos y es mayoritaria dentro del Frente Amplio, todavía mantiene intactos los viejos postulados de su ideología, a diferencia del eurocomunismo que, alejándose de los dogmas clásicos de la lucha de clases y la dictadura del proletariado, compatibilizó su presencia con la democracia sin el propósito, al parecer, de destruirla desde adentro.
De todas formas, esa mayoría interna circunstancial le permite al Frente Amplio llevar con chance de ser candidata a la Presidencia de la República a la ingeniera Carolina Cosse, dispuesta a trabajar sin cesar en ese propósito.
Ahora bien. Pretender que un conglomerado de partidos, que se vertebra sobre la base de dos mayorías internas, una comunista y la otra populista, sea la continuación del batllismo como ideología fundacional de nuestro país –asumiendo la pertenencia de un legado de nobleza y desinterés dentro una concepción de funcionamiento estatal al servicio de la Nación– es una irreverencia histórica.
Basta simplemente con analizar los 15 años de las administraciones frentistas y sus secuelas, para apreciar la distancia sideral de cualquiera de sus dirigentes, comparados con la gigantesca figura de don José Batlle y Ordóñez.
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